La película va de mayor a menor. Comienza con una propuesta intrigante, desarrolla el tema de la existencia del alma luego de la muerte y de la comunicación de espíritus con los seres humanos, pero poco a poco la cinta se va tornando en más de lo mismo y cae en los más convencionales tópicos del género como son los sustillos repentinos, la idea que los fantasmas que visitan lo hacen para saldar una cuenta pendiente en vida y en este caso el tono es demasiado meloso que no llega a inquietar en la medida de lo esperado.
El que la vea se encontrará con un filme que puede llegar a interesar en su propuesta de entrada, pero que a medida que se van desarrollando sus variantes, la intensidad decae hasta llegar a un desenlace ridículo que no se aleja para nada de los más cutres y sensibleros mecanismos narrativos que irradia la idea del amor más allá de la muerte.
Quizás para destacar se encuentre la interpretación de Kevin Costner que mantiene el filme a flote y lo salva del desastre, otorgándole convicción y fibra a su personaje.
En fin, una película rutinaria, comercial y trillada en su propuesta, que no satisface porque no mantiene la curiosidad del espectador por resolver su planteo. Y cuando llega la hora de las edulcoradas explicaciones, deja una molesta sensación de insatisfacción.