La HBO nos ha malacostumbrado y se ha terminado contagiando ella misma. Tan buenas críticas, excelentes elencos y guionistas brillantes habían hecho creer que todo lo que se tocaría sería oro. Pero también existe una excelente plata y el siempre honroso bronce. No es que la segunda temporada de True Detective se mala, es un programa más que digno, una historia bien contada y que sobrepasa la nota media de otras competidoras.

Sin embargo, no es tan absorbente o sorprendente (lógico, pues ya conocíamos el truco) como su predecesora. De inmediato, la propia cadena ha alegado que presionó demasiado rápido a Pizzolatto para escribir y que tardarían más en hacer la siguiente. Personalmente, tras ver la aventura en la que se sumergen los protagonistas de esta nuevo drama policial (una siempre espléndida Rachel McAdams y un Colin Farrell muy metido en su inquietante papel), no hay nada de que a avergonzarse.

Pizzolatto, quien parece haber salido bastante quemado del asunto, no ha perdido su toque, simplemente, este relato es menos metafísico. No existe la magia de antaño, pero hay oficio y arte para desenvolver situaicones. Vince Vaughn brinda a un ex criminal con muchas aristas, acompañado de una encantadora compañera de viaje en el nuevo rumbo de su vida (Kelly Reilly).

La HBO cayó en la tentación demasiado pronto de dejar a un lado a esta hija pródiga llamada segunda temporada. Los revisionados la harán ganar.

Ahora, al fin, parece que no era tan perfecta, por ello tiene más mérito recordar el excelente inicio del show y esta más que digna continuación...