Horizontes perdidos

Dentro de todos los géneros que experimentó Capra, esta es su obra más próxima al cine de aventuras, pese a que sólo lo sea en parte. Este cuento, y es que no hay mejor forma de definirlo, nos sumerge en un fantástico e imposible mundo donde toda persona busca su propia redención.

Su trama, del todo simple, sólo sirve como excusa para adentrarnos a aquel maravilloso mundo que el realizador nos quiere mostrar, donde el mal, la codicia o la avaricia son meramente conceptos abstractos que nunca se llegan a emplear. Capra emplea a un grupo desafortunado de personas que acaban perdidos por un accidente de avión en el Himalaya donde encontrarán refugio en Sangri-la, un paraíso perdido donde todo está inmensamente próximo a la perfección, donde solo existe la paz, el amor, la buena convivencia y las ganas de aprender.

Si nos fijamos en la época en que se realizó “Horizontes Perdidos”, nos damos cuenta que coincide con el auge del movimiento nazi, así como el fascismo italiano, cuando la 2ª Guerra Mundial estaba cada vez más próxima. A partir de esos fatídicos años, Capra intenta sumergirnos en una inmensa utopía, dándonos a todos una lección de la importancia de la convivencia y del respeto, mostrando una increíble alegoría a la paz y a la vida sencilla. Toda esta idealizada y fantástica fantasía es vista a partir des del punto de vista del personaje de Ronald Colman, y es que sería un delito hablar de “Horizontes Perdidos” sin mencionarle, pues él es el eje central que mueve la historia y como comprende esa aura de paz, donde al final todas sus ansias de volver a la civilización desaparecen. También habría que destacar la muy buena actuación de Howard, que encarna al hermano de Colman, que no comparte su opinión.

Por desgracia, esta visión de un mundo utópico se va ralentizando a la larga, volviéndose algo más larga de lo que bebería ser. Capra falla en repetirse en escenas que más o menos tratan de decir lo mismo y que ya había quedado claro anteriormente. Tampoco ayuda un brusco y un tanto idealizado e ingenuo final, propio de su época. Pero no se puede negar que estamos ante un fantástico y más que admirable film de corte fantástico y aventurero que nos habla de la humanidad, con una inmensa alegoría a la vida sencilla y tranquila, donde el mal, la avaricia o la codicia son pura imaginación. Todos estos puntos hacen que estemos ante un film muy reflexivo, donde nos da qué pensar de cuáles son los valores en los que debería regirse una sociedad para su prospero y buen funcionamiento.

Peli un poco a contracorriente en la filmografía del gran Capra, dirigida después de “Sucedió una noche” y “El secreto de vivir”, nada tiene que ver en cuanto a estilo con las comedias precedentes que tanta fama y prestigio le habían reportado.

Presentada en un envoltorio de aventuras exóticas en tierras lejanas, pronto se destapa como un drama existencialista que aborda los temas tan característicos del director italoamericano, habitualmente presentados en otras ocasiones en formato de comedia romántica: el valor de los buenos sentimientos frente al envilecimiento al que nos someten los intereses creados por la sociedad, la búsqueda de la felicidad en contraposición al materialismo y todos los defectos que la acompañan, como el egoísmo, la codicia, la avaricia… a fin de cuentas, la lucha del individuo por mantenerse íntegro.

Es admirable el tiempo que dedica Capra a los diálogos importantes en los que se debate el meollo de la cuestión, algo impensable hoy en día en una superproducción, la elegancia de las imágenes, la atmósfera misteriosa, la naturalidad de la interpretación de Colman, el equilibrio entre las escenas de gran calado filosófico con las ligeramente festivas de los personajes en el valle, la música envolvente de Tiomkin, la aportación de unos secundarios de lujo o la habilidad en las escenas que representan las montañas nevadas, todo confiere a la historia un aire de ensoñación que nos hace creer que estamos dentro de un cuento. Todos aspiramos a encontrar un lugar en el que no pase el tiempo, no importen las culturas ni las religiones, no haya etiquetas sociales ni prejuicios, ni guerras, ni pobreza…. todo sea armonía y podamos ser nosotros mismos sin temor al qué dirán. ¿Realmente sería posible vivir en un sitio así?

No tuvo la acogida esperada y supuso un fiasco económico para la productora que tardó varios años en amortizar la inversión, por lo que Capra volvió a su fórmula ganadora de mostrar esas inquietudes propias de un drama con el envoltorio de una comedia, y hacerlas así más digeribles para el gran público. Sirvan como ejemplo “Caballero sin espada”, “Juan Nadie” o “Qué bello es vivir”, historias en las que el personaje principal las pasa canutas (incluso algunos piensan en el suicidio) para mantenerse en pie frente a los poderes establecidos.

Por su parte, “Horizontes perdido” ha quedado hoy en día como un clásico delicioso, una bonita y sensible historia con momentos mágicos y una verdad incuestionable: todos buscamos nuestro Shangri-La.

Fenomenal adaptación que Frank Capra (con ayuda de su habitual guionista Robert Riskin) hizo de una novela de James Hilton, en la que el director italoamericano plantea una maravillosa amalgama de romanticismo y aventuras con algunos retazos filosóficos.

Se dan cita en esta escapista historia un heterogéneo conglomerado de personajes en un misterioso escenario utópico con la templanza, el sosiego y la paz como bases existenciales.

El trabajo de diseño artístico de Stephen Goosson es espléndido, del mismo modo que las interpretaciones de Ronald Colman, Edward Everett Horton, Thomas Mitchell, o un soberbio H. B. Warner recibiendo una candidatura al premio Oscar por su excelente actuación.

El aspecto romántico es lo menos destacado de una película cuya banda sonora de Dimitri Tiomkin ayuda a distinguir las muy diferentes atmósferas con que son representados el mundo real y el ideal.

Nota: 8,5

Entrañable película que reflexiona sobre otra cultura y otra manera de vivir la vida. Los personajes quedan seducidos por la magia de Shangri-la, un paraiso perdido.
Quizá sobre algo de la parte final y falte algo de diálogo en el desarrollo de la película, pero aún así consigue que el espectador se "crea" lo que está viendo.

¿No os recuerda el anciano de 200 años a Darth Sith de Star Wars?

Partiendo de que soy un admirador del gran maestro Capra, reconozco que esta es de sus obras menores. En su momento quizá destacó por algunas escenas muy bien rodadas, pero que duda cabe que una visión en la actualidad nos deja una película ñoña y como poco interés. A pesar de todo, se nota la dirección del gran maestro y su gran aportación en el momento de su rodaje, pero tampoco le acompaña la falta de actores de gran talla con los que si contó en sus obras maestras (Que bello es vivir, Arsenico por compasión, Un gangster para un milagro).