Este trepidante thriller sobre el narcotráfico significa la incursión del cineasta canadiense Denis Villeneuve en el cine de género, se trata de uno de los directores más en alza del panorama actual que suele hacer cine para un público adulto. Su estilo visual es poderoso y atractivo, narra con buen pulso y muestra la violencia sin prejuicios. De todos es conocido que en el territorio fronterizo entre México y EEUU, hace tiempo se libra una guerra sucia entre los distintos cárteles de la droga y la policía de ambos países. Se trata de una lucha sin cuartel que borda la ilegalidad, cuando no la pisotea sin el más puro recato. El área circundante a la misma que tiene como epicentro Ciudad Juárez y su reflejo norteamericano, El Paso. Semejante territorio agreste y terroso ha dejado de ser real, ni siquiera mediático, ha alcanzado la categoría de mítico. Transitado por la ficción contemporánea para mostrar nuestros quebrantos éticos, dando cuenta de nuestra infinita hipocresía como miembros de sociedades opulentas y acomodadas que quieren sentirse protegidas y seguras.

Este film tiene claras referencias del “Traffic” (2.000), de Steven Soderbergh, aunque abordando el asunto desde perspectivas varias, pero bebe de sus mismas fuentes y guarda muchas similitudes que apreciaran los que la conozcan. No en vano, se recurre a la presencia de Benicio Del Toro, icono en esta clase de historias. Y es que, el vecino yanqui del sur, ha cambiado radicalmente en los últimos veinte años, cuando aquellas tierras inspiraban románticas aventuras, en un espacio de libertades inimaginables para convertirse en poco tiempo en un infierno literal y moral. El film en su inicio, nos ofrece un sonido que remite a un corazón humano acelerado, pertenece a la agente del FBI Kate Macer (Emily Blunt), miembro de un equipo de intervención táctica que trata de resolver un secuestro en un domicilio de Arizona. El lugar se revela como como un mausoleo de cadáveres emparedados víctimas de las mafias de la droga. Así que el espectador no tarda en identificarse con Kate, su miedo, su virtud y su nobleza de espíritu, además de la inexperiencia en la lucha contra el narcotráfico.

La agente anda desorientada, incapaz de explicarnos que pinta ella ahí, viviendo la vulneración de todos los códigos de conducta moral, formando parte de ese equipo de varios cuerpos que coordina la CIA por medio de Matt Graver (Josh Brolin), un tipo duro y sin escrúpulos. “Sicario” es un viaje a lo peor del ser humano, articulado en tres etapas progresivas de implicación anímica: 1) la visión aérea, mientras Kate toma el pulso a México y su problemática; 2) la terrestre, mediante la incursión del convoy policial en Ciudad Juárez con la participación de Kate, Matt y el inquietante mercenario Alejandro Gillick (un magistral Del Toro); y 3) la subterránea, cuando las fuerzas de Matt asaltan el oculto túnel de los narcos. El film no tiene un determinante hilo narrativo, y cuando lo tiene es para dar un giro brusco e inesperado por Kate, una joven noble e idealista que desconoce el escurridizo y peligroso territorio que pisa, y por extensión el espectador que sigue hipnotizado la trama.

El film goza de los nuevos estándares para la imagen cinematográfica, su fotografía es sugerente y cuidada, refleja perfectamente el calor, el polvo amarillento y la aridez del desierto, pero ello no significa solamente un carácter atmosférico o simbólico, asistimos a un despliegue de medios apabullante, tanto en personal como en tecnología y el armamento americano descomunal que utilizan, desde el desprecio a la legalidad con que los gestionan Matt y los suyos. Resulta irónico en contraposición con la primaria vida y muerte que palpita en las calles y desiertos de México. Se intuye el poderío y la arrogancia conquistadora de la gran potencia del norte, represora de un mercado tan atractivo como la demanda tan sustanciosa que origina.