Inclasificable, a ratos insufrible y pretenciosa obra del maestro Jean-Luc Godard, cuya filmografía apenas conozco y me he iniciado con esta “Pierrot le Fou”.

En teoría, y es al menos lo que se indican en todas las sinopsis de la película, se trata de una especie de “road movie” romántica. Ferdinand (Jean-Paul Belmondo en su último papel con Godard) está cansado de su vida aburguesada y decide dejarse a la familia para irse con la niñera, Marianne (Anna Karina, esposa de Godard por entonces). Su historia de amor se verá empañada por un turbio asunto por el que Marianne huye de un grupo de gángsters, pero la música, las citas literarias y cinéfilas, y los clichés y colores de la más ácida cultura pop, mantendrán a la pareja unida en su huida al sur de Francia.

El término “cine experimental” siempre es temible, y más viniendo de directores de la “Nouvelle vague”. Lo que ha hecho Godard con este filme ha sido mezclar en el mismo celuloide conceptos, ideas, visiones y lecturas de lo más dispares sin una coherencia argumental mínima, sin una historia desarrollada que no quede sumergida por lo denso del discurso. Los apuntes filosóficos y los guiños literarios, artísticos y cinematográficos están muy bien y enriquecen cualquier película, pero siempre y cuando exista algo de empatía con el espectador y haya un “diálogo” entre el creador de la obra y su público. Y eso que a Godard se le considera un vanguardista cuya obra suele ser asequible, pero no estoy aquí para juzgar su trabajo en conjunto cuando he visto tan poco de él.

La linealidad argumental es inexistente, el relato hace paradas como si fueran ensayos de pocos minutos, sin razón aparente que no sea la de hacer que el sufrido espectador se esfuerce en sacar el máximo de lecturas posible a una historia que no las tiene. Godard es expositivo, adorna su discurso con los vivos colores del rodaje en exteriores y con los vestiditos de Anna Karina, la cual no sabe ni interpretar su papel y su marido le tiene que incluir alguna que otra cancioncilla para que no se note tanto su falsedad. Belmondo tampoco ayuda mucho con esa voz tan monocorde y soporífera leyendo a Balzac o explicando el arte pictórico de Velázquez.

“Pierrot le Fou” posiblemente sea una obra maestra, con su montaje innovador, su colorida fotografía y sus guiños multiculturales, pero para mi humilde entendimiento cinematográfico resulta fallida en lo esencial: su alejamiento del espectador. Visionar con precaución.