Dos desconocidos desubicados traban amistad para hacer más llevadera su solitaria estancia en un lugar que les es desconocido. De esta manera tan sencilla se podría resumir el argumento de Lost in Translation, película en la que son más importantes las cosas que se dicen y las miradas cómplices entre la pareja protagonista que lo que ocurre. Sus detractores dirán que no pasa nada, completamente en desacuerdo.

Sobre el papel puede descolocar el emparejar a Bill Murray y a Scarlett Johansson, y sin embargo, vistos los resultados no puede ser más acertado, es curioso, pero desprenden más química que otras parejas a priori más predecibles. Murray está asombrosamente contenido (será porque su personaje está muy alejado de los personajes cómicos con los que más se le asocia) en el papel de un actor de capa caída y Scarlett Johansson realiza la réplica perfecta con un personaje adorable.

Y es que ambos actores y el guión de Coppola son los tres pilares sobre los que se sustenta la cinta, una bella historia de amor-amistad y de almas solitarias que piden a gritos (silenciosos) un poco de atención.