-Tranquila Katniss, ha sido una pesadilla. Yo también las tengo.
-Quédate conmigo, Peeta.
-Siempre.
Eso fue en otra vida.
Él ya no está en la habitación de al lado para correr a consolarla cuando la asaltan los terrores de la pesadilla real de la que no puede despertar.
La chica en llamas ha encendido la mecha y no hay vuelta atrás. La flecha que destrozó el campo de fuerza en la arena del Vasallaje de los Veinticinco selló el comienzo de la verdadera revolución.
Al recuperar la consciencia le revelan que se encuentra en las profundidades del Distrito 13, el que se creía exterminado. Un enorme búnker subterráneo donde habitan miles de refugiados rebeldes bajo la ley marcial, a las órdenes de la presidenta Alma Coin.
Pero Peeta no está. Lo abandonaron en la arena. Lo atrapó el Capitolio junto con otros vencedores y en ese mismo momento los estarán torturando.
Katniss está enfurecida contra Haymitch, contra Plutarch Heavensbee, contra el mundo entero. Se suponía que era a él a quien debían rescatar, no a ella. La han engañado como a una estúpida y, entre la rabia que siente, el shock por los precipitados acontecimientos, el horror por la destrucción del Distrito 12 y la depresión por la pérdida de Peeta, el símbolo viviente del Sinsajo está aturdido.
Así nos introducimos en la tercera entrega de una de las sagas, tanto literarias como cinematográficas, con más tirón de la actualidad. Siguiendo la costumbre de estirar la historia al máximo, también aquí se ha optado por dividir la adaptación del último libro en dos partes, con lo cual habrá que esperar otro año para asistir al final.
"En llamas" fue tan brillante y potente que yo dudaba que la siguiente parte pudiera superar su resplandor, tanto en formato novela como en el cine. Hasta la fecha sigue siendo mi título preferido de "Los Juegos del Hambre" y uno de los que tengo entre los mejores puestos de las distopías que he leído y visto.
He ido al cine del centro comercial Holea sabiendo que no iba a disfrutar en la butaca como una condenada, porque en el tercer libro se pasa de los "juegos" a la gestación de la guerra pura y dura y la trama es aún más opresiva y brutal.
Los esquemas se han roto y todos los distritos preparan su rebelión contra el Capitolio.
Katniss nunca quiso empezar una revolución. Todo lo que hizo lo hizo por sobrevivir y para salvar a los que quería. Pero cuando llevas un detonador dentro de ti y ahí fuera hay miles de oprimidos a punto de explotar, la chispa prenderá.
Y el fuego se propaga.
Si nosotros ardemos, tú arderás con nosotros, presidente Snow.
Peeta sale en las pantallas del Distrito 13, televisado desde su cautiverio en el Capitolio. Katniss se acerca al monitor como poseída; sólo tiene ojos para él. Estudia sus queridas facciones milímetro a milímetro, escucha el tono de su voz, lo analiza a fondo para descubrir de qué forma lo están machacando.
Y en mitad de tantos odios, él sigue siendo el Peeta de siempre y transmite su mensaje de paz y cordura, y sus palabras son para ella, qué bien la conoce, cómo sabe acariciar su adusto corazón con esa ternura tan propia de él, por eso ella lo ama, y en la balanza ya su amor se ha decantado aunque sus miedos no le permitan amitirlo todavía.
Pero Gale no es tonto.
El Sinsajo irá aprendiendo a desplegar sus alas en un búnker bajo tierra, bajo el abrumador peso del terror, del odio, de la pena, de la culpa, de la pérdida, de la duda, de una guerra que no ha pedido.
De unos Juegos del Hambre que en realidad no han terminado nunca.