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Las aventuras del Barón de Münchhausen (C)

Fantástico Después de una cena, el barón de Münchhausen se va a dormir, pero por la noche le asaltan terribles pesadillas. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
28 de noviembre de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque la pesadilla como recurso argumental fue de uso común durante los años iniciales del siglo XX, esta fantasía que filmó Méliès en 1911 resulta meritoria porque posee una admirable habilidad narrativa y una singular y muy bella ambientación.

También el relato infernal es otro referente muy utilizado en aquella época pero el director francés también sabe conferirle ese punto de singularidad que le hace parecer original.

El corto posee un ritmo vivo, está cargado de acciones divertidas y algunas de sus escenas resultan sorprendentes.
ABSENTA
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25 de noviembre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como novedad a esta película de Méliès, es que utiliza un espejo sin espejo. Con lo que hay unos dobles haciendo lo mismo. Al principio puede ser que no se nota, pero al final te das cuenta que no es un espejo, con lo que realmente no está muy bien conseguido. Difícil, sí, pero si lo haces, es porque te sale bien.

El recurso del sueño está muy explotado por él mismo. Y no ofrece nada nuevo, solo cambios y más cambios sin sentido y ya está. Muy estilo suyo, pero muy visto ya.
edugrn
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7 de agosto de 2023
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216(04/04/08/23) Interesante cortometraje de 10 minutos, sobre todo por su valor de arqueólogo del Séptimo Arte, por ser una pieza de uno de los pioneros del cien, y sobre todo del primer maestro de los efectos visuales, como fue el francés Georges Méliès, que la dirigió hace 112 años, siendo probablemente la primera pieza en cine que abordaba las aventuras del legendario Baron Münchausen. Fue de los últimos trabajos del pionero de las "películas con trucos" Georges Méliès, comenzó la producción en 1896 e hizo cientos de encantadoras pequeñas películas antes de que su carrera se hundiera en 1914. Méliès admiraba las historias creadas Rudolf Erich Raspe sobre el personaje real, que incluso inspiraron su mítico corto “Un viaje a la Luna” (1902). Aunque este relato es una vaga inspiración sobre las conocidas aventuras, con una estructura bastante plana, y muy episódica. La mayoría de la acción acontece en un solo escenario, escenografía, pintada con detalle sobre fondos bidimensionales y recortes, creada por un colaborador frecuente de Méliès, Charles Claudel. Se filmó en los estudios de cristal de Méliès, a excepción de la escena al aire libre cerca del final de la película, que se filmó fuera de la casa cercana de Méliès. Muchos de los accesorios son reciclados de películas anteriores de Méliès, como un elaborado títere de dragón de la fantasía de 1906 “La bruja”. Los efectos de la película se crearon utilizando maquinaria escénica, pirotecnia, empalmes de sustitución y fundidos.

Después de una noche de entretener a los invitados con comida y bebida lujosas, un barón Mnchausen borracho es llevado a su cama, debajo de un enorme espejo rococó. Pronto cae en un sueño profundo, solo para experimentar una variedad de sueños inquietantes y de otro mundo.

La secuencia del espejo en la película se basa en una rutina que ha sido popular durante mucho tiempo en los teatros de variedades. El efecto no se produjo con un espejo real, habría reflejado las ventanas del estudio y la cámara; en cambio, había dos actores en el set, uno de los cuales imitaba gestos del otro desde el lado opuesto del "vidrio" imaginario. El comediante Max Linder revivió la rutina del espejo en su película “Seven Years Bad Luck” (1921), y los hermanos Marx la atomizaron en su genial “Sopa de Ganso” (1933).

Méliès mantenía un modo arcaico de filmar, con la cámara estática en plano general, cual, si estuviéramos viendo un escenario de teatro, no existen primeros planos o planos medios, dónde la expresividad actoral resulta distante, ello influenciado por que el director veía a sus intérpretes como marionetas. En este sentido Méliès se estaba quedando estancado en comparación con otros cineastas que innovaban en la forma de rodar.

El fuerte del minutaje está en lo imaginativo de los fondos oníricos que salen de la mente del Barón, los disfraces, las fluidas transiciones, con ese Egipto Antiguo, el monstruo con forma de rana, el juego que da el espejo, el violento saltamontes gigante, un payaso, una fuente custodiada por féminas que hacen que caiga nieve, llegamos a una especie de Averno con demonios, un dragón, una mujer que se convierte en araña, pasamos a un escuadrón de soldados que disparan al ensoñador, un tipo alegre le dispara desde la Luna, que deriva en un paquidermo con gafas, y llegamos al espejo, esa frontera entre la realidad y la fantasía. Un carrusel de situaciones surrealistas que seguro gustaron a Luis Buñuel y pudieron servirle de inspiración a su filmografía. Todo con mucho sentido vitalista entusiasta, aunque me ha faltado algún homenaje a la bala de cañón icónica que monta Münchausen en sus historias. Méliès pasa del tono humorístico a la tensión, al terror, al desconcierto, ello atrapando al espectador en este juego anárquico (cual son los sueños), que al no durar mucho resulta muy ameno. Un encadenado trepidante de situaciones dantescas, de unas a otras de modo frenético, queriendo hacer en apenas diez minutos que el mítico protagonista esté involucrado en las máximas aventuras posibles, cual es el personaje dramatizado por Hieronymus Karl Friedrich. Seguro que Buster Keaton pudo ser influido por este corto para su comedia “Sherlock Jr.” (1924), sobre todo por como el barón intenta traspasar la pantalla que es el espejo convertido en especie de límite hacia el cine que son sus sueños.

La película fue una de las seis encargadas a Méliès por el estudio Pathé Frères. Méliès hizo la película en su estudio de Star Film Company y confió en Pathé para distribuirla. El plano medio encuadrado de cerca al comienzo de la película, una configuración inusual para Méliès, probablemente indica la influencia de Pathé. De manera similar, el ritmo de la película, extremadamente relajado para los estándares de Méliès, puede indicar una presión externa para hacer que la película dure más.

Para muchos es una sorpresa descubrir que el barón Münchhausen era en realidad un verdadero aristócrata alemán, Hieronymus Karl Friedrich, Freiherr von Münchhausen. Después de servir en la Guerra Ruso-Turca de 1735-1739, se hizo famoso en la alta sociedad por sus exageradas reminiscencias y cuentos fantásticos de sus hazañas militares. Las historias ficticias de sus aventuras comenzaron a aparecer en revistas alemanas y se recopilaron en un libro llamado 'Narrativa del barón Munchausen de sus maravillosos viajes y campañas en Rusia'. Publicado por primera vez en Inglaterra en 1785, fue un éxito en toda Europa y se tradujo a varios idiomas, incluida una edición en alemán que agregó material nuevo de Gottfried August Bürger. La naturaleza ridícula de las historias, incluido un viaje a la luna y montar en una bala de cañón, molestó al barón de la vida real, quien amenazó con emprender acciones por difamación. El personaje ficcionado alemán tenía gran inclinación por mentir y exagerar sus aventuras. Pero aquí no es un narrador como tradicionalmente lo hemos visto, es simplemtne presa de ensoñaciones fruto del Dios Baco.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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