Tradicionalmente se ha considerado a Quentin Tarantino como un director polémico, con "Malditos Bastardos" esta prejuicio se multiplica exponencialmente. Basando el título en una película de serie B sobre la II Guerra Mundial de las que este artista siempre ha consumido, Tarantino y su equipo montan a los espectadores en una montaña rusa.

Vaya por delante que nada más el primer acto justifica de sobras cualquier entrada al cine. La introducción de Hans Landa (un gran Christoph Waltz, descubrimiento para muchos en esta película) ya advierte que estamos ante uno de los personajes llamados a ser recordados. Los extraordinarios actores europeos escogidos por el casting colaboraran para crear un ambiente de época, una atinada mezcla de spaghetti western con cine bélico.

Malditos Bastardos no es una cinta más sobre la II Guerra Mundial, es una re-interpretación de cómo se ha visto este gran fenómeno en el cine. La vena más freak de Tarantino se revela en esta ocasión a su favor, jugando con su gran conocimiento del cine de la UFA, con Goebbels a la cabeza. Sorprenderá ver a alemanes eficientes, en ocasiones incluso dignos soldados, acercándose más a ese escuadrón destinado a convertirse en su bestia negra. Se experimenta con muchas cosas a lo largo de Malditos Bastardos, llegándose eso sí, a extender hasta el exceso uno de los puntos fuertes de este director, los diálogos ocurrentes (la escena de la taberna, aunque muy bien hecha, se extiende hasta lo infinito, ralentizando el ritmo de la cinta).

Terriblemente violenta, esta destrucción judío-norteamericana del terrible fenómeno que fue el totalitarismo, Inglorious Bastards no deja indiferente a nadie. No se dejen cegar por los fuegos de artificio, no importa que una niña huérfana termine como propietaria de un cine de París o la cicatriz que rodea el cuello de Brad Pitt, todo está pensando, son historias dentro de historias. Lástima que la conexión de Los Bastardos, con la notabilísima excepción de Landa, el eje de todo, sea muy escasa, no inter-actuando, siendo demasiado paralelos cada acto.

Destinada a perdurar, no obstante, breves coqueteos con la pretenciosidad y ciertos pequeños vacíos argumentales, impiden que esta gran película sea, a mi muy modesto juicio, la obra maestra de la carrera de Tarantino.