La maldición

Para acojonar al público y hacer taquilla dentro de los parámetros del remake del cine de terror japofantasmagórico, siga los siguientes consejos:

1) Los beneficios se generan restando los gastos a los ingresos, así que asegure la inversión eligiendo un plantel de caras conocidas, pero baratas: de papeles secundarios en pelis famosas o de series de televisión de temática sobrenatural, para atraer al tipo de espectadores que consumen esta clase de productos.

2) A continuación, ponga a los personajes haciendo lo contrario de lo que mandaría el sentido común: si visitan la casa maldita, mejor que vayan solos; si van acompañados, que se separen y si les persiguen, que no bajen a la puerta de la calle, mejor que suban las escaleras al piso de arriba hasta llegar a...

3) Una habitación aparentemente vacía, vieja y oscura; aquí es importante el uso y abuso de bisagras oxidadas en puertas y armarios para que rechinen hasta dar dentera y que cruja bien la madera con cada pisada. Si quiere, aproveche y sorprenda a la audiencia con un susto con gato negro incluido (opcional).

4) Haga que brote del armario, del techo o de la cama, una japonesa anoréxica y dislocada con el careto lleno de polvos de talco, pero con los pelos palante (obligatorio).

5) Como efecto de sonido grimoso, métale el ruidillo que hace una Vespa cuando no arranca o en su defecto, el de su abuela durante la siesta. Si padece bronquitis, tanto mejor.

6) Deje a alguno vivo con final abierto para rentabilizar la cosa a base de secuelas; no hace falta que cambie gran cosa para el futuro, simplemente ponga un hospital o un instituto en vez de una casa o recurra al tema de la reencarnación del espectro mediante la posesión de menores, preferentemente de no natos.

¡Felicidades, ya tiene en marcha una nueva saga referencial del terror nipón! En filmaffinity le pondrán a parir cada vez más a cada secuela y/o remake, pero podrá consolarse en su nueva limusina a base de churris de alto standing, caviar Beluga y Dom Pérignon. Hala, a seguir viviendo del cuento.

Buen remake de la gran película "La maldición". Está claro que si ya hemos visto la original, esta casi no va asorprender, pero tampoco me parece criticable. Desde mi punto de vista, el objetivo de esta versión era hacerla igual que la original pero con un toque más comercial y americano. No pretende aportar nada nuevo. ¿Acaso no se parece la versión americana de "The Ring" a la japonesa? Pero en ese caso, como la original no fue tan famosa, no se critica.

Aún así, si la hubiera visto sin haber visto antes la original puede que la puntuara mejor.

De todas formas, me parece una buena película en su género, sobretodo si no se ha visto la original.

El último remake ideado por Hollywood no se diferencia en nada a la cinta original: La maldición. Para llevar a cabo un remake, antes es necesario tener en cuenta una serie de instrucciones. Regla número uno: si la película a repetir todavía resiste el paso del tiempo, no se te ocurra acercarte a ella por el momento, sería un atrevimiento egocéntrico, lleno de arrogancia e inutilidad. Regla número dos: si éste no es el caso, repetirse, pero a la hora de hacerlo, añadir o modificar mínimamente algún detalle (personajes secundarios, escenarios, tramas secundarias, música, puesta en escena…). Regla número tres: si eres un productor avispado, al tanto de las actuales novedades y modas mundiales, y eres consciente de la falta de ideas y racanería de los guiones que se escriben últimamente, entonces, haz un remake, porque seguramente, ¡te forrarás!
Sam Raimi, el productor avispado en este caso, amante del género y director de culto gracias a obras como Posesión infernal, no ha cumplido las dos primeras reglas, pero no importa, ha creado una cuarta: contratar al director original para que él mismo no sólo supervise todos los detalles, sino que además, dirija el remake de su propia película.
Takashi Shimizu es, junto a otros directores como Takashi Miike o Hideo Nakata, culpable desde hace años de la renovación del género de terror. Después de la oleada de psicópatas y muertos paralelos orquestada por Wes Craven, Shyamalan y Amenábar, repetidas hasta la saciedad por olvidables artesanos de tres al cuarto, la cada vez mayor apertura al mercado oriental está provocando fenómenos cuanto menos llamativos.
En El grito, la vida de los personajes sigue sin interesarnos lo más mínimo. Lo admirable de Takashi Shimizu es la creación de atmósferas y tempos inquietantes, y aunque en el montaje puede hayarse más de una incongruencia e irregularidad, es de agradecer su dirección, sobre todo porque presenta algunas de las claves de la narración oriental, la más excitante, enriquecedora y novedosa en la actualidad. De la catástrofe del producto, no toda la culpa la tiene él. Las historias de maldiciones, con la ceguera, la señal de video o el agua, están empezando a agotarse peligrosamente, y sólo espero, por el bien de todos, que la distribución de la industria oriental siga alcanzando nuevas cotas, porque si no, veo nuevos proyectos como éste en el horizonte, sobre todo porque parece que al espectador medio norteamericano le hace falta que le traduzcan los éxitos fuera de sus fronteras a un lenguaje ortopédico. La fidelidad al original sólo inquietará a aquellos espectadores que todavía no se hayan dejado desvirgar por las generaciones orientales, pero si todavía no carecen de prejuicios, acudan a la fuente original, no lo lamentarán.

En el cine para no dormir parece que los orientales le han cogido el punto a esto de dar sustos. Tercera versión sobre el mismo tema pero esta vez para los EEUU. Takashi Shimizu nos provoca unos cuantos botes de butaca con su maldición. La carátula provoca cierto encogimiento de nalgas, el salto final se consigue con sólo media hora de película. Hace poco estrenó su segunda parte, supongo que la terminaré sufriendo para liberar adrenalina. Consigue lo que muchos otros intentan: asustar cuando menos te lo esperas. Como en cualquier otra cinta del género, se recomienda luz escasa y sugestión previa.

“Remake” hollywoodiense de la última hornada, de esos en que contratan al director de la película original, le ponen un “casting” americano y, hala, a copiar plano por plano. La imaginación al poder, vamos.

En casos como este, como es previsible, poco o nada se aporta, si acaso mayores medios, y el resultado dependerá de la calidad de la cinta versionada. Sin embargo, este clon es recomendable aunque sólo sea porque, por fin, te enteras de quién va muriendo. Y es que, francamente, en “La maldición”, con tanto salto temporal y tanto “flashback”, y con todas las japonesas cortadas por el mismo patrón, te armabas un lío de mil demonios. Eso sí que era complicado, y no “Primer”.

Aunque claro, supongo que en Japón les pasará ahora lo mismo con esta versión, que todas las occidentales les parecerán iguales.