P.J. Hogan reincide en temas matrimoniales tras su estupenda La boda de Muriel (Muriel's Wedding) con esta divertida comedia de enredos de corte clásico. Todo comienza cuando Michael (Dermot Mulroney) le confirma a Julianne (Julia Robers) su próximo enlace con Kimberly (Cameron Diaz), a partir de entonces la única misión de Julianne será estropear dicho enlace y recuperar a su antiguo amor.

La película se beneficia del buen hacer de su principal dúo femenino. Roberts demuestra su carisma y talento natural para la comedia (tanto para la romántica como para los gags visuales, es decir, caídas, persecuciones…) y, a pesar de contar con un personaje que podría caer mal debido a sus actos (seguramente así habría sido de interpretarlo cualquier otra actriz) consigue que el público sea capaz de metérselos en el bolsillo con su encanto. Por su parte Diaz tiene a su disposición algunos de los momentos más celebrados (véase la escena del karaoke), y la actriz sabe sacar provecho de ellos. Completando el trío amoroso nos encontramos con un soso Mulroney, y aunque su interpretación no sea mala queda eclipsado por el resto del reparto, sobretodo se encarga de ello Rupert Everett, encarnando al amigo gay de Julianne. Pero es que Everett eclipsa a todos con su comicidad y buen hacer, destacar su divertidísima (léase mítica) secuencia musical durante la comida.

Unos personajes encantadores (secundarios incluidos) y un guión inteligente que sabe sacar partido de ellos junto así como de sus secuencias y equívocos son algunos de sus aciertos. Igualmente acertada es la dirección de Hogan, más encaminada hacia la comedia más clásica que a la burla o la parodia. El resultado final sería equiparable al de una buena tarta de boda, dulce pero no empalagosa.