Cuando creía que Tim Burton se había perdido para esto del cine, llega Dumbo y lo vuelve a situar entre los grandes. Ni siquiera unas niñas pelmas que no dejaban de dar patadas a mi butaca, ante el pasotismo de su madre, pudieron fastidiarme una película que está entre las 10 mejores películas del director.

Me resulta curioso como son retratados los dos circos: el de los Hermanos Medici siempre luminoso y bajo la luz del día, mientras que Dreamland, el circo de Vandemere, el malo de la película (Michael Keaton) está siempre retratado de noche o con tonos oscuros.

También me gusta el mensaje acerca de la libertad de los animales y de su no inclusión en espectáculos, muy propio de los tiempos que vivimos.

Sin embargo, la sustitución de los efectos alucinógenos en la mente de Dumbo después de emborracharse en la versión animada, aquí sustituida, no sea que alguien se escandalice, queda demasiado forzada.

La primera aparición de Dumbo, aunque excesivamente alargada con ese montón de paja que lo cubre y que parece pegada con super glue 3 ya que no se le cae por mucho que se sacuda para alargar el suspense, es maravillosa. Y sus escenas con la madre son muy emotivas.