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Voto de Antonio Morales:
7
Drama Francia siglo XVIII. El Marqués de Sade pasa los diez últimos años de su vida en el asilo Charenton. Allí entabla amistad con el abate Coulmier, con el que comparte el afecto de Madeleine, la lavandera del asilo. Cuando Napoleón envía a un médico para que cure su presunta locura, el temperamento rebelde del marqués se agudiza todavía más. Obtuvo tres nominaciones a los Oscar, incluyendo el de mejor actor (Geoffrey Rush). (FILMAFFINITY)
21 de julio de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La imaginación de erotómanos y analistas literarios poco rigurosos, así como, unas cuantas películas eróticas deleznables, han creado falsos tópicos acerca del marqués de Sade. Tal estereotipo convirtió la existencia del libertino en un festival de cópulas, orgías y suplicios “sádicos”, cuando en realidad, el escritor pasó 30 años de su vida encarcelado bajo distintos regímenes políticos – Luis XV, Luis XVI, La Revolución y el Imperio… -. Por otra parte, existe la idea de que los textos de Sade son únicamente pornográficos escritos por un siniestro personaje. Nada de ello se ajusta a la verdad. Es cierto que el marqués probó placeres o vicios que reflejan sus novelas, pero se trataba de actividades frecuentes en la nobleza de su tiempo, practicadas con total impunidad siempre que se guardara cierta discreción.

Quills, es el término que alude a las plumas de ave y la tinta empleada en el siglo XVIII para escribir, el director Philip Kaufman nos introduce a la noción de inseparabilidad de dolor y placer con este tono satírico y mordaz que inmediatamente nos traslada hacia 1811, al asilo mental de Charenton, regido por el idealista y humanista joven abad Coulmier (Joaquin Phoenix), quien cree que el marqués (un asombroso Geoffrey Rush) puede exorcizar sus demonios escribiendo. Lo que ignora es que la joven lavandera Madeleine Leclerc (Kate Winslet) saca fuera de los muros del asilo los escritos del marqués. Y como la iglesia y el estado no pueden permitir semejantes escritos rebosantes de lascivia y obscenidad, enviarán al asilo al cruel y violento doctor Royer-Collard (Michael Caine) a reprimir al perturbador obsceno. El cineasta, muestra el conflicto a través de una divertida y mordaz alegoría, mezcla de cuento de horror gótico y gran guiñol. Porque no hay fuerza humana que pueda frenar la imaginación del hombre, la pasión por escribir, en este caso un satírico pensador subversivo, llegando a inventarse las más inverosímiles, macabras y patéticas formas de eludir al represor.

Quills es una película audaz que proclama la libertad y denuncia la represión desde la hipocresía, que defiende el derecho a expresar cualquier idea por ofensiva que sea. Hay quien dice que las películas sólo levantan testimonio de la sociedad, pero mi idea sería que el cine actual, sobre todo el americano, debería elevar el nivel y ahondar en la complejidad del discurso. La provocadora Quills sí que eleva el discurso a través de numerosas propuestas y, sobre todo, se erige en un alegato contra el creciente proceso de vaciado de contenidos e identidad, blanqueo y masificación de la cultura. Todo ello a través de un film provocador, divertido, emocionante reflexivo protagonizado por Donatien-Alphonse-Françoise de Sade (1740 -1814), uno de los más famosos libertinos de la historia, un escritor cuyas obras siguen estando prohibidas en algunos países, además de ser el subversivo personaje cuyo nombre acuñó la práctica del sadismo.

El valor filosófico de la obra de Sade reside en que reveló sin tapujos el lado oscuro y perverso del ser humano. Puso en la picota la decadencia física y espiritual, la hipocresía individual y colectiva, latente en los dictados morales del Nuevo Orden Burgués. Su arte, de estilo refinado, agresivo y revulsivo, extremista y escatológico refuerza un discurso nihilista, extremadamente moderno, que se extiende hasta nosotros a través de los siglos como una mancha de aceite, arrasando con toda clase de regímenes e ideologías. El marqués de Sade es, en suma, el cronista voluptuoso de todo el horror que anida en el alma humana. Y así lo entiende el cineasta a la hora de poner en escena la obra urdida por el guionista Dough Wright. Una película acerca del poder de las palabras, Sade se “emborracha” de ellas, escribiendo para desenmascarar a los que se proclaman virtuosos, y sólo al final percibe las poderosas armas que constituyen. De esto sabe mucho el director Kaufman que ha erigido películas intelectuales y sensuales sobre obras literarias definidas como “imposibles de llevar a la pantalla”: “Henry y June” o “La insoportable levedad del ser”. El marqués de Sade deviene en Quills en la quintaesencia de los antihéroes típicos de las películas de Kaufman. Y que siempre persigue un tema que le obsesiona: la fragilidad de la naturaleza humana.
Antonio Morales
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