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Voto de Antonio Morales:
8
Drama. Romance Una mañana de invierno un maduro norteamericano y una joven muchacha parisina se encuentran casualmente mientras visitan un piso de alquiler en París. La pasión se apodera de ellos y mantienen relaciones sexuales en el piso vacío. Cuando abandonan el edificio, ambos se ponen de acuerdo para volver a encontrarse allí, en soledad, sin preguntarse ni siquiera sus nombres. (FILMAFFINITY)
22 de mayo de 2013
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue la película escándalo por excelencia de la década de los setenta. En la actualidad, quizás es recordada más por lo que supuso sociológicamente que por razones cinematográficas. Al estar prohibida en España por la censura franquista, los españoles aficionados al cine, incluso erotómanos empedernidos peregrinaban a Perpingan, en el sur de Francia para verla, fue un triste acontecimiento sociológico. El tratamiento que se hacía del sexo en esta obra fue lo que hizo que se le acusara de blasfema y de otras muchas cosas más que ya ni se recuerdan.

En nuestros días la maquinaria hollywoodiense ha asimilado, aceptado y absorbido asuntos que en el pasado se podían considerar tabú. Ahora que el sexo se ha convertido en un reclamo publicitario más del que hacen gala sin ningún reparo muchas de las superproducciones americanas, las escenas sexuales entre Marlon Brando y María Schneider se nos antojan bastante menos escandalosas que en aquellos años. Lo que seguramente volvería a causar inquietud entre las mentes más “bienpensantes” serían los brutales diálogos en los que se atenta salvajemente contra las sagradas instituciones que rigen nuestro destino y el aroma a verdad y desesperación que desprende la existencia de los protagonistas.

La conocida afición de Bertolucci en buscar como referente estético – e incluso temático – un motivo pictórico, nos llevan a Francis Bacon, cuyas pinturas fueron estudiadas con atención por el director y su habitual director de fotografía Vittorio Storaro, que trasladaron al estudio el colorismo pastoso y difuso de unas telas que respondían con exactitud al nombre de: “Vida en descomposición”. Otro elemento importante para crear esa impresión fue la música del “saxo” argentino Gato Barbieri. La película se abre con los títulos de crédito acompañados por dos cuadros de Francis Bacon. Los cuadros de Bacon son todo un reflejo de lo que a continuación nos espera. Son el espejo del viaje que vamos a emprender. Vamos a acompañar a los protagonistas en un viaje al corazón de sus demonios interiores.

Paul (sensacional Marlon Brando), un hombre desesperado cuya mujer se ha suicidado recientemente, representa la herencia espiritual parisina de Heminway y Miller atravesada por la contemporaneidad de los existencialistas franceses. Jeanne (resultona Maria Schneider), una joven burguesita que inicia una aventura cuyo final es toda una incognita, es victima inconsciente del tiempo en el que vive y en ese clima de desorientación comienza su relación con Paul. La descomposición, la destrucción de la pareja, la relación entre Eros y Thanatos, entre el gozo y el sufrimiento han sido los argumentos que con más frecuencia se han esgrimido en torno al film. Y, ciertamente estos son sus factores subyacentes y en última instancia determinantes.
Antonio Morales
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