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Philip K. Dick's Electric Dreams: Autofac (TV)

Ciencia ficción A pesar de que la sociedad y el mundo se colapsaran hace un tiempo, una fábrica automática continúa operando de acuerdo con los principios del consumismo: los humanos consumen productos para ser felices, y para poder consumir continuamente se les debe negar la libertad de elección y la voluntad. Adaptación de la historia corta "Autofac", de Philip K. Dick. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
16 de enero de 2018
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este segundo capítulo de Electric Dreams está basado en el cuento corto "autofac" del estadounidense Philip K. Dick.
originalmente publicado en la revista Galaxy en 1955.

En él, se plantea un futuro distópico interesante: un mundo diseñado para la automatización tras una guerra nuclear, donde un reducido poblado de humanos sigue luchando por la supervivencia. Pero tiene que lidiar con una gigantesca corporación (Autofac de autofactory, traducida como autofab de autofábrica al castellano) cuya existencia les oprime ya que la cadena de producción de la factoría contamina la tierra y les complica la supervivencia.

Esta megacorporación cuenta con una IA tan poderosa que es capaz de seguir creando nuevas unidades para seguir produciendo (las máquinas autoreplicantes de Philip Dick) tiene un objetivo: Seguir entregando productos y enviandolos a clientes que ni siquiera los necesitan.

El capítulo está muy bien planteado, el ritmo no decae, los actores hacen una buena actuación y el espectador en todo momento se mete de lleno en la historia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TomJoad
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9 de julio de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
205/09(08/07/20) Entretenido capítulo de esta serie de culto del canal británico Channel 4, hecha a rebufo de que la serie “Black Mirror” ‘emigró’ a Netflix. Serie esta que aborda relatos del conocido autor de ciencia ficción Phlip Kindred Dick, un avanzado a su tiempo del que ya han sido llevados muchos al cine y tv (“Blade Runner”, “Desafío Total” o “El Hombre en el Castillo”). Este episodio "Autofac" es una de historia corta de ciencia ficción de 1955, presenta uno de los primeros tratamientos de las máquinas autorreplicantes (y la segunda de Dick, después de su historia corta de 1953 Second Variety), apareció originalmente en Galaxy Science Fiction de noviembre de 1955, y se reimprimió en varias colecciones, incluida The Variable Man publicada en 1957 y Robots, Androids y Mechanical Oddities en 1984. En este relato aúna sus dos el inquieto escritor toca dos de sus mantras, sobre los peligros de la Inteligencia Artificial y sobre lo tóxico de las grandes corporaciones, abordando la final línea que puede separar la humanidad de la Inteligencia Artificial (esto ya lo tocaba en su relato que dio origen a “Blade Runner”), ello entrelazado a como las grandes empresas necesitan de consumidores para seguir funcionando, y si es necesario los fabrican, en lo que se siente una crítica al gran capitalismo, sintiéndose en su evolución un tratamiento ameno, pero ya muy trillado, derivando en déjà vu. Un capítulo desesperanzador, haciéndonos ver los peligros de las armas nucleares, los peligros de no cuidar el medio ambiente, los peligros de la alta tecnología, los humanos con ello jugando a ser Dioses a los que nuestras creaciones se nos rebelen.

Dirige con ritmo ágil Peter Horton con guión de Travis Beacham (“Carnival Row”), yendo al grano en todo momento, con fluidez narrativa, exponiendo los choques entre estrategias en una comunidad rebelde, con lazos sentimentales (para mi, lo más flojo y desechable del metraje), dejando dosis de preguntas por el camino (los sueños recurrentes de Zabriskie, los ocultamientos de una revista, las ‘ensoñaciones’ cortándose la sien, el modo en que Alice trata a Zabriskie,...), intrigando con ello, y cerrando todos los hilos en un final bien urdido, que retuerce las cosas de modo ingenioso.

Plantea un futuro distópico, mundo diseñado para la automatización tras una guerra nuclear, donde un reducido poblado de humanos sigue luchando por la supervivencia. Pero tiene que lidiar con una gigantesca corporación (Autofac de autofactory, traducida como autofab de autofábrica al castellano) cuya existencia les oprime ya que la cadena de producción de la factoría contamina la tierra y les complica la supervivencia. Esta mega corporación cuenta con una IA tan poderosa que es capaz de seguir creando nuevas unidades para seguir produciendo tiene un objetivo: Seguir entregando productos y enviándolos a clientes que ni siquiera los necesitan. En el lado rebelde está la líder del grupo Emily Zabriskie (estupenda Juno Temple), y como representante de Auofac está su cara visible Alice (magnética Janelle Monáe).

Tiene una gran puesta en escena, empezando por su notable diseño de producción de Julie Berghoff (“Saw” o “El cuento de la criada”), destacando en la re creación (por estimables efectos visuales) de la ciudad I.A. y la enorme corporación en sus interiores; Como destacable es la labor de cinematografía de John Lindley (“Pleasentiville” o “Mr. Brooks”); adornado todo esto por la incisiva partitura del islandés Ólafur Arnalds (“Broadchurch” o “Los Juegos del Hambre”).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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17 de febrero de 2024
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Recuerdo que, en su día, «Electric Dreams» me dejó algo frío. Principalmente debido a la desalentadora sensación de «quiero y no puedo» que transmitía, causada por unas insuficiencias presupuestarias que la hacían salir mal parada de su comparación con «Black Mirror» (ídem, 2011-Actualidad), piedra de toque de la distopía audiovisual (post) moderna.
Revisitado al cabo de un lustro, «Autofab», quizá su episodio más icónico, me invita a replantearme mis severos juicios de entonces y si no convendría darle una segunda oportunidad a la (mini) serie toda. Prueba de la decadencia algorítmica en que andan sumidos el subgénero en general y la creación de Charlie Brooker en particular, y también de lo caducado, antediluviano casi, del cacareado sofisma «La edad de oro de la TV».
Para empezar, el diseño de producción que se me antojara pobre otrora, me parece hoy más que digno. El recorrido a vista de pájaro de las ciudades convertidas en un solar y el surgimiento —totémico, babilónico— de la ciclópea fábrica abejeada de drones constituyen imágenes de indiscutible potencia.
Argumentalmente «Autofab» atesora elementos de sumo interés. A la singularidad entendida como un drama —tragedia incluso: la toma de consciencia por parte de la máquina conlleva el descubrimiento de su propia intrascendencia— tan característica del universo Philip K. Dick se suma un hallazgo ciertamente sugestivo a la par que definitivamente turbador: el dominio del devastado mundo postapocalíptico no corresponde a la castrense Skynet de la saga «Terminator», sino a una especie de Amazon cuya necesidad de incrementar exponencialmente la producción de bienes de consumo lleva al planeta de cabeza al desastre.
Precisamente ahí radica el gran valor de «Autofac» —supone, de hecho, el rasgo distintivo de la ciencia ficción de calidad—, en que la historia que nos cuenta, pese a un horizonte temporal relativamente lejano —si bien, por desgracia, no tanto como en 2018— nos suena demasiado. Tanto, que acojona. Ojalá lo bastante como para, de una vez, poner fin —o coto al menos— a los suicidas desmanes que cimentan nuestro modo de vida.
Carorpar
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