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Voto de Antonio Morales:
10
Comedia Un humilde barbero judío que combatió con el ejército de Tomania en la Primera Guerra Mundial vuelve a su casa años después del fin del conflicto. Amnésico a causa de un accidente de avión, no recuerda prácticamente nada de su vida pasada, y no conoce la situación política actual del país: Adenoid Hynkel, un dictador fascista y racista, ha llegado al poder y ha iniciado la persecución del pueblo judío, a quien considera responsable de ... [+]
19 de junio de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1938 Chaplin era el artista más popular del mundo, admirado en Hollywood y uno de los hombres más ricos de América, que vivía plácidamente en su gran mansión. Podía haber hecho films autocomplacientes y seguir explotando el éxito que su maestría le había deparado. Pero era un artista comprometido con su tiempo, y era consciente de que la llegada al poder del nazismo en Alemania era una amenaza para la paz mundial (Hitler ocupa Austria). Los ingleses con la política de apaciguamiento de Chamberlain y los americanos con su política de aislamiento (hasta el ataque de Pearl Harbor, claro, hasta ahí podíamos llegar), agigantaron la insolencia y arrogancia del tirano. Chaplin tenía decidido su próximo proyecto, hacer un film contra los dictadores, especialmente contra Hitler, el hombre que nació el mismo año que él, y que usaba el mismo bigote que su famoso Charlot. La persecución contra los judíos le impulsan contra el jefe nazi, más aún que contra Mussolini.

Durante los primeros meses de 1939, Chaplin completa en secreto los preparativos para “El gran dictador”, pero pronto la prensa lo publica y las fuerzas reaccionarias y ultraconservadoras comienzan a presionar al poder político (acusándole de comunista), para que Chaplin abandone el proyecto. Pero se precipitan los acontecimientos y una semana antes de que Chaplin inicie el rodaje, Hitler invade Polonia y el Reino Unido le declara la guerra. Chaplin años más tarde en una autobiografía declaró: “si yo hubiera tenido conocimiento de los horrores de los campos de concentración alemanes no hubiera podido rodar (El gran dictador); no habría tomado a burla la demencia homicida de los nazis”.

Para Chaplin, el fundamento básico de un gran actor es que se guste a sí mismo cuando representa. En el actor superlativo ha de darse un perfecto equilibrio entre inteligencia y sensibilidad: “Ser todo intelecto, sin nada de sensibilidad puede ser la característica del criminal consumado; y ser todo sensibilidad sin nada de intelecto es el ejemplo del idiota inofensivo”. En esta parodia satírica y mordaz, Chaplin asume varios personajes con traza y vestuario diferente: obediente soldado de recluta en línea de fuego, perseguido barbero judío, tierno y astuto, y estúpido dictador con manía de grandeza y poder. Y con todos ellos produce en nosotros sonrisa o risa espontánea, pero siempre con todo su ingenio de cómico experto en cien comedias anteriores.

No voy a describir escenas que son leyenda en la memoria de todos, tampoco es este el lugar adecuado. El guión es de línea clara en su trazo argumental, salpicado de gags geniales, imprevistos giro-sorpresas. La película refleja la humanidad de Chaplin con los débiles y su beligerancia hacia los poderosos, odia la guerra y desprecia la intolerancia. El cineasta se mofa del Fürer, lo describe como un ser monstruoso y grotesco. Y decide trabajar sobre ese aspecto grotesco de a persona real: había que reírse de Hitler a través de su personaje, Hynkel. Para luchar contra el monstruo, cada cual debe usar sus mejores armas. La única que dispone el gran cómico es la risa. Arma única sí, pero realmente poderosa porque hiere donde más duele al ego dictatorial: en su estúpida vanidad, en su vacío orgullo de creerse superhombre.
Continúa en Spoiler:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Antonio Morales
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