Arriya (La piedra)

Arriya, “la piedra”, trata sobre el peso de la tradición en un pequeño pueblo vasco.

La tradición deportiva de arrastrar una inmensa piedra con caballo (o mula) muestra que la competitividad en los participantes va más allá del terreno de juego como es la plaza del pueblo. Además, las relaciones de unos vecinos con otros generan, tradicionalmente, que otras circunstancias se incorporen al juego y a la vida misma: las apuestas, las trampas, el odio, la venganza, las rencillas, el desprecio…

En ese escenario nos encontramos a tres personajes que forman un triángulo amoroso desde que eran niños. El mozo que tiene de novia a la chica que lucha contra las tradiciones, la guapa y caprichosa joven que viene de la ciudad a pasar las vacaciones y que se propone quedarse con el mozo, el chico que no tiene claras sus ideas y al que, en principio, le gustan las dos, cada una por sus diferencias…

La historia y lo que pretende contar no están mal, pero las el argumento se complica sin que sea necesario y provoca que se pierda el hilo. Las cuestiones paralelas a las historias principales de la tradición y la relación amorosa, llevan a la confusión y a la necesidad durante el metraje de una explicación mayor que no se encuentra finalmente.

Algunas historias de unos personajes con otros quedan presentadas pero no desarrolladas ni resueltas: delaciones, contrabando fronterizo, doping a los animales, locura… que no acaban de situar las rencillas y los odios que provocan de unos hacia otros.

Los tiempos mostrados en la historia crean confusión: un árbol que crece en minutos hace pensar, equivocadamente, que pasan los años, sin embargo sólo es una metáfora de que la espera se hace larga. Una boda que se piensa, decide y planifica y que se lleva a realización al día siguiente mismo, cuando al principio se puede pensar que pasan, por lo menos, algunas semanas. Una degradación de relación de pareja (ilusión, rutina, desencanto) que transcurre en un par de días. Un envejecimiento de los personajes de golpe para culminar la historia…

La tradición y las relaciones de los vecinos de un pueblo vasco están bien presentadas. El triple idioma no supone problema, al contrario, la mezcla de vasco, castellano y francés aporta un punto de verosimilitud mostrando la realidad de los territorios donde se da esa convivencia de culturas. Pero la confusión pasa a ser la losa más pesada en esta historia.

Interesante primera película del director Alberto Gorritiberea. La película narra con acierto el peso de la tradición y el pasado, que nos viene dado desde el momento en que nacemos en un lugar y en una familia concreta, y la gran dificultad de deshacernos de ese pasado, que en algunos casos es una losa que no nos pertenece y que no nos corresponde levantar a nosotros.

Se nota que el director conoce las costumbres vascas, el ambiente rural, la cultura, el folclore, y lo lleva bien a la pantalla.
Se huele la vida de caserio, la comida hecha por la madre, el trabajo en el campo y el cuidado de los animales. El suelo y la tierra protagonizan la película, en un escenario que apenas se abre al paisaje exterior ( qué tentación no sacar la cámara a pasear por montes y valles ) y, lo más lejos que llegan los personajes, es hasta un viejo molino, en donde la pareja protagonista no parece encontrar la intimidad que necesita, ya que siempre son sorprendidos por padres, hermanos, tios....

Todo el aire naturalista muy bien pero, cuando intenta contar la tragedia amorosa y el drama familiar, en plan Puerto Hurraco, a lo más que llega es, a telenovela de sobremesa. El trio protagonista no convence; resulta lioso colocar a cada padre con su hijo y a cada hija con su madre; de repente aparece un tio; los personajes desaparecen y la familia ni se inmuta...
En fin muy acertado en la ambientación pero, el argumento no engancha.