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La justicia injusta

Cine negro. Drama Un padre de familia en paro, acuciado por las necesidades económicas, conoce a un individuo que le propone ser su chófer en pequeños atracos. Todo se complica cuando se ve envuelto en un secuestro. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
25 de diciembre de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En términos de Sigmund Freud: “Cultura es la suma de las producciones e instituciones que distancian nuestra vida de la de nuestros antecesores animales, sirviendo a dos fines esenciales: Proteger al hombre de las fuerzas de la naturaleza (y a la naturaleza del arrasamiento del hombre, olvidó decirlo, Freud) y regular las relaciones de los hombres entre sí”. (1)

Todo hombre -lo dictan las leyes y lo aprueba la razón- tiene derecho a un juicio justo e imparcial en el que se puedan aunar todos los elementos favorables que atenúen su condena o todas las pruebas graves que la incrementen. En este sentido, los linchamientos son actos primarios que, inspirados en una creciente indignación de masa, borran de tajo cualquier derecho legal y razonable del (los) sindicado(s), quienes pasan, ipso facto, a ser condenados y ajusticiados en un acto que sólo merece el calificativo de barbarie.

Insatisfacción con la inoperancia de las instituciones encargadas de ejercer la justicia; escepticismo ante el lento o manipulado ejercicio de la ley; rabia contenida ante el repetitivo suceder de hechos atroces; necesidad imperiosa de desfogar odios y resentimientos… o manipulación por parte de personas con oscuros intereses, son las más comunes causales que abren el dique de ‘la justicia por su mano’… hechos que, repetidos todavía hoy, ¡en pleno siglo XXI!, dan cuenta del escasísimo avance que hemos logrado como sociedad civilizada.

El 9 de noviembre de 1933, Brooke Hart, el hijo menor del propietario de una gran tienda en la calle Santa Clara de San José, California, fue secuestrado y asesinado por Thomas Harold Turmond y John M. Holmes, un vendedor desempleado con esposa y dos hijos. Tras haber sido capturados y puestos tras las rejas a la espera de un juicio legal, una gran turba decidió “hacer justicia”, y tras tomarse la prisión, arrastró a los prisioneros y los colgó de un árbol. Los historiadores aluden a este insuceso como “el último linchamiento en California” (pero, no sería el último), y en los recuentos de los hechos, la manera como la prensa informó tuvo mucho que ver con la reacción de las masas, las cuales contaron con una cierta complicidad de las fuerzas del orden y con la aprobación por parte del gobernador y algunos empresarios.

En 1947, y bajo la tutela de William Faulkner, el novelista Jo Pagano, publicó su tercera novela, “The Condemned”, inspirada claramente en este hecho, pero, cambiando los nombres para poder incluir ciertos incidentes dramáticos e interpretaciones que humanizaran a los personajes. Especialmente centrado en la vida familiar de John M. Holmes, aquí llamado Howard Tyler, Pagano pretende demostrar que los criminales (y sobre todo los cómplices), en muchos casos son víctimas de situaciones de las que no consiguen huir, aunque mucho lo hayan deseado.

Adaptada por él mismo, y bajo la dirección de Cy Endfield, esta brillante y dramática película, deja en tan mala posición a las instituciones (Estado, policía, prensa…) que, desde el primer día de su exhibición, ya contaba con toda suerte de detracciones, acusándola de “antiamericana” y presionando a los exhibidores para que la retiraran de las carteleras. Pero, como nada detiene a la fuente de la verdad, “The Sound Of Fury”, volvió a exhibirse con el título, “Try and get me” (el grito de batalla del asesino, Jerry Slocum) y recientemente fue restaurada por la Film Noir Foundation, lo que nos ha dado, por fin, la valiosa oportunidad de verla.

El filme cuenta con calificadas actuaciones de, Frank Lovejoy, Kathleen Ryan, Richard Carlson. y sobre todo, Lloyd Bridges, en un rol marcadamente bipolar; y aunque Endfield no es todo lo acertado que hubiésemos querido en las escenas de masas, su narrativa tiene momentos de notable brillantez y los elementos dramáticos se preservan muy bien a lo largo de la historia.

<<THE SOUND OF FURY>>, es una historia sociológica de muchísimo valor.

(1) El Malestar en la Cultura. Alianza Editorial.

Título para Latinoamérica: <<EL GRITO DE LA FURIA>> / LA JUSTICIA INJUSTA
Luis Guillermo Cardona
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7 de abril de 2021
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llama la atención la baja nota media que tienen películas tan buenas en filmafinitty. Una posible explicación que se me ocurre es que la mayoría, como el caso que nos ocupa, no tienen en los créditos una figura consagrada o una estrella conocida, pese a su enorme calidad.
Este film, entre el noir y el drama, con tanto en común con Furia de Fritz Lang, resulta una película rodada sin grandes alardes, pero con mucha profesionalidad y un gran sentido de la narrativa. El film tiene un ritmo excelente, comenzando con un ritmo más pausado, hasta alcanzar el frenesí enloquecido y la tensión narrativa y emocional del final (algo que se ve reflejado en la actuación excelente de Lloyd Bridges, sobre todo en la parte final). Las imágenes de la cárcel son soberbias, la lectura de la carta pone los pelos de punta. La película no hace concesiones, es ruda, áspera, es violenta, pero tiene ese conflicto de la fatalidad del cine negro, y esa denuncia de la violencia desatada de la turba contra el individuo. Además, una dura crítica a la prensa, que se erige como elemento manipulador de las masas. No hay unas actuaciones portentosas, pero sí muy correctas (la mayoría han sido secundarios, muchas caras conocidas para el espectador del cine de estos gloriosos años) . En la película confluyen varias historias y diversos aspectos humanos que son tratados con habilidad y eficiencia. Unos grandes diálogos, en ocasiones podíamos achacar que en exceso moralizantes, pero funciona muy bien.
Una verdadera joya a descubrir, mi nota sube a 10 porque considero que es muy difícil con tan pocos medios hacer algo tan grande, tan bien elaborado y llevado, y que realmente logre emocionar.
No se la pierdan.
Arthemispower
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19 de junio de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El caso del director y guionista norteamericano Cyrill Endfield es muy parecido al del también norteamericano Joseph Losey. De ideología izquierdista, ambos tuvieron que abandonar EEUU huyendo de la caza de brujas del senador Joseph McCarthy y buscarse la vida en otras latitudes, y ambos se asentarían en Inglaterra. Igualmente, en sus respectivas y breves etapas americanas, abundaron en un cine de denuncia, generalmente bajo los códigos del cine negro, con películas de enorme interés, originalidad y gran atrevimiento argumental.

La mejor película de la etapa americana de Endfield es, sin ninguna duda, “The sound of Fury”, un aterrador noir convertido en un melodrama social de aire neorrealista lúcido y descarnado. Con guion de Jo Pagano, basado en su propia novela, la película cuenta la desafortunada historia de Howard Tyler -interpretado por Frank Lovejoy-, casado y con un hijo pequeño, que busca desesperadamente trabajo para poder sostener a su familia. Acabará conociendo a Jerry, interpretado por Lloyd Bridges, para hacer de conductor en pequeños atracos. Howard, lleno de remordimientos, trata de abandonar esta carrera delictiva antes de participar inconscientemente en un crimen particularmente alevoso.

La película cuenta con aspereza y sin ningún sentimentalismo muchas cosas: por un lado, se centra en la dolorida conciencia del desafortunado protagonista –gran papel para el habitualmente inexpresivo Frank Lovejoy, muy convincente en su rol de hombre común- obligado por las circunstancias y abrumado por sus errores, que va cayendo en la desesperación. Por otro es una ácida y demoledora crítica al periodismo amarillista a través del periodista interpretado por Richard Carlson, en su incapacidad, más terrible aún por su falta de reflexión, para comprender las posibles consecuencias de sus artículos incendiarios –“uso la palabra como ellos usaron la piedra” pero, sobre todo, una feroz crítica a la turba, siempre fascista, a la masa matarife deseosa de justicia por encima de la ley, lo que les iguala a los criminales. En el fondo no es de extrañar que, a la altura de 1950, en plena caza de brujas en Hollywood, Endfield apareciera como un personaje peligroso: la verdad es que no deja títere con cabeza, lo que nos recuerda y trae a la memoria obras maestras de denuncia como “They won’t forget” (1937) de Mervyn LeRoy.

El trabajo de Lloyd Bridges como Jerry, el desagradable delincuente seguro de sí mismo, presumido y cruel, que cree que el mundo le debe algo, resulta magnifico. Tal vez, el tono a veces didáctico de la película es lo que peor ha envejecido, aquellos momentos en los que Endfield trata de aleccionar al espectador –esto es, cuando cree que el mensaje no queda claro y lo refuerza enfáticamente- mostrando con innecesaria obviedad sus bazas ideológicas, su tesis en la que el hombre no es culpable, sino que es el entorno el que lo hace culpable o que la violencia es fruto de la desigualdad lo que constituye la parte más endeble -y además no aporta nada. Sin embargo, es un didactismo sutil y nada grosero que no desvirtúa en absoluto el enorme valor de esta sensacional película.

Con ocasionales rasgos de cine documental y una desusada potencia expresiva, toda la película es de una tensión angustiosa insoportable, fatalista, pero el último tercio es de antología, con uno de los finales más espeluznantes en la historia del cine.

Una obra maestra.
Gould
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25 de mayo de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tremenda. Tremenda e inusual, una auténtica rareza en el cine hollywoodiense de la época, un violento drama, inspirado en hechos reales, que ataca con furia el establishment americano, a su sociedad, a sus instituciones a la irresponsabilidad de los que detentan mecanismos de poder y los utilizan sólo para beneficio propio y, finalmente, al propio individuo que pierde su esencia y su razón de ser cuando actúa dominado por la masa gregaria que siempre se conduce bajo la presión de las emociones y los instintos primarios y, por lo tanto, es increíblemente fácil manipularla pero que, como ante las manadas de animales sometidos a demasiada presión, o miedo, o furia, es muy posible perder el control cuando se convierte en estampida.
Huyendo de la complacencia hacia el espectador y sin tratar de encauzar sus simpatías, el director nos presenta a los protagonistas de esta historia y los motivos por los que se inician en el camino de la delincuencia, sin disculparlos ni defenderlos, sólo los conoceremos bien, sus circunstancias y la manera con la que afrontan su condición; con despreocupación, temeridad y ausencia total de piedad uno (Lloyd Bridges), cuyo acicate es la ambición y una ira desatada hacia el mundo y con vacilación, miedo, dudas y culpa el otro (Frank Lovejoy), que no encuentra trabajo y sólo quiere poder mantener a su familia a la que engañará haciéndole creer que trabaja en una fábrica en el turno de noche.
Son muy significativas las escenas que dan inicio a la relación entre estos dos hombres y la situación de dominio que parece ejercer Bridges sobre Lovejoy (tráeme esto, tráeme lo otro...). Creo que quedan bien sentadas las bases sobre las que se desarrolla la amistad y la dinámica en la que entran. Bridges está pirado y es el líder y Lovejoy obedece sin convicción pero sin voluntad.
Los delitos irán a más. Se implicarán en el secuestro de un hombre, algo saldrá mal y Bridges lo matará sin más contemplaciones. Una escena tremenda que no vemos pero que se refleja bien en el rostro de Lovejoy en toda su crudeza.
Ahí comienza el camino del infierno para uno. Los periodistas entran en acción, hay que atajar la ola de crímenes...¿O hay que vender periódicos?. Una población asustada compra más periódicos así que vamos a adornar un poquito nuestras primeras planas, melodrama por aquí, morbo por allá, nuestra causa es justa, son asesinos a sangre fría y es nuestro deber hacer que las instituciones se espabilen...
Las palabras hieren tanto o más que las piedras. Ojo por ojo, diente por diente y la humanidad habrá retrocedido hasta el mismo lugar del que salió, su forma animal y su instinto más dañino. La furia de los justos es la barbarie de la sinrazón. La emoción ha de estar gobernada por la razón, si no, estamos perdidos.
Un magnífico drama negro, increíblemente bien expuesto a pesar de su modestia con un final abrumador que pone los pelos de punta.
Estos temas se han prodigado poco en el cine. "Furia" de Lang e "Incidente en Ox Bow" me vienen ahora a la cabeza. "A sangre fría" de Brooks también podría tener cierta similitud con ella.
Quizá se le podría achacar ciertos reiterativos subrayados bastante innecesarios en el afán de Enfield de que cale bien el mensaje que quiere transmitir y que la historia de por sí deja ya meridianamente claro pero es peccata minuta en un film que sin duda merece más prestigio que el que tiene.
No puedo finalizar sin dejar de mencionar al reparto excepcional y su gran labor.
Lloyd Bridges excepcional por supuesto. El desarrollo de su personaje se nos va a ir clarificando poco a poco hasta arrojarnos chorretones de luz sobre él. Pero también me gusta Lovejoy, su inseguridad, su nerviosismo, su miedo, sus dudas y su irritabilidad, su dejarse llevar por todo y ante todos. Creo que transmite muy bien ese estado de parálisis mental que puede dominar a un hombre sometido a una gran presión y que anula su voluntad.
Y las mujeres. Tanto la mujer de Lovejoy como la chica de Bridges y, sobre todo, el estupendo trazado que se hace de la manicura, esa muchacha tímida, apocada, a la búsqueda del amor a cualquier precio...
En fin, no dejen pasar este film. No es nada convencional y su mensaje, aunque ya no se aplique la ley de Lynch de forma literal, sigue estando pleno de actualidad.
Izeta
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27 de diciembre de 2018
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terminando de ver “The Sound of Fury” (1950) de Cy Endfield con Frank Lovejoy, Kathleen Ryan, Richard Carlson, Lloyd Bridges, Katherine Locke, Adele Jergens, entre otros. Drama basado en la novela “The Condemned” (1947) de Jo Pagano, quien también escribió el guión; y en hechos ocurridos en 1933, cuando 2 hombres fueron arrestados por el secuestro y asesinato de Brooke Hart; ellos confesaron y fueron linchados por una multitud que los colgó de un árbol. De hecho, la película “Fury” (1936) de Fritz Lang, también se inspiró en el mismo incidente. Aquí se nota la necesidad económica del padre de familia que es seducido por un criminal… pero todo se complica como una bola de nieve. La película fracasó en su estreno, y fue reestrenada bajo un título más escabroso “Try and Get Me!” para atraer al público; pero el director fue incluido en La Lista Negra, debido a sus posiciones izquierdistas en temas sociales y políticos; y la película cayó en el olvido. En el fondo, esta es una excelente caracterización de la sed de crimen y violencia de EEUU; una de las declaraciones más poderosas sobre la división de clases y la prensa amarilla que manipula al público con veneno para vender. Muy actual, el filme muestra lo bajo que puede llegar el ser humano por dinero. Del reparto, Frank Lovejoy es el protagonista, un hombre del que siempre se tiene empatía por su situación, tanto que el director logra que así se mantenga hasta el final… mientras que Lloyd Bridges es el delincuente que lo seduce hasta de manera homosexual, la escena que cambia del bar a la habitación es elocuente, se conocieron y tuvieron sexo por dinero… Eso no se muestra por la época, y no hace falta. Y Richard Carlson como el periodista y auténtico detonante de la turba enfervorecida, un personaje que quiere redimirse, pero no lo logra por su falta de humanidad “profesional” Pero además de Lovejoy, Katherine Locke como la manicurista, está gigantesca con sus expresiones faciales, mostrando su represión sexual y rechazo social. Sobre la técnica, evidentemente se hace uso de todos los elementos del “cine negro” o criminal, con algunas escenas del expresionismo alemán, donde resaltan los primeros planos para manifestar el sentimiento de los personajes atribulados. Y el final que da título al filme, “el sonido de la furia” con la escena violenta pero sin ser explícita. En general, el drama tiene un estilo melodramático convencional, con buenas interpretaciones en Lovejoy y Locke; y el asalto de la prisión, que aun sin mostrar nada, con la edición de sonido y montaje de las imágenes, sigue siendo una de las secuencias más brutales en el cine hollywoodense de la posguerra. Un filme tan actual, que ahora cualquiera hace lo que sea por sobrevivir. ¿Es justo? “Inténtalo y me tendrás”
RECOMENDADA.
NO tendrá nota en Lecturas Cinematográficas
http://lecturascinematograficas.blogspot.com/
Alvaro Zamora Cubillo
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