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Redemptio (C)

Drama Un hombre al límite de lo que puede sostener su conciencia decide redimirse para librarse de sus demonios realizando un ritual catártico.
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Críticas ordenadas por utilidad
20 de septiembre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre me ha atraído el formato corto y amo el cine mudo. Amo el periodo al cual se suele encuadrar, pero también como arte único, en absoluto obsoleto, con una latente vigencia a la espera de su redescubrimiento. Si no se continúa explorando (más allá de los esporádicos pastiches, de fortuna desigual, de turno) sospecho que se se debe más a un enquistado prejuicio, escudado en un supuesto progresismo, cuando en realidad esconde unas intenciones escleróticamente conservadoras, de base profundamente comercial, que a una realidad objetiva.

Creo que parte de la mala fama de “tara superada” (aunque se admitan cierto número de obras maestras por los cinéfilos medianamente sensibles, casi siempre con la coletilla de “¡y eso que es muda!”, como si fuese una pega a tener en cuenta) viene por su etiqueta, asociada a amputación, a algo incompleto. Ningún compositor que se precie compondría solo música cantada por considerar inferior la instrumental, por “muda”. Tildaríamos de bruto a quien afirmase que la música es inferior a la pintura por “ciega” o la pintura inferior a la música por lo mismo que el cine mudo lo es al sonoro ¿No? Y a pesar de cómo están las cosas, de vez en cuando se presenta alguna obra valiente, que representa toda una redención. Redemptio, dirigida por Gonzalo González Undurraga y coescrita por el director y su protagonista, Leonardo Monreal Molina, y que he tenido la suerte de ver en la exhibición online del Kursaal Film Festival San Sebastián, hace honor a su título, representando una pequeña luz, alejada de la parodia, la condescendencia histórica o la mera pose esteticista.

Para todo ello, el director decide prescindir del sonido diegético y del color. Aquí tenemos únicamente la imagen, en un blanco y negro sorprendentemente luminoso con el que se consigue acrecentar la oscuridad de todo lo que se expone, y una música desasosegante, lujoso trabajo de Javier Casado, que se la juega al usar una rica paleta sonora, con disonancias, silencios y texturas sinfónicas que podrían bien dar al traste con la sensación de soledad y austeridad tanto de personajes como de paisajes. Por fortuna, eso no es así y se convierte en la descripción sónica del discurrir neuronal del protagonista, por su parte interpretado por Leonardo Monreal Molina con la difícil intensidad interiorizada que requiere el personaje.

Undurraga nos sorprende e hipnotiza mostrándonos la cara humana de un hombre que ha cometido un acto execrable, consiguiendo que empaticemos con su angustia. Para ello recurre a una efectiva combinación de elegantes planos fijos y trávellings (magnífica la toma que gira alrededor del hombre) pero rehúye a sobreexplicar, a enfatizar con efectismos vacuos. El director prefiere jugar con la sugerencia, las desestabilizaciones visuales sutiles, la elipsis llevada al límite y el valor simbólico de los objetos (ese espejo roto del comienzo, que, al igual que hace Lois Weber al final de su Shoes (1916), se usa para mostrar el cambio que se va a producir en la actitud de un hombre del cual todavía no sabemos nada), pero va dejando suficientes asideros para que el espectador pueda llenar por su cuenta los espacios escamoteados. Al ver el film, uno siente esa extraña y agradable sensación de que se le está tomando por un ser que puede pensar por sí mismo y sentirse partícipe y creativo a la vez, no por una cuestión de dimisión de responsabilidades (Undurraga sigue siendo, ayudado por su equipo, el firme artífice de la obra) sino por formar parte de un proceso de crecimiento interior, compartido.

En definitiva, Redemptio me ha parecido una película que, paradójicamente (debido a la opresión de su atmósfera y contenido) supone una bocanada de aire fresco que, entre sus muchas virtudes, demuestra la validez de un arte abandonado. Undurraga decide mirar el cine mudo de frente, recogiendo la herencia de los clásicos (no solamente del mudo, desde luego) pero tratando de ser el mismo, desde el aquí y el ahora, con unas herramientas sencillas pero empleadas con mano sabia, avanzando hacia el futuro.
tinitusdei
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