Estamos ante una historia bien contada que lleva al racismo como telón de fondo. De entrada se presenta como sospechoso de un crimen al negro de turno que pasaba por el pueblo, que luego resulta ser policía y, aún así, el sheriff es incapaz de pedir disculpas como es debido. Es lo que tiene ser de color en un pueblo del sur en otra época. Y apara colmo, cuando se sabe que Poitier es un poli experimentado en homicidios y hay que pedirle ayuda para resolver el caso, la cosa cambia de color (nunca mejor dicho).

La dirección está bien, al igual que la interpretación. El guión es bueno y el metraje mantiene el ritmo adecuado a lo largo de sus 110 min., que nunca se hacen largos.