El guión de este musical fue la última obra de Isobel Lennart, una escritora que figuró en la lista negra de la caza de brujas por sus pasadas tendencias comunistas. Ella llevó a las tablas y a la pantalla grande la figura de Fanny Brice, una popular actriz radiofónica y de teatro.
Barbra le aporta un aire encantador, de chica sencilla cuyo talento se basa en la simpatía y en el desenfado para hacer reír. Un rasgo que me gusta de Barbra es que ha sacado partido a su falta de belleza, enseñándonos otro tipo de atractivo centrado en su sentido del humor, su inteligencia, su naturalidad y su arte. Sus ojos siempre han sido preciosos y de joven tenía una piel bonita y un tipo resultón, pero no es eso lo que la ha hecho verdaderamente guapa. Lo que sí la hace espectacular es el escenario rendido a sus pies, el público aplaudiendo a rabiar, y un magnetismo del que es difícil sustraerse.
Es mucha mujer nuestra Barbra.
Y nadie más adecuado para revivir a una actriz judía que surgió de un barrio de Nueva York, comenzó pronto su carrera, se casó tres veces y murió joven. Una hija de Fanny, Frances Arnstein, supervisó la adaptación de la biografía de su madre y sólo consintió en incluir su segundo matrimonio, con el jugador profesional Nick Arnstein, aparte de suprimir otros aspectos.
El resultado fue un musical clásico centrado en la fuerte personalidad y las dotes cómicas de la artista, su intenso amor fallido por el hombre de su vida, y su espíritu independiente y emprendedor. Un sutil análisis de los roles de los sexos no deja de apreciarse. Era una época en la que todavía se veía con malos ojos que la esposa ganara más dinero que el marido y que incluso lo mantuviera si éste pasaba por malas rachas laborales. El esposo sentía vulnerada su dignidad y su valía como hombre si era incapaz de proveer para su familia. Lo normal era que la mujer dependiera de él, no al contrario.
Se me ocurrió esta frase mientras se desarrollaba la película: “Amar significa sentirte orgulloso cuando tu pareja tiene más éxito que tú, y ayudarla cuando está de vacas flacas.” Pero la tozuda soberbia y la malignidad social impiden que una pareja pueda ser feliz si los roles se trastocan.
También otro dilema es el exceso de trabajo o la dificultad para conciliar trabajo y familia.
De todas maneras, somos tontos. Cuando se tiene una mujer que vale su peso en oro, el hombre ve pisada su virilidad porque ella demuestra lo que vale y eso le lleva a despreciarla. Pues que se vaya con viento fresco y que se busque una fregona, no te joroba...
El par Streisand-Sharif domina los escenarios y recrea una agridulce historia de desamor en la que se aprende a seguir sonriendo aunque las lágrimas resbalen por las mejillas.