Ésta es una de esas películas que más van ganando cuanto más avanzan en su metraje, porque sigue una evolución que, con su aparente simplicidad y el magistral empleo de los recursos narrativos, nos va espetando a la cara muchas de las hipocresías y dobles caras que por desgracia imperan en nuestra despersonalizada y competitiva sociedad.
Al principio se nos presenta a un hombrecillo del montón, Buxter, un oficinista más de los miles que trabajan en su edificio. Es un hombre bueno, dócil y que se tiene a sí mismo por poca cosa. Lleva una vida solitaria y es incapaz de negar algo a alguien que le pida un favor, incluso aunque ese favor consista en dejar que sus jefes utilicen su apartamento como picadero para sus citas. Aquí quiero hacer una matización. He leído que Buxter es ambicioso y busca ascender de empleo. Yo creo que más bien se vio metido en una vorágine que le arrastró hacia un círculo vicioso que le sedujo con la perspectiva de mejoras laborales. Tal como él cuenta en una ocasión, todo empezó cuando él le prestó su apartamento a un colega; se corrió la voz y los superiores de Buxter vieron el filón para aprovecharse del pobre empleado. Ellos empezaron a dorarle la píldora con promesas de ascensos, lo engatusaron con el incienso de la ambición, que él en un principio no poseía porque es un hombre sencillo y noble. Pero ya se vio metido en el embrollo, y ni siquiera puede vivir tranquilo en su propio apartamento porque se ha convertido en una casa de citas para los aprovechados de sus jefes. En esto vemos un claro ejemplo del abuso de poder. Los jefazos se sirven de su maniatado empleado para perpetrar sus citas galantes discretamente, aprovechándose sin escrúpulos de su superioridad, manteniendo ante el mundo la fachada de la respetabilidad a costa de la dignidad de un hombre, el cual tiene que fastidiarse y callar.
Es penoso ver cómo Buxter cae tan bajo, con la única falsa ilusión de conseguir un empleo mejor. Pero a medida que transcurre la trama y vamos descubriendo su carácter optimista, su honradez y su creciente rebeldía estimulada por el amor, ese hombre que al comienzo resultaba algo patético se va agrandando a nuestros ojos y llegamos a mirarlo con admiración y respeto.
Es hermoso ver cómo dos almas lastimadas y solitarias comparten sus miserias y se dan cuenta de que nunca es tarde para recobrar la dignidad perdida, y que no importa lo bajo que uno haya caído; siempre se puede remontar.
Sobresaliente y bella película que aprovecha al máximo sus recursos para crear una historia viva y siempre actual, lanzándonos una ácida crítica y un conmovedor mensaje.
Con sólo unos cuantos escenarios, sin efectos especiales y con un tono directo, modesto y sincero, disfrutamos de una de las grandes obras de arte del cine.