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Voto de Vivoleyendo:
8
18 de agosto de 2008
30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alejandro Dumas hijo se interesó por ese sector de las mujeres "alegres", de las cortesanas parisinas que serían una especie de equivalente francés de las geishas del Japón. Mujeres objeto al servicio del placer de los hombres y esclavizadas a ellos para mantenerse. Prostitutas de lujo, damas de compañía o cualquiera que fuese su denominación, lo cierto es que constituían, mal que les pesara a las gentes "respetables", una parte inseparable de la alta sociedad, llevando un tren de vida excesivo dedicado a agradar a hombres adinerados y de buena posición, de los cuales dependían para poder seguir viviendo a todo tren. Ellas ya eran unas "perdidas", formaban parte de ese submundo "no respetable", y estaban señaladas por un estigma que no se borraba nunca, sobre todo si las personas "respetables" insistían en tratarlas como a objetos y les cerraban completamente las puertas a la posibilidad de dejar ese mundo frívolo.
Todas ellas tienen que ser alegres como pajarillos, vestir fastuosamente y ser avispadas en el arte de entretener y seducir. El cerebro y el corazón son dos órganos bastante inservibles en una cortesana.
Excepto en Margarita Gautier.
Ella tiene cerebro, y corazón.
Cerebro para ser consciente de la vacuidad en la que se mueve. Cerebro para saber que no hay felicidad posible para una cortesana más que la que se fundamenta en cosas banales, y ella lo admite con amarga conformidad. Cerebro para darse cuenta de que está atrapada. Corazón para ser capaz de sentir compasión. Corazón para ablandarse ante el amor que se le ofrece, romper las cadenas y soñar que puede ser libre. Corazón para amar.
Cuando ella está a la vuelta de todo, brillante, seductora y disimuladamente infeliz reina del círculo de cortesanas, aparece un joven que mira directamente a su corazón. Él no ve a la dama de compañía, a la frívola mujer de sociedad.
Ella soñará con una oportunidad, la que nunca ha tenido. Soñará con salir de ese círculo vicioso de fastos, hombres que la desprecian, dinero y deudas, dejarlo todo y abandonarse al amor que siente por primera vez, experimentarlo antes de que la tuberculosis que padece la lleve a la tumba.
Pero la sociedad "respetable" se confabula para tratar de impedirle hacer realidad sus deseos. La barrera se cierra implacablemente. Sus ilusiones se hacen pedazos...
Todas ellas tienen que ser alegres como pajarillos, vestir fastuosamente y ser avispadas en el arte de entretener y seducir. El cerebro y el corazón son dos órganos bastante inservibles en una cortesana.
Excepto en Margarita Gautier.
Ella tiene cerebro, y corazón.
Cerebro para ser consciente de la vacuidad en la que se mueve. Cerebro para saber que no hay felicidad posible para una cortesana más que la que se fundamenta en cosas banales, y ella lo admite con amarga conformidad. Cerebro para darse cuenta de que está atrapada. Corazón para ser capaz de sentir compasión. Corazón para ablandarse ante el amor que se le ofrece, romper las cadenas y soñar que puede ser libre. Corazón para amar.
Cuando ella está a la vuelta de todo, brillante, seductora y disimuladamente infeliz reina del círculo de cortesanas, aparece un joven que mira directamente a su corazón. Él no ve a la dama de compañía, a la frívola mujer de sociedad.
Ella soñará con una oportunidad, la que nunca ha tenido. Soñará con salir de ese círculo vicioso de fastos, hombres que la desprecian, dinero y deudas, dejarlo todo y abandonarse al amor que siente por primera vez, experimentarlo antes de que la tuberculosis que padece la lleve a la tumba.
Pero la sociedad "respetable" se confabula para tratar de impedirle hacer realidad sus deseos. La barrera se cierra implacablemente. Sus ilusiones se hacen pedazos...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La adaptación de la obra de Dumas por George Cukor resalta el esplendor de la Garbo, encumbrada por Hollywood en papeles que explotaban sin la menor contención su dulce belleza, mostrando habitualmente sus encantos a través de un vestuario rico y elegante e introduciéndola en ambientes lujosos y plenos de glamour. Sí, a primera vista el cine de la Garbo puede parecer (y lo es con frecuencia) un cine que alcanza lo superficial, el lucimiento. Pero ella tenía más que belleza exterior, tenía algo que transfería a sus papeles (no muy complejos de por sí y bastante planos generalmente, exceptuando quizás al mejor personaje de su carrera, Ana Karenina), tenía una chispa de inteligencia, de misterio e incluso de cierta profundidad psicológica. Y, sobre todo, ese halo de feminidad inmortal que seguirá hechizando a todas las generaciones de cinéfilos.
Puede que algunas de las películas de la Garbo no sean mucho más que un muestrario de las ventajas de la belleza, del dinero, de la posición y un viva la vida y a disfrutar que son dos días. Pero siempre hay algo más. Ella siempre consigue que miremos algo más allá, hacia lo que verdaderamente merece la pena.
Porque, en el fondo, sin amor no hay nada.
Puede que algunas de las películas de la Garbo no sean mucho más que un muestrario de las ventajas de la belleza, del dinero, de la posición y un viva la vida y a disfrutar que son dos días. Pero siempre hay algo más. Ella siempre consigue que miremos algo más allá, hacia lo que verdaderamente merece la pena.
Porque, en el fondo, sin amor no hay nada.