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Herostratus

Drama Un joven quiere suicidarse en público saltando de un rascacielos. El título hace referencia a la historia de Eróstrato, que, para inmortalizar su nombre, incendió el templo de Artemisa en Éfeso. El director y el actor principal de la película terminarían suicidándose tiempo después. (FILMAFFINITY)
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Críticas ordenadas por utilidad
13 de octubre de 2015
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Herostratus es una película que fue del todo invisible durante cuatro décadas, las transcurridas entre su tardío estreno en el circuito de festivales y la impecable restauración y redistribución obradas por el British Film Institute hace cinco años escasos ciñéndose en todo momento a las directrices dejadas por su autor, el australobritánico Don Levy. Procedente del estudio de la física, Don dejó sólo esta película y varios cortos experimentales por toda filmografía antes de desistir en lo del medio fílmico para dedicarse a la docencia, y al igual que nos hemos perdido a lo que prometía ser un cineasta de los que salen solo uno cada mil patanes de más renombre –especialmente por esa vocación de con constreñir el cine a la literatura u otras artes cuando todavía era una disciplina que ni el diez por ciento había exprimido de sus posibilidades precisamente por hacer otros todo lo contrario- otros todavía celebran el oscurantismo que rodea a su autor y el desconocimiento generalizado que describe a su obra lo primero de todo. Porque Herostratus es una película que se vio muy poco en su día, pero los que lo hacían o quedaban con ganas de ser cineastas o, directamente, se dejaban de loas en público para fusilar tal idea o cual plano o todo de principio a fin. La Naranja Mecánica de Kubrick le debe el uso diegético de música clásica para las escenas de violencia (así como el atuendo de Max e incluso el increíble parecido entre Michael Gothard, su protagonista, y Malcolm McDowell) L'éden et après y Glissements progressifs du plaisir de Alain Robbe-Grillet en lo visual jamás habrían podido darse sin la existencia de Herostratu;s Contraté A Un Asesino A Sueldo de Aki Kaurismaki presenta un sinfín de paralelismos con ese film; las secuencias de los mimos haciendo el cabra sobre el jeep en Blow Up Antonioni ahí plagio no porque aunque anterior a la suya la de Don Levy se estrenó después y de aquella manera, pero ojo a ello; y las puestas en escena a lo teatro Brechtiano de Derek Jarman en Wittgenstein y Von Trier en Dogville de aquí que salen. Eso por no hablar de las deudas contraídas por Chuck Palahniuk con Don Levy en sus novelas Club de Lucha y Superviviente.

Sin embargo, una película no resulta interesante por cuán influyente termina siendo sobre otras obras y autores, sino por su resultado autónomo al margen de todas esas zarandajas. Y en este caso se puede afirmar que Herostratus es interesante a más no poder. Entre otras razones por el barrido tardiosesentas que se aprecia en su protagonista sobre las actitudes contestarías más habituales en ese periodo liminal de cambios de tendencias contraculturales, pasando de iniciarse en una actitud encuadrada en lo que vendría a ser un Angry Young Men de libro de la literatura -y free cinema británico- de la época a anticipar cierto poso derrotista que ya vendría con los setenta. Todo ello sin tenerse muy claro nunca qué motiva a Max a asumir su decisión (¿es egocentrismo y deseo de fama a toda costa incapaz de alcanzarla de distinta manera que suicidándose, es un sacrificio mesiánico para iluminar al resto de la población sobre ese mal que vertebra la vida post-industrial llamado publicidad o qué mierdas hay tras la maniobra de este tontainas, Emile Durkheim? ) y, a dios gracias, sin tener nada que ver con la vertiente francesa sesentas de Godard de hacer películas antisistema poniendo a modelos adineradas a leer pasajes de El Capital: aquí el choque es frontal y por la vía de la acción en vez de por la turra de la proclama –esa alucinante secuencia de Max blandiendo un hacha camino de la oficina del jefazo publicitario, y todo confunde al mismo nivel que podría darse de aplicar una maniobra similar en la realidad, no termina de saberse quién maneja a quién al final, si el joven artista fracasado al aparato propagandístico del capitalismo o el primero a lo segundo en pos, quizá de verdad, de poder gozar de fama vía cascarse un Eróstrato, aquel terrorista cultural que se llevase por delante una de las siete maravillas del mundo para lograr fama a cualquier precio, dar título mazo de tiempo después a este film e inspirar a The KLF algunos años más tarde. Al final la aparición de una chica -marioneta de otros intereses- es lo que siembra ciertas dudas en Max, hasta entonces virgen (otro paralelismo curioso con Christine Chubbuck), actuando el tema de la carne de la misma manera que en el otro film británico maldito por excelencia, Privilege (Peter Watkins). Que eso nunca se sabrá si Watkins y Levy consideraban a la mujer motor de cambio o es una mera casualidad fruto de tener que llevar las tramas a algún sitio medio común para los espectadores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jark Prongo
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