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Un papá muy poderoso

Comedia Bud Johnson (Kevin Costner) es un apático y juerguista cuarentón. Lo más valioso de su mediocre vida es su brillante hija Molly (Madeline Carroll) que, con sólo doce años, introducirá, sin querer, a su padre en la vida política. (FILMAFFINITY)
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
9 de marzo de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene un argumento simplón, predecible y mucho sentimiento made in usa. Sin embargo me ha entretenido, eso no lo puedo decir de todas las películas que veo(ni mucho menos), y esta con toda su simpleza y americanismo me ha hecho reir, y encontrar su puntito de ternura(aunque haya sido en dosis pequeñas).
Aconsejable como típica película de sábado por la tarde.
FelicianoRomero
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17 de junio de 2019
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Vi “Swing Vote” (“El último voto”, 2008, EE.UU.) dirigida por Joshua Michael Stern [1961-], un cineasta con solo tres películas en su haber, siendo esta su segunda. El guion es del propio director junto con Jason Richman y cuenta con un reparto interesante: Kevin Costner, Madeline Carroll y Paula Patton, entre otros. El género es una comedia política, pero con pretensiones de entretener al gran público, asunto que no podemos perder de vista. La trama es sencilla, pero logrará un efecto satírico importante del que luego hablaré: Bud Johnson (Costner) representa al ciudadano promedio estadounidense, de clase baja, apático ante el mundo político y que solo busca pasarla bien. En cambio, su hija Molly (Carroll) es brillante y comprometida con su entorno, lo que incluye en ella una valoración importante de lo que es participar en política. En las elecciones presidenciales, por una serie de infortunios, las cosas quedan en empate entre el candidato republicano y el demócrata, y el voto de Johnson lo decidirá todo. Ahora bien, dentro de los temas estéticos, la cinta es correcta. Cumple el rol que se le asignó: dar paso al entretenimiento. Tal vez la ambientación es algo más que correcta, pero nada que permita aplausos estrepitosos. El mérito del filme está en otro lugar: en la sátira política. A pesar del formato light, las sobreactuaciones de Costner y los múltiples clichés del género (un papá flojo con una hija sabionda, al mejor estilo de Los Simpson), hay algo que salva la obra: la crítica al trasfondo político estadounidense que tanto atrae al público de dicho país. Alguna vez escribí un artículo al respecto (y me arrepiento de no haber sabido de esta película en ese momento), donde señalaba que el género cinematográfico de elecciones es uno de los que garantiza algún éxito comercial en los teatros estadounidenses, en tanto que en dicho género hay una representación trágica del acontecer político, de algo que les causa tanto miedo como asombro a los estadounidenses en especial y a las personas que viven bajo democracias electorales en general: la forma en la que funciona el sistema electoral, en este caso, el estadounidense. Esta obra representa, con toques de humor, lo que muchas otras películas, que se remontan incluso a Frank Capra [1897-1991], dejan en claro sobre lo que hay en dicho país: las elecciones se han vuelto como ir al supermercado, donde los asesores de campaña dirigen tras bambalinas ese mercado de ideas, donde votar es como comprar un champú o cereales para el desayuno. No obstante, a pesar de esta mercantilización indebida de la política (representada en esta cinta con los asesores de campaña), cede ante el asombro que genera considerar que este, a pesar de sus problemas, es el mejor sistema posible, y que, a pesar de todo, los candidatos serían personas que piensan en su país. Sí, como lo mencioné, este filme sugiere que hay una brecha moral entre el asesor y el candidato (asunto muy nacionalista y ridículo: pensar que los candidatos, a pesar de todo, logran sobrevivir al mundo que los rodea, algo así como que salen secos de la piscina donde han nadado) por lo que termina arrojando una visión positiva de los segundos. Así, el ingenuo Johnson, al conocer mejor a los candidatos más allá de los asesores, termina por asumir con seriedad sus compromisos políticos como un héroe americano, eligiendo al mejor según su criterio. Pero como ya lo dije, el entretenimiento del gran público, mientras de fondo se proyecta una sátira, está en la comedia, algo superficial pero que funciona pues de otra manera no la entenderían todos, aunque es una comedia que en varios casos es hilarante, como la forma en la que la obra se ríe de los puntos históricos que han identificado a republicanos y demócratas. Con tal de ganar el voto de Johnson, los demócratas terminan por asumir el discurso republicano y viceversa. En conclusión, es una obra que, a diferencia de otras de su género, intenta mostrar la triste realidad de las campañas electorales estadounidenses, pero centrándose en una dualidad asesor-candidato que es algo más o menos innovadora. Igualmente, esta película ratifica la mirada de miedo-asombro con que el público estadounidense observa su sistema político, mirada que suele garantizar algún éxito comercial de las cintas que logren atraparla. En este sentido, si bien este filme no logrará ser un hito en su género y fácilmente se borrará de la memoria del espectador, no por ello dejará de ser un ejemplo bueno de aquella línea de trabajos académicos sobre el cine y las elecciones que a tantos ha cautivado. Vale la pena pues como motor de reflexiones políticas y como ejemplo de sátira del entorno del ciudadano y del gobierno. 2019-06-17.
Andres Botero
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27 de febrero de 2022
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La renovación de mandato del presidente o el relevo en la Casa Blanca, por arte de la casualidad, está en las manos de un solo hombre, un hombre vulgar, sin apenas estudios, medio borrachín y más vago que la chaqueta de un guardia, separado y custodio de su hija, que es la única de los dos con inteligencia e ideales. Pues bien, ese hombre tendrá diez días para decantarse por uno o por otro para el nuevo mandato.
Cinta sencilla con una premisa que podría haber dado mucho más de sí, que en otras manos podría haber sido mucho más cáustica, pero claro, no es cuestión de poner en solfa el sistema político americano, ¿verdad? No es tanto el atrevimiento.
Su director, el tal Stern, quiere emular las cintas de Frank Capra, y Kevin Costner pretende ser la reencarnación de Gary Cooper. La pena es que ninguno de los dos está a la altura. No obstante, la cinta realiza una pequeña crítica hacia el mundo televisivo, al ensalzamiento de un personaje al que utilizan para luego olvidarlo, como pasa tantas veces. Son "el minuto de gloria", solo que a Costner le dura diez días. Tanto Grammer como Hopper están correctos como candidatos, aunque el guion haga cada vez sus personajes menos creíbles.
Como comedia funciona de manera suave, como crítica es más suave todavía, hasta el punto de que acaba por perder su presunto mensaje mordaz, soltando hacia su tramo final una más que previsible moralina "made in America".
Se deja ver... y se olvida, todo en uno.
Pepinillo cinéfilo
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19 de marzo de 2021
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La política es un espectáculo muchas veces dantesco, inmoral, corrupto y decididamente superior a cualquier "plot twist" de una película, como vemos desgraciadamente en España. El último voto es una película que refleja precisamente eso: cómo la política, y los políticos, pierden la dignidad continuamente a cambio de un cargo y unos votos, o, en este caso, un único voto.
La cinta de Joshua Michael Stern (que sólo ha dirigido otras dos películas: El libro mágico, con Aaron Eckhart, y el Jobs de Ashton Kutcher) es francamente buena, muy entretenida, con mucho encanto, divertida, y sobre todo más que certera y ácida en su crítica de las estrategias políticas y la falta de escrúpulos cuando se trata de conseguir el voto del ciudadano. Fíjense si no en escenas maravillosas, como la del anuncio electoral que graban los candidatos para dirigirse directamente a Bud, y no me digan que no es un reflejo perfecto de lo que vemos casi a diario en cualquier país y en la vida real. Además, la historia se cuenta, como decíamos, con mucho mimo, con diversión, con personajes sencillos y cercanos y de forma muy entretenida.
Kevin Costner, por su parte, que no es el mejor actor de la historia, interpreta perfectamente a Bud, y clava su dejadez, su carácter despistado y afable, y su sorpresa ante el embrollo en el que se ve metido sin pretenderlo. Y es un logro, sin duda, que habla mucho y bien de la calidad como intérprete del autor de Bailando con lobos, porque su espectacular físico no cuadraba mucho de entrada con el personaje, y consigue resultar totalmente creíble.
En definitiva, una cinta más que notable, en su mensaje y en su forma. Un visionado de lo más agradable.

Lo mejor: Kevin Costner, fantástico, y lo que nos explica sobre la política, sin ambages pero con mucho encanto.
Lo peor: Es quizás excesivamente larga. No hacían falta dos horas para contar esta historia.
Sibila de Delfos
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