En Killing Eve encontramos un relato cautivador en todos los sentidos. Con un reparto impecable, las interpretaciones de ambas potagonistas son fascinantes.
Por una parte, podemos observar (y disfrutar) del temperamento sociópata y caprichoso de una asesina, que consciente del vacuo valor de la vida, la consume como un alcohólico apurando su último trago, entre desesperada por lo precipitado del tiempo y exultante por el tener aún un último momento.
En la cara opuesta de la moneda está Eve, inteligente y reflexiva, se encuentra atrapada en una vida aparentemente completa, que no le ofrece los estímulos ansiados sobre el frenesí y la efervescencia que habría soñado vivir.
Cuando sus caminos se cruzan, ambas encuentran en la otra esa parte que faltaba, esa pieza del rompecabezas, que hace que todo cobre sentido dentro de un mundo absurdo.
Relaciones imposibles, grandes secundarios, personajes bien dibujados, vestuario impecable y una buena fotografía hacen de esta serie una oportunidad de disfrutar de una extraña historia, bien contada.
Si bien, como casi todo en la vida, empieza mejor que termina.