De ilusión también se vive

"De ilusión también se vive" parece una comedia navideña e infantil de poco peso pero no, fue premiada con tres Oscars, al mejor actor secundario para Edmund Gwenn, por el guión para George Seaton y por la mejor historia, para Valentine Davies, más una nominación a mejor película. Ahí es nada. Aunque por este camino de reconocimiento, una mención especial se lleva Natalie Wood, con unos ocho o nueve años, que no sabía que salía pero viéndola de niña se me ocurrió que era ella, como así es. Y ya que estamos, para cerrar el círculo, la niña holandesa, que madre mía lo que habrá vivido ya, pues todo indica que se ha quedada huérfana por la Segunda Guerra Mundial en unos Países Bajos arrasados por los nazis.

Bueno, volviendo a la película, es una obra tierna, bienintencionada y amable que va de menos a más. Su idea es muy buena, la de tratar de demostrar la existencia o no de Papa Noel de ahí que la parte del juicio sea la mejor, pero hay algo en el enfoque que no termina de convencerme. Aunque trata de mantener la ambigüedad sobre la identidad de Kris Kringle (Edmund Gwenn), todos estamos convencidos de que realmente lo es y eso le hace perder gracia. Por otro lado, la trama incorpora un romance con un abogado que no pinta nada, en todo caso tendría que haber sido con el compañero en Macy's y, lo que es peor, su mensaje es demasiado blando y no llega entre otras cosas porque creer ni implica ni les cuesta nada.

Porque parece que se da por hecho que sí, pero yo no las tengo todas conmigo. Creo que ni los propios personajes creen que lo sea. Si lo piensas, ¿qué hace de extraordinario para afirmar que es un personaje mítico?

«De ilusión también se vive» es una comedia típica navideña, buen rollista, rosa y azucarada que pasaría desapercibida si no fuera porque tiene un juicio la mar de curioso donde un abogado pretende demostrar que Kris Kringle es Papá Noel. Más allá de esto, me parece que no ha lugar a siquiera una vista si tenemos en cuenta que el denunciante quiere retirar la denuncia. ¿No se podría llegar a un acuerdo? ¿La fiscalía no puede retirarse?

Sea como sea, ¿es Kris Kringle Papá Noel? ¿Importa, o lo crucial es que sintamos el espíritu de bondad y generosidad que inspira esa figura? La película es de 1947, pero es plenamente actual en la crítica que hace a la Navidad como período de puro consumismo. Si es que el mundo, en algunas cosas, no ha cambiado tanto.

Amena.

Correcto film en el que George Seaton su director, intenta crear la atmósfera de Capra. En esta ocasión pasa de forma muy discreta y no logra hacer una gran película. Sólo la gran Maureen O`Hara y la prometedora Natalie Wood equilibran algo la película, pero quedando un film más bien mediocre.

William Perlberg era hijo de un judío polaco que emigró a los EE.UU. a principios del siglo XX.
Al finalizar la 2ª Guerra Mundial produjo esta película que podría tener una buena acogida en un público necesariamente afectado por los horrores pasados.

Bien por la ejecución del proyecto que, siempre entre gente amable, presenta una historia fácil de digerir.

PERO su Papá Noel de celuloide nos habla del verdadero sentido de la Navidad. Se lamenta de cómo esta fiesta se ha convertido en un desenfreno consumista. "Navidad al mejor precio", leía yo estas últimas navidades en la cabecera de un folleto de una cadena de distribución. "Black Friday", en pre campaña navideña. Sí, todos sabemos lo que en el mundo se celebra en Navidad.

Así que, para el Papá Noel de Perlberg, el verdadero sentido de la Navidad es el amor, ser buenos, la inocencia de los niños.. Es bonito. A mí me gusta.

Y ahí queda su veneno, su adornada mentira. Navidad es la celebración del nacimiento del Hijo de Dios. Es una fiesta cristiana que no celebran ni musulmanes, ni judíos, ni paganos. Tampoco Papá Noel, al que sus innumerables guionistas jamás le permitieron pronunciar el nombre de Jesucristo -para sabotear la celebración-.

Ese es el veneno. También en esta fétida manipulación mediática que enmascara cuál es el verdadero significado de la Navidad.
No es reunirse con la familia a comer y beber.
No es fastidiarse comprando regalos -o recibiéndolos-.
No es la fiesta de los niños pobres -aunque la disfruten más los niños con un pasar-.
No es la fiesta de la paz, del amor ni del perdón.
No es...

El verdadero sentido de la Navidad tampoco es el que recita el Papá Noel de farándula de Perlberg. La Navidad lo que celebra es el acontecimiento más extraordinario, junto con la resurrección de Jesucristo, que ha tenido lugar en la historia conocida. Su nacimiento. El nacimiento del ¡Hijo de Dios! Y si se cree en Él, se conoce más del amor, la paz y el perdón que viendo películas con viejos maquillados.

Si esto no se cree, bien, en la Navidad cabe cualquier mentira bien trabada. Pero sabemos que es mentira porque, se crea o no, sí que sabemos por qué se celebra Navidad en los lugares que lo hacen. Digan lo que digan musulmanes, judíos, paganos o el milagroso Papá Noel de 34th Street.

Más basura bien vestida, de rojo y en blanco y negro. Y siempre de los mismos pero, cierto, si no se cree en el verdadero sentido de la Navidad, esta película es amable hasta decir basta, sus personajes agradan hasta el más exigente y su guión entra plácidamente.

En justicia: Aun mentirosa, mejor esta, a años luz, que las cientos de miles de crímenes, violencia, adulterios, robos, guerras, héroes de metralleta, sexo salvaje, asesinos psicópatas... que tanto nos deleitan.

Película de 1947 que nos retrata la fe, el idealismo, la creencia en el espíritu navideño, con actuaciones destacadas como las de Edmund Gween como "Kris Kringle", un simpático y entrañable Papá Noel, y Natalie Wood como la niña "Susan Walker", quien a pesar de los dichos de su madre "Doris Walker" (una hermosa Maureen O'Hara pero cuyo personaje pierde fuerza a medida que avanza la trama), guarda en su ser la fe y la convicción que todos los sueños se pueden hacer realidad, a través de la creencia en Papá Noel Kringle, quien le hará ver las cosas de otra manera, con imaginación e inventiva.

Un argumento que funciona bien en una primera parte pero que luego, a su pesar, va perdiendo fuelle: las escenas del juicio a Kringle resultan un despropósito, acaso se salva la intervención de "Thomas junior" (Robert Hyatt), el pequeño hijo del fiscal "Thomas Mara" (Jerome Cowan). Por demás, la forma final en que se determina "la existencia de Papá Noel" es de sonrojo.

Un film que se sostiene gracias al carisma de Gween y cuyo mensaje, pese a todo, logra trascender la pantalla.