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Mephisto

Drama Un ambicioso actor de teatro (Brandauer) no duda en concentrar todos sus esfuerzos en adular el nazismo con tal de lograr el éxito en su profesión. Llega incluso a casarse con la hija de un importante prohombre del régimen para poder medrar. (FILMAFFINITY)
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
17 de marzo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
82/16(12/03/21) Sugerente aunque algo reiterativo drama dirigido por el húngaro István Szabó, con guión del propio realizador junto a Péter Dobai (“Sátántangó” o “Armonías de Werckmeister”), respeta a rasgos generales la misma estructura faustiana de pacto con el Diablo del opus de Mann, adaptando la novela homónima de 1986 de Klaus Mann (hijo de Thomas; en el momento de escribir la novela estaba exiliado de Alemania en 1933 después de que los nazis lo procesaran por un cabaret político que creó llamado Die Pfeffermühle, y vivia en Ámsterdam), cuya madre era judía y cuya ciudadanía alemana le fue despojada en 1933, más tarde se convirtió en ciudadano estadounidense, que a su vez se inspirado en su cuñado (y al parecer amante) Gustaf Grundgens, actor y colaborador nazi, intérprete muy conocido en su tiempo por el rol de Mefistófeles en una puesta teatral de Fausto (1808 y 1832), de Johann Wolfgang von Goethe, y por haberse convertido en uno de los principales mandamases del teatro prusiano a expensas de Hermann Göring, el histórico segundo al mando del nazismo después de Adolf Hitler y uno de los hombres más poderosos de la dictadura, también tuvo una carrera cinematográfica, llegando a participar en M (1931), de Fritz Lang, y a componer al Señor de las Moscas en Fausto (Faust, 1960), de Peter Gorski. Grundgens sigue siendo una figura de intensa disputa con respecto a su colaboración con los nazis, el libro analiza el ascenso del actor alter ego del mencionado, Hendrik Höfgen.

A su vez puede ser la película un modo de expiación terapéutica de István Szabó, pues el cineasta entre 1957 y 1961 fue informante de la policía secreta del comunismo para evitar ser expulsado de la Academia de Artes Teatrales y Cinematográficas de Hungría. Quedando para la cinta un estudio mordaz sobre el arribismo, la avaricia, la amoralidad, y sobre todo los límites difusos entre la actuación y la realidad. Siendo esto enarbolado por una sensacional desempeño como protagonista del austriaco Klaus Maria Brandauer en su debut en cine a los 38 años, con una expresividad arrolladora, un carisma desbordante, una interpretación operística que el sienta turbadoramente formidable al film. Mephisto recibió el Oscar de 1981 a la Mejor Película en Lengua Extranjera, primera película húngara en ganar el Oscar de lengua extranjera, y la única hasta que ganó “El hijo de Saúl” en 2016. Es un retrato del nazismo fuera de la WWII, sin purgas judías, sin escenas bélicas, sin masacres, que este régimen era un Averno se sobreentiende.

El relato es un retrato de personalidad con epicentro en el actor Hendrik Höfgen, un tipo que cuando lo conocemos actúa y canta durante la República de Weimar en tugurios en Hamburgo, con ideales políticos volubles y maleables, en principio se apega a los izquierdistas de influencia revolucionaria soviética, cree en un todo donde el espectador se funda con la obra teatral a modo de colectivismo bolchevique. Tiene una pareja negra, Juliette (Karyn Boyd), con la que mantiene una lujuriosa relación, pero por su afán ‘trepa’ se casa Nicoletta (Ildikó Bánsági), cuyo padre le puede ayudar a escalar en el teatro. Cuando los nazis llegan al poder ven en este actor a una marioneta a la que manipular a su antojo, siendo el Maestro de este Títere el jerarca teutón Tábornagy (Rolf Hoppe), un claro alter ego de Hermann Göring, que se erige en Mefistófeles para Hendrick/Fausto. Este trato ‘infernal’ se ejemplifica pomposamente en la escena en que tras una representación de ‘Fausto’, se le pide a Hoefgen visite el palco del gerifalte en su palco del teatro, va con el maquillaje y vestimenta de Mephisto, operísticamente es saludado por el mandatario nazi ante las miradas del público en pie, cual notarios del faustico trato. Esto lo lleva a ser designado director del Teatro Estatal situado en Berlín. Y él se deja mangonear con tal de tener éxito, él parece decirse que lo hace para poder ayudar a no ser tan radical el ideario nazi en el arte, y termina siendo parte de ello, en una eugenesia artística aria. Por su puesto su gran éxito en la actuación es Mephisto, donde es un Fausto que traspasa la meta-ficción en cómo ha vendido su alma al Diablo (nazismo) por alcanzar la fama. Pero para el General solo es un ‘juguete’, aunque Hendrik se crea amigo de él, pero esta jerarquía queda patente cuando el actor va a ver a Tábornagy a interceder por un amigo suyo detenido, pero el militar lo humilla de modo grotesco gritándole y dejándole sin habla. Rolf Hoppe encarna al mandatario con gran vis serpentil, con sonrisa empática, halagador, hasta que el Mal enseña su verdadero rostro en la mencionada escena, muy bueno el actor.

La puesta en escena resulta notable en su crucial función de proyectar un estado de ánimo. Empezando por la dirección artística de József Romvári (“Evita”), con toda una galería de escenarios que transmiten, desde los cabarets de Hamburgo, los apartamentos, o la ampulosidad de los teatros, palacios y despachos nazis; EEsto enaltecido por la cinematografía de Lajos Koltai (“Malena”), que en sus cromatismos destila una atmósfera decadente.

El 7 de octubre de 1963, mientras viajaba por el mundo, Gründgens murió en Manila de una hemorragia interna. Nunca se ha podido determinar si se suicidó o no por una sobredosis de somníferos. Sus últimas palabras, escritas en un sobre, fueron: "Creo que tomé demasiadas pastillas para dormir. Me siento un poco raro o extraño. Déjame dormir mucho". Está enterrado en el cementerio Ohlsdorf de Hamburgo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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1 de marzo de 2009
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Cuán feliz y contento quedo cuando veo una película de tal magnitud que se regodea no sólo en presentar un tema punzante como el nazismo, sino que se muestra versátil en su realización al grado de que el tiempo que dura podría ser excesivo a primera vista, pero al hecho las más de dos horas transcurren sin parpadeo alguno.
Sin ser un ritmo alocado, se encadenan suspicazmente las escenas con interéses específicos dando vida a cada cuadro. No hay nada gratuito.
Aunque el final no me agrado del todo, era la justa y no más.
Sin lugar a dudas las palmas se la lleva el genial actor Klaus Maria, quién personifíca con encanto singular un actor ávido de reconocimiento. Lleno de matices y con los tintes exactos que la historia merece, su Mefisto se rodea de muchos faustos en la cinta.
fgore
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18 de noviembre de 2023
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Pues me parece una película estupenda. En realidad toda la historia de esta película es una maravilla. La novela de Klaus Mann es una obra de arte. Estupendamente traducida y bien editada es una novela que hay que leer, sobre todo para formarse esa idea que todo, más o menos tenemos, sobre la participación civil en el holocausto. La rivalidad con el padre, que había escrito Doktor Fausto, otra de la novelas imprescindibles de los Mann, que eran legión: Thomas el premio Novel, su hermano, su primogénito, etc.
La película es una maravilla, una parodia del propio Hitler, del líder supremo. Histriónico, excesivo, vulgar y brutal, rancio y tradicional, pero torpe en sus puntos de vista, falto de calidad mental, probablemente enfermo mentalmente y despiadado en su ambición política y militar. Pues sinceramente, viendo a Klaus Maria Brandauer puede sentirse miedo, una tensión especial, una pulsión hacia el mal. Parece un malvado. Tienes que saber que es una película, pero hace muy bien de malo. Quizá haya alguna película de él como Hitler, no la recuerdo, pero debe haberla, porque lo bordaría. Siempre ha sido un actor que me ha gustado mucho.
El ritmo de la película es idéntico al de la novela. Quizá se aprecia mejor la transformación mental del personaje en la novela. En la cinta parece que siempre ha sido malo, un malvado y una persona ambiciosa. En la novela quizá se suaviza esa tendencia hacia el poder y la capacidad de transformación. En la cinta desde el principio le ves como un ser despiadado, con ambición y sin ningún freno a sus apetitos.
En todo caso refleja perfectamente un tipo de sociedad civil, la alemana de aquella época, capaz de llorar con Ghoette, y construir campos de concentración al mismo tiempo.
Perfectamente escenografiada, con un color magnífico, una guión perfecto, un actores excelentes.
La llegada del nazismo tuvo que suponer una especie de ciclón que helaba todos los aspectos. La idea de asociar al mal con el frío es inteligente y se asocia frecuentemente. Y la idea de asociar a Hitler con mefistófeles también es interesante.
El papel de la princesa del Niger es menos violente en al cine. En la novela no se oculta que el actor tiene una clara relación masoquista, pero en la película es simplemente su amante, sin más.
La tensión política también es más palmaria en la cinta. Se explican las cosas de manera más clara y directa. En la novela todo es más implícito. No sé si será incluso mejor película que novela.
ÁAD
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