Retazos de París y su romanticismo envueltos en papel de seda y diseñados por los mejores costureros. Cada uno de estos cortos nos regala una atmósfera diferente, un punto de vista particular del amor y de la vida. Su visionado es como sumergirse en la memoria colectiva del mundo y rescatar sus momentos más románticos, diferenciando cursilería de romanticismo.
Individualmente, y a pesar de la admiración que siento hacia la obra de Coixet, aquí, rodeada de muchos grandes, su corto decepciona no por su poca calidad sino por su incapacidad para emocionar, de la que la autora tanto puede enorgullecerse con sus películas. Esa voz en off recuerda quizás a un intento de repetición del París de Amelie y Jean Pierre Jeunet, más que a un intento propio de superación personal.
Los que no sorprenden, pero en el buen sentido, son Gus Van Sant, Alfonso Cuarón y los hermanos Cohen, brillantes, únicos en su estilo y en su forma, jugando con los límites de la realidad y la ficción pero reales y nítidos en su fondo.
Y sin embargo, yo me he dejado sorprender de verdad por otros directores de los que no esperaba tanto:
Vicenzo Natali, es uno de los directores a destacar por la fuerza visual de su corto que invita a olvidar el pasado hobbit del no poco encasillado Elijah Wood.
Sylvain Chomet con la cómica utilización del arte de los mimos que nos destroza con la dulzura de su cortometraje.
Tom Twyker y esa rapidez visual, una larga historia contada en décimas de segundos, mil planos, mil sensaciones por milésima, mil historias en una sola, mil recuerdos, mil pensamientos por la cabeza como en el momento antes de morir y un teléfono que suena, y le devuelve al tiempo su ritmo habitual.
En mi opinión, sin duda, ésta es la gran joya de la película, con Natalie Portman como protagonista, que se las apaña para parecer de nuevo más joven.