La condición humana II: El camino a la eternidad

El objetivo de Kaji es sobrevivir, a toda costa. Así se lo promete a su amada esposa cuando esta lo visita al campamento de instrucción, donde nuestro protagonista continuará aprendiendo sobre la barbarie y falta de solidaridad, sobre la brutalidad y falta de escrúpulos, sobre aquello miserable que rodea a la condición humana.
En la primera parte ("No hay amor más grande"), Kaji critica los sistemas de trabajo del estado nipón; ahora, en esta segunda parte, la víctima de su particular modo de ver la vida será el ejército y sus métodos, la disciplina militar y el respeto a las tradiciones absurdas.
Esta parte de puede dividir a su vez en dos, perfectamente ensambladas: una primera, donde se describe la vida de los reclutas durante el periodo de instrucción, muy intensa, muy dramática e impactante, prácticamente sin respiros, donde lo más descomunal es el momento en que Obara decide su suerte y cómo ocurre (me parece insuperable y demoledor); y una segunda, ya en primera línea de combate, haciendo frente a la ofensiva rusa, es una parte algo más moderada, donde predominan los planos cortos, y donde Kaji defiende a la persona por encima de cualquier razón para el combate: lo más importante es volver con tu mujer o con tu chica, e impedir lágrimas en el rostro de tu madre ante tu muerte. Porque eso en el ejército nipón de la segunda guerra mundial era considerado un pensamiento afeminado, y ahí radica lo novedoso de su mensaje, su humanitarismo.
Impresionante obra que todo el mundo debiera ver antes que "La chaqueta metálica" de Kubrick (calco argumental) de la misma manera que todo el mundo debiera ver antes "Los siete samuráis" a "Los siete magníficos".

Por si fuera difícil, supera aún a su predecesora, una historia que como la anterior está perfectamente narrada e interpretada con recursos de cámara pocas veces vistos. Supone la incursión de Kaji en la fábrica de soldados del ejército imperial y la nueva separación de su mujer con quien al menos tiene ocasión de compartir unos últimos momentos repletos de ternura.
Las similitudes con "La chaqueta metálica" son más que circunstanciales y Kubrick se ocupó de añadirle el aderezo necesario para alcanzar las cotas que actualmente ocupa su obra. A la fecha somos poco más de 300 los que hemos visto esta película frente a más de 57000 de la americana de gran repercusión mediática.
Lo mismo pasó con "Yojimbo" de Kurosawa (eso ya fue escandaloso) con "Un puñado de dólares" de Leone. También Scorsese ha hecho lo propio y se ha "infiltrado" en alguna obra asiática.
Plagios o inspiraciones aparte, esta saga está siendo mi último gran descubrimiento cinematográfico de tal forma que para evitar infravalorar otras películas estoy por tomarme unas vacaciones en lo que a esta actividad se refiere...aunque afortunadamente todavía me falta la tercera parte...
Arigatô gozaimasu, Masaki Kobayashi.

Segunda parte de la trilogía de “La condición humana” de Masaki Kobayashi basada en la novela homónima de Junpei Gomikawa, dividida en seis partes cada una adaptada aproximadamente en cien minutos de duración.
En este caso, en las partes tercera y cuarta del relato asistimos a la instrucción a los reclutas y a la entrada en batalla respectivamente, siguiendo los pasos de nuestro humanista protagonista Kaji.

Debo confesar que en la parte de la instrucción, había visto previamente “La chaqueta metálica” de Stanley Kubrick, y me impresionaron las similitudes entre ambas. Personalmente, considero que Kubrick bebe de esta obra como influencia, lo que para mi no resta valor a ninguna, al contrario, indica el nivel de perfección de esta obra.

Aquí también tenemos a un recluta patoso, y un ambiente como una olla a presión que va escalando progresivamente, sin embargo, donde en la obra de Kubrick se muestra un estallido de violencia visualmente fascinante, aquí la fatalidad es producida por el azar y la torpeza, lo cual lejos de impresionar menos, lo convierte en una tragedia más real.

En ese ambiente militar, Kaji se mantiene inflexible, sin doblegarse ante las adversidades y es que la actuación de Tatsuya Nakadai, uno de los mejores actores del siglo veinte, de una integridad y una dignidad apabullantes ante cualquier humillación, otorgan a Kaji una fortaleza inalcanzable para el común de los mortales.

En este caso el enemigo de Kaji es la propia disciplina militar, la tiranía y el abuso de poder en contra del sentido de camaradería o la justicia. Debido a su pasado es tratado despectivamente, con mayor dureza, dejándole a él y a otros que comparten sus ideas con las tareas más odiosas y los trabajos más sucios, aún con todo, sigue aguantando y su talento le lleva a que le adiestren como francotirador.

En único inciso de bondad está en la visita de Michiko, a la que Kaji promete que se reunirán para comenzar una nueva vida. Es este el punto de inflexión en el que sabemos que otras opciones como la huida o la deserción, no son posibles para el.

“Mientras estemos vivos, podemos volver a encontrarnos”

Así pues Kaji sigue su camino con esperanza ante un futuro más que incierto, depositando su amor, bondad y esperanza en el recuerdo de Michiko de ahora en adelante.

En la cuarta parte, Kaji asume a sus propios reclutas y muestra un liderazgo y sentido de la responsabilidad a la altura de lo que habíamos visto de él hasta el momento, sin embargo, su constante de seguir sus principios en contra del sistema que le rodea, cada vez le acarrea más problemas y dolor, mostrando así que nada puede quedar sin mácula en un mundo repleto de transgresiones y como su inteligencia le impediría hacer lo correcto, por lo que se limita a usar su valentía.

Una vez en la línea de combate ante los tanques rusos, vemos lo mostrado en cualquier guerra, miedo, desesperación, locura y muerte. Y los actos imperdonables. Los momentos que tiñen de rojo cualquier alma humana y que no se van jamás, el inicio del descenso a los infiernos.

Segunda parte de esta enorme trilogía realizada por el excelente realizador japonés Masaki Kobayashi. Si bien es cierto mantiene un buen nivel a lo largo de las casi tres horas de duración, en esta ocasión si se siente un poco forzado lo extenso del metraje. Lo que sucede es que por momentos se vuelve algo repetitiva y no se siente que se avanza en la historia.

Para iniciar hay que mencionar que en este momento, el personaje principal Kaji, sufre cierto cambio en su actitud, de forma forzado, su inclusión en el ejército es la gran causante. En ese punto, se muestran los tratos sufridos por los reclutas, gracias al exigente entrenamiento, los generales no tienen piedad en maltratar a los futuros soldados.

Kaji vive esa situación, e intenta luchar por una preparación más humanista, lucha por los derechos como personas de él y sus compañeros (situación similar en Ningen no Joken I, pero evidentemente en un contexto totalmente diferente). Básicamente deben vivir bajo una estricta disciplina, cumpliendo las órdenes y los entrenamientos que se les asignan.

Todo este periodo de preparación de los reclutas es llevado en términos generales bien, sin embargo con los desfases antes mencionados. La batalla que se muestra, si bien es cierto es muy corta (comparada con la duración del film) es llevada de forma magistral, esa defensa de las trincheras es brutal, el temor de los personajes es sentido por el espectador, el destino seguramente está ya fijado.

Finalmente decir que en esta ocasión la participación de la esposa de Kaji, Michiko (Michiyo Aratama), es casi nula a excepción de unos cuantos minutos en cierto momento, aunque es mencionada a lo largo del metraje. Sin duda alguna enorme e imperdible película, es una historia épica, una trilogía gigantesca, antimilitarista y humanista.

Si con La Condición Humana I comenté el hecho de ser referente claro para La lista de Schindler de Spielberg, en esta segunda parte de la trilogía quien toma nota es el Stanley Kubrick de La chaqueta metálica.

Más centrada en el propio conflicto bélico y menos afilada y certera para retratar los conflictos éticos universales que la primera parte, pero aún así, magnífica a la hora de plasmar los sinsabores de la estancia en el frente y cómo no, la mayor lucidez de todo viene al señalar con el dedo al mayor enemigo de todo por encima de los soldados mezquinos, pusilánimes, vengativos, etc. El causante de deteriorar su interior no puede ser otro: el propio ejército. Por tanto, no hay salida posible a un entorno en el que cada persona que yace dentro de él es carcomida por sí mismo al formar parte de un conglomerado infecto: El enemigo es uno mismo y no el semejante.

Las tres horas de metraje parecen más excesivos que los doscientos minutos de La Condición Humana I al resultar más esparta su puesta en escena durante gran parte del desarrollo. Esto es así hasta el desenlace donde la cinta termina con escenas de combate donde la locura, la desesperanza y la superviviencia conviven de forma insana.

Alegato antimilitarista -más aún que antibelicista- sobrio, duro y crudo. A la espera de visualizar el desenlace de esta magna trilogía.