Una muy larga tradición literaria precede a esta fábula. Fauno es la herencia mítica romana del dios griego Pan, dios de los bosques, mensajero de los dioses y amante de las ninfas, bellas doncellas que amaban la música y las danzas. En este caso, (el de la película), por suerte la protagonista (Ivana Baquero) es una niña y no una ninfa, y el fauno, de aspecto cabrío, sólo cumple con su misión de ser mensajero de los dioses, como un profeta que le anuncia a la niña su condición de princesa. Así se construye esta historia mitad ensoñación y mitad realista, al final de la guerra civil española, lo que nos arranca del mundo de la fantasía para hacernos sentir una vez más las crueldades del fascismo. Extraña mezcla, como haría el poeta romano Virgilio en sus Églogas, que contrasta la realidad con el paisaje idealizado de la Arcadia, una especie de Edén sin restricciones bíblicas, que hizo desearla hasta al mismo Don Quijote. La protagonista principal, una niña, vive la fantasía sin miedo y conoce lugares y seres aterrorizantes que no le hacen mella, que es lo más extraordinario de esta mítica fábula, y también es testigo de la infinita crueldad humana que definirá su destino de princesa.