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Mamá cumple 100 años

Comedia. Drama La abuela está a punto de cumplir cien años y todos los miembros de la familia se trasladan a la finca para felicitarla. A la vieja casa llegan los dos hijos, Fernando y Juan, sus respectivas esposas y sus tres hijas. También llega Ana, la antigua institutriz y su marido argentino. A la cita sólo falta José, el más pequeño de los hijos, que murió hace unos años. Todos los hijos esperan que la anciana muera para parcelar la finca, ... [+]
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
19 de septiembre de 2007
38 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha gustado mucho esta película de Saura, especie de continuación de “Ana y los lobos” pero con un enfoque cómico y ligero (aunque amargo a veces), e incluso con momentos de pura fantasía.

Son muy interesantes las diferencias con respecto a “Ana y los lobos”, que retrataba el franquismo puro y duro, mientras que “Mamá cumple cien años” retrata la liberación de esa dictadura:
Ahora ha desaparecido la autoridad: el hijo militar ha fallecido, y Ana (la institutriz encarnada por Geraldine Chaplin), es ahora ex institutriz y viene a la casa sólo como invitada.
También está el relajamiento de las costumbres y la liberación sexual, representada sobre todo en el personaje de Amparo Muñoz (muy guapa y poco más; no sé por qué se alabó tanto su trabajo en esta película).
Por último, esta “segunda parte” es mucho más abierta al exterior, si bien en esa naturaleza no deja de haber peligrosos cepos diseminados aquí y allí (tampoco es un mundo idílico el que retrata).
España ha cambiado a mejor pero sigue siendo traicionera, parece querer decir Saura.

Es una pena que casi todas las pelis españolas de hace más de 15 o 20 años tengan ese aspecto que hoy resulta como viejo y descuidado, porque por lo demás me ha encantado.
Sahar
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16 de octubre de 2006
28 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carlos Saura se reencuentra siete años después en la que fue laureada en tantos festivales y candidata al Oscar como mejor película extranjera, con los mismos personajes de pesadilla que se dieron cita en "Ana y los lobos" ofreciendo de nuevo un maginífico collage de dirección de actores y fantástico diseño de personajes en el que destaca una Rafaela Aparicio pletórica en uno de los pocos y quizá el más destacado papel protagónico que tuvo en su carrera.
Filme que destila buen realismo mágico y preciadas gotas de esperpento bien dosificado. En algunos momentos, hasta podríamos emparentarlo con el Ángel exterminador de Buñuel, dadas algunas de las situaciones que nos hace pensar el absurdo de proseguir una celebración en esa casa donde nada es lo que parece.
Chus
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21 de abril de 2010
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
La evolución desde «Ana y los lobos» (1972) a esta continuación conlleva una rebaja en la carga de virulencia alegórica. Lo que en «Ana...» era simbolismo visceral sobre los poderes tradicionales de esta España nuestra, en «Mamá cumple 100 años» aparece como una reflexión bufonesca ante los nuevos elementos que habrían de tomarle el sitio al ya tardofranquismo. Pero todo es más obvio que en la primera parte, aunque también más cómico. Menos atmósfera cerrada y atrabiliaria y más caricatura melancólica.

Y es que por mucho que lo grotesco parezca inundar el metraje, es incontenible un sentimiento de nostalgia que se vierte por una vida, una muerte, unos actores, una historia en común y unas infancias. Porque fueron infancias y adolescencias las que se vivieron –al que le tocara– en esos figurados 100 años. Y al recuerdo de una vida y su tristeza no hay sotana o Benemérita que se oponga.

"Para morir basta un ruidillo...", decía Aleixandre. Morir es conocer y es recordar, es aprender... Y así se muere un país, exorcizando viento y oscuridad. Tanta paz lleva como ruido trajo.

Y luego los nietos subvierten el orden preestablecido introduciendo costumbres nuevas, ajenas a la memoria. Y con ellos se despide un país con dolor de España y se despide José María Prada de un infarto (como el personaje). También se despedía el propio Saura de un cine que iba perdiendo sitio (cine de doble sentido buñueliano y censurado).

Los cepos en el jardín como reminiscencias de violencias castradoras que se pierden. Y la España del pan y circo, también, a través de una familia donde sus miembros son símbolos de los viejos tiempos. Y de los nuevos tiempos. Y de la vida que transcurre y pasa, y se va y sigue...

De un tono pseudofantástico más distraído que «Ana y los lobos», pero con mayor cercanía y sentido directo de la comedia, el film acaba siendo una recapitulación localista y esperpéntica de un tiempo en alcanfor, no tanto su crítica.

Y es que el pasado, aunque fuera malo, se recuerda con ironía pero sin desprecio. O con un desprecio blando no exento de ternura, porque al fin y al cabo es un dinosaurio enfermo el que yace en una cama. Y en él parecen mezclarse la existencia y la invención, el tiempo y la realidad. El pasado y el futuro en parapente. La vida propia y el país propio que te duele en lo más hondo porque se comió tus días.

“Vámonos ya de aquí”.
Bloomsday
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11 de diciembre de 2013
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una obra que busca expresar algo más de lo que muestra, surgen interpretaciones. Esa vieja mansión señorial de pasadas épocas muestra continuamente la evidencia, el viento traspasando las estancias, frías y vacías, y la tumba en la ladera. Se ve todo el rato: Es una casa abandonada en la que no vive nadie. En realidad, están todos muertos.

Los autores que buscan algo en sus obras, o dejar una huella, acaban todos manifestando la amargura por una vana existencia. Es lo común. En esa casa de Torrelodones, en medio de una finca cercada, habitan unos fantasmas que fueron llegando en su día (se representa como que llegan a la vez con una excusa que no es tal). Como en El ángel exterminador, una vez allí, no pueden salir. Todos vivieron la época álgida de la grandeza de esa casa, cuando la señora viuda vivía; con ella llegó también la decadencia de la familia y el abandono de la mansión, probablemente, cien años atrás.

La gran señora fue al mismo tiempo dueña, sostén de la familia y la gran dominante, ejerció su voluntad con cariño pero al mismo tiempo con autoridad, una autoridad por unos aceptada, por otros rechazada y por otros simplemente consentida o que pasaban de ella. Esto no es ni más ni menos lo que sucede, viene sucediendo y sucederá siempre en todo núcleo social.

La abuela se agarra a sus recuerdos, tiene mucho que recordar, porque sabe que lo único que le sobrevivirá es su propio fantasma, que como todos los fantasmas, no tienen futuro alguno y viven del pasado y dando la coña a los demás con el pasado y con los rollos de siempre; por eso son fantasmas. De ahí que cuando llega ese cobrador con la letra, la hija estampe un sello con una firma que ya no se ve, y como no se ve, la repasa por encima, una forma de representar la condición humana; esas letras de cobro se adivina llegarán siempre todos los meses, se perpetuarán.

La abuela se aparece a su hijo en la gruta como una luz divina y le dice lo que tiene hacer para vivir que es lo que toca, que ya tendrá tiempo de lamentarse; pero es pura ilusión pues el tiempo pasó; le recuerda sus ocasiones perdidas. La abuela oye todo y lo sabe todo, porque nada es material, es la propiedad de los espíritus (me río de uno que dice que tiene poderes telepáticos). Algunos de la familia quisieron precipitar su final, lógicamente pensando que les iba a ir mejor, sin saber que también sería el final de ellos. Por supuesto, les era indiferente que la abuela lo supiera, tenían que intentarlo y ella no lo podía evitar.

Luego surge la abuela de una luz de las alturas, del techo, en un columpio floreado como los ángeles del Renacimiento, que no es que lo sea sino que representa una manera de cómo repartía el cariño entre su familia, pero su bondad era lógica pues ellos justificaban su existencia, aunque luego le diga al Judas de su hijo ermitaño que él no, que él no se acerque, que se quede con los que se rebelan. Ella por supuesto, no odia a los que se rebelan, es más, les comprende y los entiende.

Y claro, todo es rebeldía, no contra la abuela en sí, sino contra esa condición mortal que fueron la causa de los espíritus que quedaron prisioneros entre aquellas paredes. Las niñas no hacen más que protestar porque aún no saben si quieren esa vida o prefieren otra diferente. Unos experimentan con el sexo, son los sumisos, los que aceptan la situación, así se entretienen; mientras otros quieren revivirlo inútilmente; es la insatisfacción, el deseo. El hijo ermitaño quiere volar, huir, escapar, ser un espíritu libre, a pesar de ver la imposibilidad porque viven una rueda, condenados a pasar una y otra vez por lo mismo. Y los cepos no tienen importancia en sí, pueden ser cualquier cosa de la vida. Hay muchos cepos a lo largo de la vida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
floïd blue
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16 de mayo de 2012
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si uno de los problemas de algunas películas es quedarse ancladas a la época en la que fueron realizadas, está claro que "Mamá cumple 100 años" tiene ese gran "defecto": plena etapa de la famosa "transición española", despertares de ideas tras mucho tiempo de silencio, ansias de sacudirse cadenas y pesados lastres del pasado...La radiografía que Saura hace de la familia tantas veces retratada por el cine (y por él mismo en "Ana y los lobos", considerada oficiosamente la primera parte) no es ahora ni muchísimo menos reconocible. A pesar de ello guarda un interesante mensaje que se hace aún mas entrañable al contar con un plantel de actores de auténtico lujo: una inmensa Rafaela Aparicio en un papel de Oscar, Fernando Fernán Gómez y José Vivo, una por entonces arrebatadora y sensual Amparo Muñoz...o ese secundario de lujo, enorme actor teatral, que era José María Prada y que de hecho falleció antes de finalizar el rodaje.
Lo dicho. Interesante documento para entender la "psique" hispana tras tantos años de dictadura y como epílogo final de "Ana y los lobos".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Goiano
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