La película se ve bien y resulta un bálsamo reflexivo sobre la decadencia y fin de una vida; la cual, a pesar de sus múltiples torturas acabamos simpatizando con ella, sobre todo por los ratos en que hemos tenido relaciones de amor con los otros seres humanos. Al final es el amor el que nos llevamos y el que se queda flotando cuando nos hundimos. Es el amor el verdadero DIOS.
Hay un refrán que dice: "Mal de todos, consuelo de tontos"; pues bien, aunque se caiga en la tontería, parecido optimismo se ofrece al que va a morir: «Cuando cierre los ojos, miles de hombres habrán muerto también con usted». O sea, quien no se consuela es porque no quiere.
Sentimental y notable trabajo cinematográfico de Denys Arcand acerca del tramo final de un existencialista con muchísima o singular suerte, pues ¿quien se muere en este mundo acompañado de todo tipo de fraternidad, comprendido en todos los sentidos y auxiliado mejor que un marajá? La realidad es que casi nadie en este planeta del que formamos parte, muere de una manera tan extraordinariamente confortable como en esta película se cuenta.