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Voto de Vivoleyendo:
7
Thriller. Drama Nueva York, 1988. La difusión de un nuevo tipo de droga ha traído una oleada de crímenes. En inferioridad de condiciones frente a las viejas y nuevas bandas de traficantes, la policía pierde por término medio dos agentes al mes. Bobby Green (Joaquin Phoenix), el encargado de un club de Brooklyn frecuentado por la mafia rusa, intenta mantenerse al margen del conflicto. Pero Bobby guarda un secreto: tanto su hermano, el teniente Joseph ... [+]
3 de noviembre de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mayor parte de las veces preferimos no mojarnos. Mantenernos en un prudente y despegado margen. Como si nada de lo que pasa fuera con nosotros.
Estar en el medio, o en ninguno de los lados, suele ser (o lo creemos así) la postura más cómoda. Porque pringarse es jodido. Tomar partido implica que tienes que dar la cara por algo y por alguien. Que no puedes cerrar los ojos, ni quedarte de brazos cruzados mientras observas actos que, lo sabes muy bien, contribuyen a conseguir que el mundo sea un poco peor cada vez.
Cerrar los ojos es lo que hacemos la mayor parte de las personas. Si no vemos, las cosas no pasan. Si nos colocamos una venda, nos podremos engañar haciéndonos la ilusión de que todo está bien.
Y así nos apañamos en nuestra mentira.
A veces, sólo unas pocas veces, lo de estar en medio funciona. Cuando ves que ambos bandos son igualmente injustos o que son los mismos perros con distintos collares, y tomas la decisión cabal de no decantarte por ninguno... Pues es una decisión inteligente, y valiente. Porque nadie te va a mirar bien. Ni los de un bando, ni los del otro.
Pero... ¿Qué ocurre si te niegas a ver que te codeas con un bando poblado de traficantes, mafiosos y asesinos, aunque tú no pertenezcas a ese sitio? Aunque vayas de por libre, y eres un tío simpático y te gusta llevarte a partir un piñón con todo el mundo, porque no quieres problemas con nadie... ¿Acaso no te imaginas que esos tipos con los que estás hablando tan amistosamente son unos criminales? Lo intuyes, no eres tonto. Te mueves en un ambiente heterogéneo plagado de gente de toda calaña. Pero nada, tú sigue mintiéndote y fingiendo que no pasa nada. Si te pringas, tienes mucho que perder, y lo sabes. Tu vida al margen es cómoda. Te mueves por donde quieres, te codeas con la flor y nata de las más selectas mafias de Nueva York como si fuesen colegas del barrio, les caes bien a todos, y tienes una novia por la que cualquiera perdería el sentido. ¿Qué más puedes pedir? ¿Para qué pedir otra cosa?
Pero, como nos pasa siempre... Tiene que suceder algo tremendo, algo en lo que estemos implicados hasta las entrañas, para que reaccionemos y lleguemos a ese punto crucial, en el que se nos enciende la bombilla indicadora de que es imposible seguir avanzando por la cuneta. Ahora tendrás que meterte en la carretera y elegir tu carril.
Elegir no suele ser fácil. Y cuando se elige, se pierde algo. Se queda algo atrás. Es el impuesto que se nos cobra por circular por el carril escogido.
De todos modos, elijamos o no, o escojamos un lado u otro... Siempre se paga. Si no eliges, pagas. Si eliges, también. Los precios son distintos, pero... Formamos parte de esto que llamamos Humanidad, lo queramos o no. Y cada uno de nosotros tiene responsabilidades, en mayor o menor medida, en esta cadena.
Hagas lo que hagas... Ganarás. Y perderás.
Y... ¿Cómo sabrás que has hecho lo que debías? Tal vez... Cuando te des cuenta de lo que has perdido.
Vivoleyendo
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