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Barry Lyndon

Drama Adaptación de una novela del escritor inglés William Tackeray. Barry Lyndon, un joven irlandés ambicioso y sin escrúpulos, se ve obligado a emigrar a causa de un duelo. Lleva a partir de entonces una vida errante y llena de aventuras. Sin embargo, su sueño es alcanzar una elevada posición social. Y lo hace realidad al contraer un provechoso matrimonio, gracias al cual entra a formar parte de la nobleza inglesa del siglo XVIII. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 196
Críticas ordenadas por utilidad
9 de mayo de 2008
444 de 477 usuarios han encontrado esta crítica útil
Stanley Kubrick crea un mundo cinematográfico (Europa siglo XVIII, pongamos) y para que el espectador no lo tome como simple decorado, fijándose sólo en el protagonista, le cortocircuita el tradicional mecanismo de identificación con el héroe.

La primera medida es enfriar el texto narrador, pasando a tercera persona la voz que en la novela de Thackeray está en primera.
La segunda es resaltar el carácter endeble de ese protagonista, enfriar su atractivo al mostrarlo desde un principio frágil, vacilante, desprovisto de coraje u otra virtud claramente positiva.

Kubrick no quiere que lo interesante sea el arribista de espíritu limitado sino el universo que cruzará en su indecorosa ascensión y lastimosa caída: los países europeos, sus correspondientes sociedades, sus cortes y guerras, sus códigos y tabúes, sus palacios, posadas, vestimentas y carruajes, todo lo que como una amplia totalidad el cineasta recrea con delicadeza y refinamiento de insólita profundidad.
Como en los interiores iluminados sólo por velas (luz capturada por la Zeiss 50mm F/0’7 de Alcott), por ejemplo, Kubrick está ganando nuevos territorios para el cine, y ahí es donde quiere mantener la atención emocionada del espectador, no sólo en la trayectoria lineal de Barry: en la unidad cinematográfica con que se integran música, fotografía y narración, tan completamente como en pocas obras, o acaso ninguna.
Parece difícil perfeccionar la forma en que toma Kubrick la pintura de Reynolds, Gainsborough, Constable o Watteau, y le insufla vida, dotando de espacio y movimiento a las personas, arquitectura, mobiliario y ropajes de ese cosmos…

Por eso la elección de O’Neil es acertada (vale para no-héroe), y la de Marisa Berenson también, como condesa mancillada por el advenedizo: nunca estuvo la actriz tan bella como cuando languidece en la bañera.

¿Frío Kubrick? Cierto funeral estremecedor, golpeado por la zarabanda de Händel, lo desmiente. Y las campas verdes bañadas por la melancolía de las tonadas irlandesas; o el duelo de insoportable tensión; o cualquiera de las irrupciones de Mozart, Schubert o Vivaldi, que intensifican la emoción preexistente…

La película es una bellísima esfera, de muy coherente estilo, y la vida de Barry Lyndon es sólo una de las infinitas líneas que contiene.
Archilupo
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5 de noviembre de 2005
262 de 312 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kubrick, pero ¿qué has hecho? ¿Qué es ésto? ¿Es cine, es pintura, es literatura, es música clásica? Bueno, sólo se puede definir de dos formas: 'Barry Lyndon', y arte puro.
Jamás había visto una película así. Me da igual que la protagonice Ryan O'Neal, que admito que no es un gran actor (aunque creo que aquí aporta una perfecta sensación de fragilidad a Redmond), creo que estamos ante una de las grandes películas de la historia del cine, bastante mejor que 'Alguien voló sobre el nido del cuco', que la derrotó en los Oscar.
La fotografía es perfecta, de verdad. Con las lentes que la NASA proporcionó a Kubrick éste logró unas imágenes de una nitidez y naturalidad de luz aún no igualadas. De la banda sonora, bueno, qué podemos decir con los clásicos que la forman, sólo que están conjugadas con la imagen a la perfección. De nuevo lo has logrado, Kubrick; aunque, mejor pensado, ¿cuándo no lo has logrado?
Desde luego no es una película para cualquiera, debido a su duración (unos 180 minutos) y a su historia de corte clásico, pero si te gusta el buen cine no te la puedes perder. Quizás acabes llorando con cualquier escena, no de pena, sino de emoción, de felicidad por la obra que estás contemplando.
Jorge López Fernández
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23 de noviembre de 2008
227 de 351 usuarios han encontrado esta crítica útil
A riesgo de ser masacrado por otros usuarios, trataré de indicarlo. Basicamente porque el argumento me ha parecido plano y el guión mínimo, de escaso interés. Porque muchos son los temas evocados: Irlanda, la cobardía, la vida militar, la Guerra de los Siete Años, el destierro, el espionaje, la picaresca, la “dolce vitta” de los aristócratas, o su convencionalismo, o su decadencia, el romance, la familia, la mentira, el odio,... demasiados temas, simplemente anotados que no llevan a ninguna parte; la mayoría de ellos arrancan, aunque luego se abandonan rápidamente; y otros que tan sólo se intuyen, ni siquiera llegan a plantearse.

Porque Barry Lyndon es un personaje pésimamente perfilado, al que se le ve "de lejos", sin caracterizar. Porque otro tanto ocurre con Lady Lyndon, el personaje inquietante que se adivina con más fuerza, pero al que el guión maltrata y del que hubiera podido sacarse un gran partido, aun cuando esa fuerza radicase sólo en su impenetrabilidad, belleza o silencio.

Porque Ryan o'Neal es inexpresivo y de poco peso específico. Su interpretación no deja intuir las cualidades de un personaje curtido en sus andanzas por media Europa, oportunista, brutal y arrogante pero también víctima, frágil y capaz de desplomarse y echar a llorar ante un compatriota desconocido que le trata educadamente.

Porque la voz en off es desafortunada en la medida que avanza los acontecimientos y prepara al espectador sobre lo que ha de ocurrir. ¿Por qué no se ha medido con más cuidado lo que el narrador debía o no desvelar?

Porque la banda sonora tiene un excesivo protagonismo y se hace cargante. Porque se abusa de la “música clásica”, así eclécticamente considerada. La música no emerge desde el silencio, se hace omnipresente a lo largo del metraje, repetitiva, siempre fuerte, ¿compensando la carencia de guión? En su mayor parte, acompañando simplemente la sucesión de bellos encuadres.

Porque aspira al rigor histórico y algunos elementos clave para entender el contexto son pasados por alto, así la situación de Irlanda respecto de Inglaterra o los problemas de clase debidos a su matrimonio. O porque se presenta una carga de infantería bastante suicida que no se corresponde, ni con el sentido común ni con la estrategia militar del momento; o cuando se habla del reino de Bélgica cuando esté todavía tardará unos 50 años en ser inventado; o cuando se realizan en la mansión de los Lyndon unas interpretaciones musicales muy improbables para su época.

Reconozco sin embargo las cualidades: la principal su ambición, su extraordinaria fotografía, la elegancia de la puesta en escena y en el diseño de vestuario. Ya muchos otros usuarios lo han resaltado. Pero creo que no es suficiente como para hacer de esta película algo notable. Sin duda es una gran película… pero fallida.
Corsair
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25 de febrero de 2006
206 de 318 usuarios han encontrado esta crítica útil
Virtudes las tiene y a patadas. Un maquillaje excelente, una preciosista banda sonora, un vestuario impecable y la fotografía más vanguardista del momento. Y también una historia densa que nos muestra al Barry caballero, soldado británico, soldado prusiano, espía, jugador tramposo y más tarde medio aristócrata. Un largo recorrido de tres horas que no se hacen pesadas. Lo que ocurre es que a mí lo que me llena de una película no es su montaje, ni su fotografía, o incluso su argumento. Es la forma de plasmar el guión en imágenes mi parámetro principal para determinar si una película me llega o no. La dirección. Y creo que Kubrick se equivocó tanto con el actor como con el ritmo y la duración del evento. Es interesante pero ligeramente aburrida, como si a pesar de todo lo que te están contando no terminase de arrancar.
Txarly
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19 de noviembre de 2007
111 de 134 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocos directores pueden presumir de tener una filmografía tan aplaudida por cinéfilos como Stanley Kubrick. Este genio, vanguardista en demasiadas cosas, me ha regalado muchas horas de felicidad. Maniático y perfeccionista, es una combinación que bien puede definirle y que seguro otorgaba más de un dolor de cabeza a todo aquel con quien colaboraba. Pero gracias a esta minuciosidad con que trabajaba, hemos podido admirar películas como “Barry Lyndon”.

En esta ocasión, y alejándose de un cine cargado de simbolismos del que también hacía gala, nos muestra un apasionante y trágico análisis de una época histórica. La extensa duración del metraje que puede ser un importante hándicap, la controla de una manera excelente realizando un montaje en el que nada nos es prescindible.

“Barry Lyndon” es un cuadro. Posee una fotografía impresionante y muchas escenas, como el duelo final, que están rodadas con un cuidado técnico primoroso rozando
(o logrando) la perfección. Si a esto acompañamos una banda sonora que encaja como un guante y consigue tocar las fibras sensibles del espectador, el cuadro adquiere una belleza deslumbrante.

Pero “Barry Lyndon” posee algunos fallos, algunos serán atribuibles a la novela de William Thackeray: la voz en off llega a agotar, aunque no sería una reseña a resaltar si no cometiera el terrible error de adelantarse a los acontecimientos revelándonos importantes hechos a los que nuestros personajes se verán encaminados. Esto me provoca una especie de cabreo ya que me elimina la incertidumbre y la tensión de la historia.

El otro fallo, ya no atribuible a la novela, sería el excesivo uso de Zoom-out. La necesidad impuesta por el director de primar esa maravillosa fotografía, provoca el hastío ante tanto zoom alejándose de la escena. La repetición de este movimiento de cámara en un maestro como Kubrick es algo que no llego a entender. Y a pesar de que como he dicho su metraje se hace llevadero, “Barry Lyndon” hubiera ganado con una menor duración.

Pero a pesar de los escasos fallos, las aventuras de Barry Lyndon, son por méritos propios, una de las grandes cosas del cine… igual que esa vigorosa y sublime suite nº11 de Haendel que aún me pone la carne de gallina.
Chagolate con churros
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