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Bikini: Una historia real (C)

Comedia España, años 50. El alcalde de Benidorm tiene un problema. Sólo hay una persona capaz de resolverlo: el Caudillo. (FILMAFFINITY)
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9 de noviembre de 2021
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El franquismo, aunque no proclamara las ideas de Darwin, las asumió plenamente. Sobrevive quien se adapta. Para sobrevivir, se fue adaptando a todos los entornos que iban generándose con el paso de los años. Se adaptó a la victoria de los llamados Alíados con un criminal anticomunismo; se adaptó al relevo de falangistas por tecnócratas del Opus con el llamado plan de estabilización, y se adaptó a la demanda de playas y sol para poder disponer de las divisas que no habían llegado con el plan Marshall por mucha bienvenida que irónicamente le recrearan Azcona y Berlanga.

Leyenda o no, pues parece que fue *real*, el episodio del alcalde de Benidorm visitando la residencia de Franco y su Señora, es significativo.

Óscar Bernàcer da en el clavo con un guión preciso, con un suspense de relojería y con un montaje efectivo. También los actores. Sergio Caballero está correcto y creíble y tanto Carlos Areces como Rosario Pardo lo bordan. Ella también había protagonizado otro corto del mismo director dos años antes, "Desayuno con diadema", estupendamente. Mientras que Areces, que no puede dejar de interpretarse a sí mismo, pues es Areces antes que nada -para alegría de todos-, borda un "Excrementísimo" excepcional, como había hecho Luis Ciges -otro que tal- en "Franco no puede morir en la cama" (de Alberto Macías, 1999).

El argumento es diáfano: cómo camelarse la beatería de la Señora Polo de Franco (y con ella la del estado todo)? Pues ofreciéndole de anzuelo un pedazo de Festival de la Canción Mediterránea como los de Italia. Jaque mate al alfil (el obispo de Alicante), pues el rey (Franco) está a lo que diga la reina (la Polo). El alcalde (Pedro Zaragoza) se mueve como el caballo en el tablero: hace requiebros y no se desmonta en ningún momento, ni siquiera cuando se le recrimina por ir en Vespa y no en Sanglas.

La metáfora también es muy clara: momento del embrión de lo que luego será la monstruosidad inmobiliaria en la costa mediterránea, pero que de no haberse dado en la costa ibérica se hubiera dado en la adriática o incluso en la turca. Dado que para los turistas occidentales visitar una España bajo el yugo franquista pero folklórica era mucho más cómodo que visitar países con creencias socialistas o musulmanas, la semillita dió su fruto, aunque eso sí, de cemento y chiringuitos.

El mismo asunto lo desarrolla el mismo director en el documental sobre Pedro Zaragoza, "El hombre que embotelló el sol", dos años después, y en el que salen extractos de este cortometraje, lógicamente. También ahí Bernàcer resolverá con agudeza y humor todos los flecos que genera el hecho de que el 'simpático modernizador' no fuera sino un falangista con espíritu empresarial. Alcaldes como aquel Zaragoza o Porcioles o tantos otros, sirvieron de lubricantes para que la barbarie fascistoide sobreviviera en las administraciones hasta más que entrados los años setenta.

Y todo se reduce, hasta en el título, a una cuestión tan baladí como es la cantidad de téxtil que debe tapar los cuerpos de las mujeres, sean suecas o de Sueca, en las playas. Y de cómo quienes iban bajo palio iban a paliar su despiste/destape con muchas montañas de dólares, marcos, coronas, francos y libras para poner hoteles y más hoteles donde antes solamente hubo pescadores y payeses.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ugrafiator
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