Ocean Flame

Vamos a desmantelar los tópicos: el cine asiático, al igual que el americano o el europeo, produce tantas películas buenas como malas. Eso por una parte. Lo que es innegable es que, aún así, no hay ni un año en el que no haya nuevas promesas. Más allá de los directores habituales, poco a poco se destapan realizadores con talento y que poco a poco van asentando su carrera. Si el año pasado descubrí en este grupo a Jay Chou (Secret) o a Li You (Blind Mountain), este 2008 mi mayor hallazgo ha sido sin duda Liu Fendou, director de "Ocean Flame", que resulta ser probablemente el mejor film asiático de este año. O al menos, el mejor hongkonés.

La historia puede parecer tópica a priori, pero nada más lejos de la realidad. Todo comienza con un hombre recibiendo una paliza en un bar. La camarera le cura las heridas y a partir de ahí surge una extrañísima relación amorosa. Las cosas se van complicando hasta llevarnos a una subtrama de engaños y de prostitución, pero narrada desde un punto de vista radicalmente diferente al de clásicos como "Belle de jour" o "La calle de la vergüenza". Aquí todo se va explicando muy poco a poco, con un ritmo lento pero firme, más cercano al cine chino que al habitual de Hong Kong, con planos largos que convierten el film en un extraño -pero magistral- híbrido.

De hecho, podríamos hablar de Ocean Flame como una suerte de mezcla entre el Ki Duk más extravagante (Samaritan Girl, Bad Guy) y el Kitano más poético (Sonatine, Hana-Bi). Puede que decir esto sea poner las expectativas por las nubes, pero el film las cubre de sobra. Magnífica dirección, sublime trabajo de todo el reparto, sin excepción, y una BSO simple, pero potente. Sin duda alguna una auténtica joya que llega por sorpresa y queda grabada a fuego en la memoria. Sobretodo gracias a unas secuencias finales impagables, de una belleza fuera de lo común y una fuerza abrumadora.

Un bandido, en medio de sus avatares propios llega a conocer una chica en un restaurante como camarera, y es ella, que le permite conocer lo que la angustia espiritual significa en un discurso que no se pelea para nada con el ritmo occidental de la acción. Wang Yao, el protagonista, más que como bandido se va presentando como una suerte de "Triunfador sin escrúpulos" en el sentido gangsteril del término. Lichuan, la camarera, parece ser la comparsa perfecta, aunque diferente, donde se manejan de manera algo increíble la relación con sus inocentes clientes, en donde, las sumas de pérdidas y ganancias son calculadas fríamente hasta, que llegado un momento triunfa una pasión negada, una necesidad de tener leyenda propia que disgrega poco a poco y de una manera casi desesperante....