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Killer

Drama Para pagar una deuda, un hombre deberá aceptar un encargo que cambiará su vida para siempre. (FILMAFFINITY)
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
29 de junio de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marat trabaja como chófer de un importante científico y espera el nacimiento de su primer hijo. Pero todo se complica cuando sufre un pequeño accidente de tráfico y se ve obligado a endeudarse cada vez más.

Cine kazajo, pero sumamente ruso en el fondo, por completo imbuido del pesimismo atroz y abrumador tan característico de tales latitudes, exponiendo sin paños calientes, sin discursividad evidente, los peores males de sociedades post-soviéticas como la de Kazajistán, un mundo en estado de crisis, de corrupción extrema y degeneración humana. Se nos habla de condiciones de vida cada vez más degradadas (un protagonista con el agua al cuello y metido en problemas), pero sobre todo de una miseria moral en su origen, más que simplemente material, carente de límites; una pérdida de valores que arrastra al individuo a la perdición y a vender poco menos que su alma. Mientras tanto, las élites permanecen ausentes y cómplices, beneficiándose de la explotación y la usura. Mientras tanto, el crimen se apodera del país, el dinero manda y decide, se reprime cualquier disidencia y al final pagan el pato los más desfavorecidos… la película se las arregla para ser muy explícita y obvia en su denuncia, limitándose a dejar fríamente al aire los siniestros engranajes de este sistema infernal.

De un rigor formal absoluto, asfixiante, en cuanto a planos y montaje, tomando la estética bressoniana por bandera, las actuaciones son del todo inexpresivas y cobra especial relevancia el sonido ambiente (constantemente oímos, por ejemplo, los ladridos de un perro)… el resultado es de una gran densidad, pese a lo breve y anecdótico de lo que se nos cuenta. La violencia nunca se hace explícita en pantalla, como el secreto a voces que es, pues vemos únicamente sus consecuencias.

Se abre paso, entre la parquedad del diálogo, una emisión radiofónica, unos textos leídos en voz alta… un poco más “literarios” y que nos acercan al meollo de la cuestión; la ciencia y el avance técnico, en su origen una expresión de la armonía, han dominado al ser humano, reducido a un autómata (esas figuras anónimas que atraviesan, de vez en cuanto, un encuadre que se prolonga, agónico), moviéndose por un entorno de estrechez arquitectónica, de relaciones impersonales en mostradores, de pantallas y monitores de televisión. Únicamente los sueños de nuestro hombre nos dicen algo acerca de su angustia profunda… y la imagen de la vela con que se cierra el film parece ser la única luz capaz de alumbrar semejante panorama.

Película difícil, le falta una dimensión algo más luminosa, incluso cierto humor, que funcione como contrapunto a tanta desolación, aunque desde luego es un mérito contar una historia tan chunga y hacerlo, sin embargo, desde la más pura contención.
Don Hantonio Manué
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12 de noviembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Narrada con crudeza visual y argumental, filmada con un desapego de documentalista.
Nos sumerje mediante la cotidianeidad de su protagonista en una sociedad Kazaja profundamente corrompida, corrupta, denuncia social a ritmo de rutinas diarias.

Juega mucho con el sonido ambiente, convirtiéndolo casi en un personaje más, la voz de los sonidos, ruidos cotidianos en forma de conciencia sonora.

Algunas elipsis de gran recorrido, o sea verdaderos hachazos narrativos la hacen deslumbrante.
El paisaje humano, como el paisaje natural, la decoración ornamental de los lugares promueven a la desolación y consiguen plasmar un entorno sombrío, hondamente pesimista, la luz de la vela es un claro ejemplo simbólico de la rendija luminosa en una sociedad corrupta.

Los planos inmóviles y de larga duración abundan, como si quisiera ejemplificar el inmóvilismo de Kazajistán y su escasez de valores, primando un materialismo atroz.
Los elementos minimalistas tanto en puesta en escena, argumental, visual, están presentes a lo largo del escueto pero preciso metraje.

Al principio hay una secuencia que es realmente kafkiana, el sinsentido de la realidad, la absurdez existencial a la quintaesencia, existencialismo narrativo de lo cotidiano.
(Quién la vea la reconocerá al instante)

Una propuesta sencilla que cuenta mucho más de lo que muestra, a ritmo pausado va retratando una realidad penetrantemente enferma, con un desierto de valores contumaz.
Al filmar de manera casi documental en muchos tramos, sirve como viaje iniciático de atisbar Almaty, su metrópolis más extensa de este desconocido país de Asia Central.
Zappianin
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