Danny Boyle goza de nuestra simpatía desde hace más de una década gracias a haber rodado Trainspotting (1996), la película total de los noventa. Aquí, parte de un hecho real para contar una historia minimalista donde hay muy pocos diálogos y prácticamente un único personaje. La película tiene estética de videoclip pero se adapta bastante bien a la historia que narra. Y sí, la historia es potente. Durante 93 minutos sentiremos lo mismo que el protagonista: sorpresa, incredulidad, miedo, pesadillas, angustia, sed, delirios y dolor, mucho dolor, muchísimo dolor, un dolor más allá de lo humanamente soportable.
Danny Boyle vuelve a demostrar que su talento sigue intacto. Con dos cositas filma una película adrenalítica, angustiosa y agobiante. Muy recomendable aunque, al igual que Buried, no apta para claustrofóbicos…