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La ronda de noche

Drama Retrata un periodo trágico de la vida del pintor Rembrandt van Rijn, cuando el artista pierde a su mujer y a sus tres hijos. En esa época, hacia 1642, es cuando -por encargo- pinta uno de sus cuadros más conocidos, 'The Night Watch' (La ronda de noche), el lienzo que refleja la conspiración de un vil asesinato. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
31 de mayo de 2008
22 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy parcial: me encanta Greenaway, me encanta Rembrandt, me encanta el Barroco.
Advertido esto, la película es un derroche de imágenes, discurso a veces difícil y sugerencias cruzadas. Pero no estoy de acuerdo con que es más de lo mismo. Greenaway abandona apuestas más crípticas como la serie de Tulse Luper o caminos farragosos como El libro de Próspero. Aquí presenta una historia, una tesis cultural y un fascinante relato sobre un episodio de la vida del pintor holandés, centrado en el misterioso cuadro de la Ronda Nocturna y sus posibles interpretaciones.
CAUTIVO
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14 de septiembre de 2008
19 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Greenaway no estudió nunca cine, sino dibujo y pintura, y eso se nota en casi todos sus films, desde los primeros cortometrajes hasta su última película estrenada hace poco, “Nigthwatching“, o “La Ronda de Noche“, título dado en nuestras salas. Su principal objetivo ha sido siempre la creación de la imagen, y eso significa que sus puestas en escena utilizan más la estética de la pintura que la del cine propiamente dicho.
La película de Greenaway se asienta sobre dos pilares de guión básicos: por un lado, los supuestos secretos e intrigas (conspiración de asesinato incluida) en torno a la ejecución del cuadro de Rembrandt; por otro, las experiencias amorosas y sexuales del pintor con las tres mujeres que influyeron en su vida: su esposa Saskia (que le proporcionaba estabilidad familiar), y sus criadas Geertje (su amante) y Hendrickje (quien le cuidó en el final de sus días). Rembrandt pasó de ser una figura admirada y cotizada a la más absoluta miseria en sus últimos años, fruto de la disminución de encargos reales y de los ataques constantes a su persona. Y es que Rembrandt refiere, en más de una ocasión, a través de sus cuadros, una sociedad ultraconservadora pero, a la vez, tremendamente hipócrita, que esconde una extremada codicia por el dinero y unas costumbres (tras su impoluta fachada) más que licenciosas, que incluyen la homosexualidad, la prostitución y la corrupción de menores. La animada vida amorosa del pintor, junto a su carácter impertinente y arrogante, molestaban seriamente a los altos estamentos de la época, dominados por los rigores oficiales del calvinismo, que vieron su ocasión de venganza tras la realización de este lienzo, en el que las sugerencias eróticas, las rivalidades económicas y las intrigas criminales se muestran en clave tras el telón de fondo del retrato de la milicia de arbuceros de Amsterdam.
Destaca la interpretación de Martin Freeman en el papel de Rembrandt, que logra transmitir esa riqueza de matices del personaje, ese ser contradictorio y complejo, un tanto inestable (capaz de pasar en segundos de la más absoluta melancolía a la ira incontenida), bebedor, lujurioso y sin complejos, a pesar de retratarse como un hombre menudo, bastante maltrecho y no demasiado cuidadoso en cuanto a su higiene. En conjunto, una película vanguardista, que rompe con las estructuras habituales en cuanto al modo de contar las cosas, y que aporta, también, otro punto de vista sobre el arte, la pintura y, como no, la historia, de la mano de un director ciertamente polémico y muchas veces incomprendido, pero del que no se puede dudar (guste o no), que posee un gran talento como cineasta, a pesar de que el esfuerzo intelectual que exija ver alguna de sus películas no siempre pueda resultar demasiado cómodo.
babel36
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18 de febrero de 2009
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siendo la única película de Greenaway que he visto, no puedo hablar de su obra en general, o de sus obsesiones como autor, de lo único que puedo hablar es de su trabajo aquí, que obviamente presenta una personalidad muy pronunciada. Su acercamiento a Rembrandt y su obra viene dado desde un punto de vista pictórico y teatral, que según avanza la película va dejando claro el poco interés que tiene el director en presentar una película “cinematográfica”, sino mas bien al contrario, ocultando y reduciendo en la medida de lo posible el elemento mas propio del cine, el montaje. Evitando la mayor parte de las veces realizar movimientos de cámara, y cuando los usa, son tan lentos que pasan a ser imperceptibles ya que su utilización no es narrativa, sino para cambiar de un escenario a otro y debido a la sobrecarga de contenido visual de la mayoría de los planos que acaban distrayendo al espectador de esos movimientos. Así la mayoría de las escenas de la película están concebidas como cuadros estáticos, narraciones pictóricas donde el movimiento es casi un lastre, y desde enfoques de cámara puramente teatrales (lo que vuelve a ser una muestra de voluntad anti-cinematográfica, ya que no solo nos lleva a pensar en el teatro, sino en la época del nacimiento del cine, cuando aun se veía a este como un simple teatro grabado y la cámara permanecía estática a lo largo de toda una secuencia manteniendo el mismo plano) la iluminación, la fotografiá, el vestuario....todo menos quizá las actuaciones intenta reproducir el ambiente de los cuadros de Rembrandt. ¿Lo consigue? En mi opinión, no; Rembdrant aspiraba a representar la realidad sin idealizaciones, Greeaway al tratar de darnos esa realidad sacada de sus cuadros lo que consigue es quitarle naturalidad y “falsificarla”. Eso no quita para que el principal merito de la película sea su belleza plástica y todos esos elementos técnicos anteriormente mencionados. Y a modo de defensa ante eso, el mismo Greenaway inserta en la parte final un dialogo sobre lo que pretendía Rembrandt con su cuadro “La ronda nocturna” que encaja perfectamente con la película, así parece decirnos el director que sus pretensiones con la película son las mismas que las del cuadro, equiparando en cierta medida ambas obras.

Si sus méritos son muchos, sus defectos no son pocos. Un metraje excesivo, escenas sobrantes por anecdóticas o faltas de contenido y que en muchos casos parece que Greenaway haya metido todas las ideas que tuvo de como rodas escenas sobre un mismo tema, así esos temas quedan repetidos hasta la saciedad. Un ritmo demasiado lento, que hace que una película ya muy larga, parezca mas larga. Exceso de personajes en la trama. Debilidad de la presentación del tema conspirativo (al final, a ratos parece que sea un “código DaVinci” cualquiera).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
donnie_darko
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4 de agosto de 2009
17 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escuchar las palabras del propio director en las que dice que está reinventando el cine (y también otras disciplinas tales como la ópera) debería bastarle a cualquiera para hacerse una idea de la personalidad egocéntrica y presuntuosa de este individuo. Pasa con muchos de los cineastas que vienen de las artes plásticas: que si la creatividad de los demás directores actuales está atrofiada, que si el cine debería ser un medio eminentemente visual…

No digo yo que el futuro del cine no esté en alguno de los experimentos multimedia interactivos que también está haciendo este señor (DVDs, páginas en Internet...). Pero de una cosa estoy casi seguro: como los contenidos que se ofrezcan sean tan poco atrayentes como los de sus películas, el batacazo puede ser bestial.

Lo realmente curioso es que Greenaway se escribe sus propios guiones, que sus historias tienen una base textual que podría servir para cualquier otro enfoque más clásico. El caso de la 'La ronda de noche' no es una excepción, y su problema es el mismo de todos sus anteriores films (sin excepción): una puesta en escena teatral con protagonismo de lo visual que hace que la insuficiente historia resulte fría, falsa y vacía.

Pero lo peor de todo es tener que oír de su boca comentarios, en tono de reproche, en los que se queja de la vaguedad intelectual de los que no nos identificamos con sus propuestas. Puede ser eso, puede ser nuestra incultura, nuestro simplismo radical. O quizás sean las pataletas de quien ve que no es capaz de innovar realmente, de quien se repite, de quien ve cómo los críticos que antes lo encumbraban empiezan a aburrirse con sus tonterías, de quien tiene dificultades para encontrar financiación, de quien sabe que nunca llegará a ser como Buñuel o Bergman. Pues ¿sabes lo que te digo, Peter?: TE JODES. Te jodes como tantos otros mediocres nos tenemos que joder.
jastarloa
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11 de febrero de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peter Greenavich ha demostrado en ésta película tener una enorme capacidad para la puesta en escena, la recreación del vestuario de época y el juego de luces (plasmado en unos magníficos claroscuros), que expresan con notable acierto el lenguaje pictórico de un artista de la fama de Rembrand y su enclave barroco. Lamentablemente toda su estructura formal se empieza a desmoronar desde los primeros diálogos, dando la impresión que, son únicamente la excusa utilizada para exhibirlos.En todo momento he tenido la sensación de presenciar un guión sin contenido, donde se genera una verdadera ceremonia de confusión, al mezclar la trivialidad de escenas cotidianas del entorno del pintor, con engaños, intrigas y desvarios que, lejos de interesar al espectador lo alejan de la trama.

Si el film se hubiese centrado en echos que se supone llevaron a cabo los protagonistas del célebre cuadro "La ronda de noche", exponiendo con claridad los entresijos del conflicto (donde la traición, la conjura y el crimen estuvieron presentes), creo que el largo metraje del film se hubiese soportado con otro talante. El error de Greenavich radica en que la "historia del cuadro" , aunque pretende, en los diálogos finales, hacer una disquisición filosófica entre "lo que debe expresar el arte pictórico" y la "mise en scene" de una pieza teatral, su argumentación resulta poco convincente. No deja de ser parte del inacabable anecdotario conque adereza su película, alargando situaciones supérfluas, recurriendo a escenas de comedor y alcoba, plagadas de lenguaje vulgar y erotismo cutre, en un intento por ofrecernos una visión "real" de la Holanda del siglo XVII. La intención de "humanizar" el film con la frecuente aparición de niños lactantes en lloros contínuos y nodrizas dispuestas a cualquier exceso salvo el de cuidar adecuadamente a sus tiernos infantes, resulta artificial en exceso. No veo en su realización otro resultado que el de un efectismo degradante, desnudando a su personaje principal (Rembrand), y mostrando sus rasgos personales más acusados, que -según el director- fluctuanban entre la desidia, el aburimiento, la codicia, la sexualidad exacervada, y una evidente carencia de valores morales.

Es un film narcisista y plagado de contradiciones. Nos deleita con escenas muy bellas en su composición plástica, en su recreación barroca, pero nos aburre con la sordidez de unos diálogos que terminan por diluirse en el vacio. Diseña una hermosa arquitectura, pero se olvida de colocar los cimientos.
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Lucman
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