Media votos
6,7
Votos
820
Críticas
152
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de travis braddock:
8
2010
Louis C.K. (Creador), Louis C.K. ...
7,7
5.496
Serie de TV. Comedia
Serie de TV (2010-2015). 5 temporadas. 61 episodios. Aclamada serie que sigue las peripecias de Louis C.K., un cómico de Nueva York cuarentañero que está divorciado y es padre de dos hijas... En agosto de 2015, FX anunció que la serie entraría en una pausa y regresaría cuando Louie CK estuviera listo para continuar. En el 2017, la polémica de las acusaciones al cómico por parte de varias mujeres de comportamiento sexual inapropiado, ... [+]
6 de diciembre de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida puede ser bastante absurda y peculiar, por cosas que nos suceden o que nos cuentan o que vemos que les pasan a otros. Incluso las cosas que consideramos cotidianas pueden tener un punto extraño y absurdo, por eso no deberían extrañarnos tanto los sucesos que no entendemos y que tienen lugar a diario a lo largo del mundo. Como bien cantaban The Doors, la gente es extraña. La realidad siempre es el mejor lubricante para que fluya la mejor ficción y así lo entiende Louis C.K., cómico estadounidense creador y protagonista de "Louie".
La serie nos narra la vida cotidiana del actor, pero al modo de Jerry Seinfeld y sobre todo al de Larry David, tomando aspectos de su vida real para convertirse en personaje y conducirle por situaciones curiosas, generalmente con consecuencias negativas o poniendo de manifiesto la hipocresía que rige nuestro mundo. En la vida real, Louis C. K. está divorciado y comparte la custodia de sus dos hijas mientras hace sus shows cómicos por todo el país. En la ficción, Louie hace lo propio, aunque en su caso sus dos hijas son rubias de ojos claros, siendo él pelirrojo y la madre y exmujer de raza negra. Este es uno de los muchos detalles absurdos en los que se ve involucrado Louie, casi siempre a su pesar, como testigo alucinado de un mundo en el que nada parece tener sentido. Ya el primer capítulo deja las cosas claras sobre el tono de la serie, cuando Louie ve cómo un intento frustrado de ligar termina con el objeto de deseo marchándose en helicóptero. Esas salidas de tono desarrolladas en un ambiente costumbrista, llevando hasta las últimas consecuencias un concepto cómico o dramático, acaban siendo la seña identificativa de “Louie”.
La estructura narrativa en sus tres primeras temporadas se compone de capítulos con dos subtramas sin conexión aparente, a modo de pequeñas viñetas tragicómicas, pespunteadas con momentos de actuaciones de Louie en clubes de comedia, al estilo de Seinfeld, aunque más incómodas y con más mala leche. En el escenario, Louie es alguien que parece triunfar, que hace reír a la gente con sus ocurrencias y se lleva grandes aplausos, mientras que una vez que baja de él es un pringadillo, objeto de un sinfín de humillaciones y decepciones. Por las calles de Nueva York suscita la atención de los desesperados y en casa pasa varios apuros para ser buen padre y hacer feliz a sus hijas.
La serie nos narra la vida cotidiana del actor, pero al modo de Jerry Seinfeld y sobre todo al de Larry David, tomando aspectos de su vida real para convertirse en personaje y conducirle por situaciones curiosas, generalmente con consecuencias negativas o poniendo de manifiesto la hipocresía que rige nuestro mundo. En la vida real, Louis C. K. está divorciado y comparte la custodia de sus dos hijas mientras hace sus shows cómicos por todo el país. En la ficción, Louie hace lo propio, aunque en su caso sus dos hijas son rubias de ojos claros, siendo él pelirrojo y la madre y exmujer de raza negra. Este es uno de los muchos detalles absurdos en los que se ve involucrado Louie, casi siempre a su pesar, como testigo alucinado de un mundo en el que nada parece tener sentido. Ya el primer capítulo deja las cosas claras sobre el tono de la serie, cuando Louie ve cómo un intento frustrado de ligar termina con el objeto de deseo marchándose en helicóptero. Esas salidas de tono desarrolladas en un ambiente costumbrista, llevando hasta las últimas consecuencias un concepto cómico o dramático, acaban siendo la seña identificativa de “Louie”.
La estructura narrativa en sus tres primeras temporadas se compone de capítulos con dos subtramas sin conexión aparente, a modo de pequeñas viñetas tragicómicas, pespunteadas con momentos de actuaciones de Louie en clubes de comedia, al estilo de Seinfeld, aunque más incómodas y con más mala leche. En el escenario, Louie es alguien que parece triunfar, que hace reír a la gente con sus ocurrencias y se lleva grandes aplausos, mientras que una vez que baja de él es un pringadillo, objeto de un sinfín de humillaciones y decepciones. Por las calles de Nueva York suscita la atención de los desesperados y en casa pasa varios apuros para ser buen padre y hacer feliz a sus hijas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
En los últimos capítulos de la tercera temporada Louie es sondeado como un posible sustituto de David Letterman, que parece retirarse de su programa nocturno, con lo que podría dar el mayor salto laboral de su vida, pudiendo dejar atrás los monólogos en clubes de lo más variopinto. Louie ve la oportunidad de redimirse y de poder ser un triunfador, así que trata de prepararse lo mejor posible a las órdenes de un veterano gurú televisivo (interpretado por el mismísimo David Lynch, en una comunión perfecta del universo creativo del director con el tono de la serie).
Al término de esa tercera entrega (con la subtrama de Letterman y el viaje navideño de Louie a China) empieza a registrarse un cambio de tono en la serie, que se verá ampliado en una cuarta temporada que para algunos es la mejor y para otros la peor, donde se suprime la intro y muchos de los monólogos de Louie y se apuesta por una pátina más oscura, con frecuentes flashbacks que miran al pasado del protagonista.
Aun manteniendo el estilo marciano, lo cierto es que la serie parece querer metamorfosearse en otra cosa a partir de los ingredientes que la habían formado, como si se hubiera cansado de ser siempre de la misma manera, lo que ocasiona las lógicas reacciones negativas entre los que esperan ver a un viejo conocido y no entienden que haya cambiado a algo que no acaban de entender. Al inicio de la quinta temporada, el propio C.K. ironiza sobre ello y cuando parece que va a comenzar otro capítulo de recuerdos se detiene de repente y recupera la senda de lo que habíamos visto durante las tres primeras temporadas, con las aventuras cotidianas de Louie llevadas al surrealismo, como aquella en la que un inoportuno apretón estomacal se convierte en una pequeña tragedia familiar.
Louie cuenta con la aparición regular de otros cómicos (algunos de ellos desconocidos en nuestro país; otros más populares, como Chris Rock, Jerry Seinfeld o Sarah Silverman) y actores invitados a participar en roles pocas veces favorecedores, hagan de sí mismos o de otros (caso de F. Murray Abraham, Robin Williams, Jeremy Renner, Parker Posey, Matthew Broderick o Ricky Gervais). Entre ellos encontramos a Pamela Adlon como Pamela, que aparece ocasionalmente como interés amoroso del protagonista. Adlon (inolvidable como la deslenguada Marcy en Californication), que también colabora en la labor creativa de la serie, se reserva un personaje contradictorio y algo desagradable, que busca y abandona a Louie cuando le conviene.
A la espera de que Louis C.K. se ponga manos a la obra con la sexta temporada, ya confirmada, los fans de su serie podemos volver a revisar las cinco anteriores (los que no la conozcan y gusten de las curiosidades ya están tardando en ponerse con ella) y deleitarnos con el dominio que hace su autor de la fina línea que separa lo sublime de lo ridículo y de cómo la naturaleza humana cruza ambos límites con mucha frecuencia en su día a día. Louie nos habla de la aceptación de lo ridículos que podemos ser como clave para entender nuestra existencia, tan poco poética en tantas ocasiones y ante la que nos queda reírnos como recurso de supervivencia.
Al término de esa tercera entrega (con la subtrama de Letterman y el viaje navideño de Louie a China) empieza a registrarse un cambio de tono en la serie, que se verá ampliado en una cuarta temporada que para algunos es la mejor y para otros la peor, donde se suprime la intro y muchos de los monólogos de Louie y se apuesta por una pátina más oscura, con frecuentes flashbacks que miran al pasado del protagonista.
Aun manteniendo el estilo marciano, lo cierto es que la serie parece querer metamorfosearse en otra cosa a partir de los ingredientes que la habían formado, como si se hubiera cansado de ser siempre de la misma manera, lo que ocasiona las lógicas reacciones negativas entre los que esperan ver a un viejo conocido y no entienden que haya cambiado a algo que no acaban de entender. Al inicio de la quinta temporada, el propio C.K. ironiza sobre ello y cuando parece que va a comenzar otro capítulo de recuerdos se detiene de repente y recupera la senda de lo que habíamos visto durante las tres primeras temporadas, con las aventuras cotidianas de Louie llevadas al surrealismo, como aquella en la que un inoportuno apretón estomacal se convierte en una pequeña tragedia familiar.
Louie cuenta con la aparición regular de otros cómicos (algunos de ellos desconocidos en nuestro país; otros más populares, como Chris Rock, Jerry Seinfeld o Sarah Silverman) y actores invitados a participar en roles pocas veces favorecedores, hagan de sí mismos o de otros (caso de F. Murray Abraham, Robin Williams, Jeremy Renner, Parker Posey, Matthew Broderick o Ricky Gervais). Entre ellos encontramos a Pamela Adlon como Pamela, que aparece ocasionalmente como interés amoroso del protagonista. Adlon (inolvidable como la deslenguada Marcy en Californication), que también colabora en la labor creativa de la serie, se reserva un personaje contradictorio y algo desagradable, que busca y abandona a Louie cuando le conviene.
A la espera de que Louis C.K. se ponga manos a la obra con la sexta temporada, ya confirmada, los fans de su serie podemos volver a revisar las cinco anteriores (los que no la conozcan y gusten de las curiosidades ya están tardando en ponerse con ella) y deleitarnos con el dominio que hace su autor de la fina línea que separa lo sublime de lo ridículo y de cómo la naturaleza humana cruza ambos límites con mucha frecuencia en su día a día. Louie nos habla de la aceptación de lo ridículos que podemos ser como clave para entender nuestra existencia, tan poco poética en tantas ocasiones y ante la que nos queda reírnos como recurso de supervivencia.