Un fin de semana en París

Pues he decidido que no, no me la puedo creer porque es artificiosa, no refleja para nada la relación de un matrimonio maduro mínimamente creíble.
Es un invento mas de historia complicada a lo Igmar Bergman, con toques de psicoanálisis y remates bobos y estúpidos. Me aburrió y a pesar de que quiere ser "profunda" es intrascendental y retórica.
Lógicamente estos experimentos supuestamente "inteligentes" gozan del beneplácito de la crítica que parece vivir mas en el limbo que sobre la faz de la tierra.

Qué decepción, vas al cine pensando en pasar un rato entretenido y te encuentras con que la pareja protagonista son una maltratadora y un masoca, eso sí, en París.
Me ha resultado tremendamente desagradable el maltrato de ella hacia él, y encima las críticas ponen la película como algo amable y divertido(?)
El 3 es porque París sale bonito, así de claro

Un matrimonio de sesentones decide celebrar su treinta aniversario dilapidando el dinero que tenía ahorrado para reformar el cuarto de baño en un fin de semana en París, rememorando su luna de miel. Pero ella decide que su luna de miel fue bastante cutre y que en esta ocasión no se van a privar de nada. Y él se hace el loco y le sigue el juego. Esta línea argumental que hace que nuestros vejetes se comporten como gamberros no supone una simpática transgresión, sino simple irresponsabilidad.
Además, como París es un pañuelo, el protagonista se encuentra con un antiguo pupilo que ha triunfado donde el fracasó. Esto propicia la patética secuencia de la cena, donde el protagonista muestra todas sus miserias. La particular relación de amor-odio de esta pareja no resulta demasiado significativa. Es la forma en la que han decidido convivir y no representan ningún paradigma de pareja madura y desgastada por la larga convivencia. Su peripecia personal puede interesar más o menos, pero su irresponsable aventura no me convence.

Una sensación de desasosiego te invade... calidez helada que se espina en el alma. Una fotografía envidiable, unos encuadres bellísimos que llenan de abrigo el sentido, el tacto, pero lo hermoso es la historia. Intentar tocar el tema más árido de nuestros miedos más íntimos con un envoltorio dulcificado. A veces nos olvidamos de vivir, ¿y cómo filmar esa sensación?: contraponiendo el personaje a los sentimientos, la actitud al calor humano, los sueños a la realidad. Roger Mitchell nos engrasa la antítesis de la existencia con pequeñas perlas de vanidades diluidas en vasos cóncavos de realidad. Deformados con el paso del tiempo los personajes se han olvidado de vivir, y se alejan del anhelo de lo que fueron, con miedo a no llegar nunca a su fin.
Los personajes dosifican su vida en minutos de metraje sin paladear... con diálogos de una vida escenificada en suspiros de gloria, que nunca serán exhalados. Unas palabras llenas de significado y carentes de significante actual. Maravillosas interpretaciones, que crecen con nosotros en nuestro interior, un panel de vidas con sus miedos por bandera y sus contrapuntos interaccionando.

Melodrama que intenta no cargar las tintas de los tópicos en ningún sentido y consigue el prodigio de huir de las estridencias y ofrecernos una historia otoñal que huye de la ñoñería y se asienta en la naturalidad de dos actores en estado de gracia que traspasan la barrera de lo políticamente correcto y convierten una amable comedia en un drama que cuenta sobre silencios y segundas oportunidades. Hay dos maneras de enfrentarse a una historia así, una es la manera más simple y efectista y el otro camino es complejo (y en cierta manera, descorazonador). “Le week end” opta por la complejidad y nos ofrece una historia de decepciones cotidianas donde una pareja en crisis (aunque ellos no lo saben o no quieren saberlo) se esfuerzan por no ver sus propios defectos. Como dice el personaje de Jeff Goldblum “nos hemos vuelto seguros y cómodos” o lo que es lo mismo… “Le week end” explica que salirse de la comodidad tiene consecuencias aunque esas consecuencias, podemos sobrellevarlas con la experiencia. Película que hará las delicias de los consumidores de viagra y de las abuelas que hacen zumba e incluso podrá interesar a más de uno que huye de películas ñoñas sobre las personas de la tercera edad. Una delicia de película de abuelos alejada de lo que son las películas de abuelos. Si a eso le sumamos el recital interpretativo de los otoñales Jim Broadbent y Lindsay Duncan... ¿qué mas se puede pedir?