FA
colaborador
Media votos
7,5
Votos
1.240
Críticas
608
Listas
1
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Teresa:
10
8,3
176.286
Thriller. Intriga
El veterano teniente Somerset (Morgan Freeman), del departamento de homicidios, está a punto de jubilarse y ser reemplazado por el ambicioso e impulsivo detective David Mills (Brad Pitt). Ambos tendrán que colaborar en la resolución de una serie de asesinatos cometidos por un psicópata que toma como base la relación de los siete pecados capitales: gula, pereza, soberbia, avaricia, envidia, lujuria e ira. Los cuerpos de las víctimas, ... [+]
22 de abril de 2021
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Era 1995 cuando se estrenó, pero no sería hasta algún año después cuando me dejarían ver la cinta de Fincher en casa. Morgan Freeman siempre será en mi mente el detective de homicidios Somerset. Está a punto de jubilarse y tiene que enseñar a un guapísimo Mills (Brad Pitt), que es nuevo en la ciudad. Mills está casado con la bella y dulce Tracy (Paltrow), que no está nada contenta con el cambio. La ciudad de Nueva York es fría, oscura y lluviosa en esa época del año. La atmósfera que se va creando es opresiva desde el primer minuto. Mills va a tener la suerte de empezar con un caso muy interesante, pero lo que al principio parecía algo individual y sin relación cambia a medida que avanza el metraje. La posibilidad de estar ante un asesino en serie se va haciendo evidente por las pistas que los detectives van encontrando en cada lugar del crimen. Con ellos vamos a ir entrando en cada escena. Vamos a sentir lo mismo que Somerset y Mills. A pesar de haber sido dirigida por Fincher, es Andrew Kevin Walker el encargado de escribir esta historia macabra y por la que fue nominado al BAFTA. Los pocos minutos en los que aparece Spacey son, sencillamente, sublimes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Los primeros asesinatos con los que se encuentran son los relacionados con la Gula y la Avaricia. Del de la Gula no me he repuesto todavía (inhumano y tremendamente horrible la escena en la que Mills se asoma debajo de la mesa donde está el cadáver y se da cuenta de que estaban obligándole a comer hasta reventar literalmente; podemos incluso oler esa habitación), el segundo es un poco más poético, por describirlo de alguna forma, inspirado en el Mercader de Venecia de Shakespeare (la víctima es un rico abogado que es obligado a mutilarse para morir desangrado). Al seguir las pistas que les deja el asesino llegan a un piso donde encuentran a un hombre atado a la cama, está en los huesos y parece muerto, pero no lo está; se ha comido su propia lengua y cualquier luz puede hacer que entre en shock. El hombre simboliza la Pereza y lleva un año en esas condiciones (descubren que es un traficante, entre otras cosas y que el asesino ha utilizado su mano –que le ha amputado- para ir poniendo huellas falsas). Con esto se dan cuenta de que es un psicópata que lo tenía todo planeado y lo peor de todo, que tiene paciencia, por lo que no será tan fácil acabar con él.
Mientras ocurren estos sucesos Mills invita a Somerset a cenar una noche en su casa y que así conozca a su mujer, Tracy. Somerset se convierte en un confidente para Tracy, quien le termina contando que está embarazada y que Mills no lo sabe todavía. Ella odia esa ciudad y también el trabajo de su marido.
El siguiente crimen está dedicado a la Lujuria y después llega la Soberbia. Para entonces ya tienen un sospechoso, Doe (Kevin Spacey), al que encuentran gracias a una investigación llevada a cabo en la biblioteca.
Después de mantener un tira y afloja con Doe (que escapa de su piso cuando los detectives llaman y ataca a Mills, aunque decide dejarle con vida), este termina entregándose en la comisaria y les promete llevarles donde están las últimas víctimas, pero solo si van Mills y Somerset con él. Los dos policías y Doe se dirigen a un descampado; por el camino interceptan una furgoneta de reparto que tiene un paquete para ese lugar y esa hora. Mills se queda a solas con Doe y Somerset abre el paquete. Dentro está la cabeza de Tracy. Doe representa así el pecado de la Envidia, porque le gusta la vida de Mills. Así, con este horror, convierte a Mills en el pecado capital de la Ira. Mills será arrestado por el asesinato de Doe.
Con un final abrumador, nos damos cuenta que ni siquiera los que tendrían que protegernos del mal están libres de hacerlo. Mills justa o injustamente termina asolado por sentimientos tan extremos que le llevan a cometer un crimen sin apenas pensarlo. El mal siempre está ahí fuera y Seven es un recordatorio de las debilidades del ser humano.
Doe cree ser un enviado de Dios y siente que tiene que castigar a todos los que comenten pecados capitales, incluso aunque el que los cometa sea uno mismo. Si lo pensamos, Doe no solo comete el pecado de la Envidia, también el de la Soberbia, pues se cree por encima de los demás (castiga como un juez divino).
«Largo es el camino que desde el infierno conduce a la luz», El Paraíso Perdido de John Milton. La historia finaliza con una frase de Por Quién Doblan las Campanas, de Hemingway, pero yo me quedo con esta.
Mientras ocurren estos sucesos Mills invita a Somerset a cenar una noche en su casa y que así conozca a su mujer, Tracy. Somerset se convierte en un confidente para Tracy, quien le termina contando que está embarazada y que Mills no lo sabe todavía. Ella odia esa ciudad y también el trabajo de su marido.
El siguiente crimen está dedicado a la Lujuria y después llega la Soberbia. Para entonces ya tienen un sospechoso, Doe (Kevin Spacey), al que encuentran gracias a una investigación llevada a cabo en la biblioteca.
Después de mantener un tira y afloja con Doe (que escapa de su piso cuando los detectives llaman y ataca a Mills, aunque decide dejarle con vida), este termina entregándose en la comisaria y les promete llevarles donde están las últimas víctimas, pero solo si van Mills y Somerset con él. Los dos policías y Doe se dirigen a un descampado; por el camino interceptan una furgoneta de reparto que tiene un paquete para ese lugar y esa hora. Mills se queda a solas con Doe y Somerset abre el paquete. Dentro está la cabeza de Tracy. Doe representa así el pecado de la Envidia, porque le gusta la vida de Mills. Así, con este horror, convierte a Mills en el pecado capital de la Ira. Mills será arrestado por el asesinato de Doe.
Con un final abrumador, nos damos cuenta que ni siquiera los que tendrían que protegernos del mal están libres de hacerlo. Mills justa o injustamente termina asolado por sentimientos tan extremos que le llevan a cometer un crimen sin apenas pensarlo. El mal siempre está ahí fuera y Seven es un recordatorio de las debilidades del ser humano.
Doe cree ser un enviado de Dios y siente que tiene que castigar a todos los que comenten pecados capitales, incluso aunque el que los cometa sea uno mismo. Si lo pensamos, Doe no solo comete el pecado de la Envidia, también el de la Soberbia, pues se cree por encima de los demás (castiga como un juez divino).
«Largo es el camino que desde el infierno conduce a la luz», El Paraíso Perdido de John Milton. La historia finaliza con una frase de Por Quién Doblan las Campanas, de Hemingway, pero yo me quedo con esta.