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Drama
Un viejo campesino ucraniano se dispone a morir sobre la tierra en la que ha trabajado toda su vida. Su nieto, Vasil, decide entonces que el consejo de la villa debe comprar un tractor para compartirlo entre los granjeros, que unidos vencerán a las dificultades de la naturaleza y a la opresión de los ricos terratenientes. (FILMAFFINITY)
11 de julio de 2010
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La opinión especializada sugiere que “Zemlya” es la más bella de la “Trilogía Ucraniana” de Dovzhenko. Deduzco por mi parte que debe de ser la más destacable en cuanto a la apreciación mayoritaria, y una prueba es que es la primera de esa trilogía de la que he tenido conocimiento.
Aleksandr Dovzhenko se crió en un seno familiar muy numeroso, golpeado por la muerte. Muchos de sus hermanos fallecieron a temprana edad. Su porvenir podría haber sido tan anónimo como el de cualquiera en la vasta Rusia, de no ser porque tuvo la rara oportunidad de recibir educación, alentada por su abuelo.
Como les ocurría a los artistas del período soviético, el trabajo de Dovzhenko era estrechamente vigilado e incluso a veces recibía una acogida negativa por parte de las autoridades. Especialmente la Trilogía no fue bien considerada, porque pese a su tendencia claramente a favor del régimen comunista, los complejos mensajes subyacentes, incluyendo temáticas como Dios, la muerte, la pobreza y la opresión la aproximaban sospechosamente a los bordes de una heterodoxia peligrosa.
Eminencia del expresionismo estético, comparable al de Eisenstein, Dovzhenko era un virtuoso en el uso de la imagen. Escena tras escena, los simbolismos representados por elementos dotados de pleno protagonismo, como las espigas ondulantes por el viento, los árboles frutales, los girasoles o el tractor (representante del progreso) se erigen en emblemas de poderoso significado ligado a la tierra, el principal medio de subsistencia de los millones de campesinos soviéticos. La fotografía, inquieta y cambiante, contagia nerviosismo y mal presagio. Planos y planos en los que se funden figuras y paisajes, rostros mostrando una amplia gama de sentimientos. En los ancianos, con sus facciones marcadas de arrugas, barbas pobladas en los hombres y pañuelos en la cabeza de las mujeres, predominan la resignación en ellos, la pena llorada a gritos por ellas, el miedo a la novedad y el temor de Dios. En los jóvenes, la excitación, la ira, la rebeldía, la risa y la pasión desfilan por los rostros generalmente rasurados de los varones y por el discreto óvalo facial, casi siempre enmarcado con el pañuelo, de las hembras. El brillo de los iris, a menudo mirando directamente de frente, o en sutiles escorzos, es captado por una cámara atenta a cada detalle elocuente.
La violencia de las emociones se derrama sin contención. Ojos desencajados, lágrimas, carcajadas, gritos. La expresividad a través de los gestos realzados era un distintivo del cine mudo.
Aleksandr Dovzhenko se crió en un seno familiar muy numeroso, golpeado por la muerte. Muchos de sus hermanos fallecieron a temprana edad. Su porvenir podría haber sido tan anónimo como el de cualquiera en la vasta Rusia, de no ser porque tuvo la rara oportunidad de recibir educación, alentada por su abuelo.
Como les ocurría a los artistas del período soviético, el trabajo de Dovzhenko era estrechamente vigilado e incluso a veces recibía una acogida negativa por parte de las autoridades. Especialmente la Trilogía no fue bien considerada, porque pese a su tendencia claramente a favor del régimen comunista, los complejos mensajes subyacentes, incluyendo temáticas como Dios, la muerte, la pobreza y la opresión la aproximaban sospechosamente a los bordes de una heterodoxia peligrosa.
Eminencia del expresionismo estético, comparable al de Eisenstein, Dovzhenko era un virtuoso en el uso de la imagen. Escena tras escena, los simbolismos representados por elementos dotados de pleno protagonismo, como las espigas ondulantes por el viento, los árboles frutales, los girasoles o el tractor (representante del progreso) se erigen en emblemas de poderoso significado ligado a la tierra, el principal medio de subsistencia de los millones de campesinos soviéticos. La fotografía, inquieta y cambiante, contagia nerviosismo y mal presagio. Planos y planos en los que se funden figuras y paisajes, rostros mostrando una amplia gama de sentimientos. En los ancianos, con sus facciones marcadas de arrugas, barbas pobladas en los hombres y pañuelos en la cabeza de las mujeres, predominan la resignación en ellos, la pena llorada a gritos por ellas, el miedo a la novedad y el temor de Dios. En los jóvenes, la excitación, la ira, la rebeldía, la risa y la pasión desfilan por los rostros generalmente rasurados de los varones y por el discreto óvalo facial, casi siempre enmarcado con el pañuelo, de las hembras. El brillo de los iris, a menudo mirando directamente de frente, o en sutiles escorzos, es captado por una cámara atenta a cada detalle elocuente.
La violencia de las emociones se derrama sin contención. Ojos desencajados, lágrimas, carcajadas, gritos. La expresividad a través de los gestos realzados era un distintivo del cine mudo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El valor como documento histórico, añadido a su incalculable valía artística, es innegable. Esa tensión desbordada entre los campesinos pobres y los llamados “kulak”, los propietarios de tierras y que por lo tanto constituían una burguesía agraria que el comunismo luchó por erradicar, era muy real en la Unión Soviética. En la teoría, los principios quedaban bastante nítidos, pero en la práctica, la aplicación conllevó graves conflictos. Los propietarios se negaban a ceder mansamente sus terrenos para el reparto colectivo, y eso provocó reyertas y enfrentamientos como el descrito en esta película.
El progreso caía con cuentagotas, pero empezaba a manifestarse por ejemplo con el uso de las primeras máquinas para los cultivos. El tractor se coloca como un símbolo de avance y de mejora de las condiciones de trabajo y de vida.
Pero los granjeros ricos temían la intrusión de los pobres y las represalias no se hicieron esperar.
Otra de las características de la extensión de las bases marxistas-leninistas fue la eliminación de la religión. Algo poco factible, puesto que muchos campesinos seguían practicando sus ritos cristianos, pero una prueba clara de la nueva influencia ateísta es la determinación del padre de Basil, que en su pena y resentimiento, reniega de Dios y de sus sacerdotes.
Realismo, expresionismo, simbología, toques de irrealidad, emociones universales y mensaje político-social en una obra que queda como testimonio de los difíciles inicios de un régimen que no traería mucho más que desventura, terror y hambre compartida en el territorio más vasto del planeta.
El progreso caía con cuentagotas, pero empezaba a manifestarse por ejemplo con el uso de las primeras máquinas para los cultivos. El tractor se coloca como un símbolo de avance y de mejora de las condiciones de trabajo y de vida.
Pero los granjeros ricos temían la intrusión de los pobres y las represalias no se hicieron esperar.
Otra de las características de la extensión de las bases marxistas-leninistas fue la eliminación de la religión. Algo poco factible, puesto que muchos campesinos seguían practicando sus ritos cristianos, pero una prueba clara de la nueva influencia ateísta es la determinación del padre de Basil, que en su pena y resentimiento, reniega de Dios y de sus sacerdotes.
Realismo, expresionismo, simbología, toques de irrealidad, emociones universales y mensaje político-social en una obra que queda como testimonio de los difíciles inicios de un régimen que no traería mucho más que desventura, terror y hambre compartida en el territorio más vasto del planeta.