The Control Room (Miniserie de TV)

Producida por la BBC, esta miniserie de tres episodios posee un punto de partida intrigante, un desarrollo entretenido y un cierre flojo. Un joven que trabaja atendiendo llamadas de urgencia recibe una desagradable sorpresa; desde ese momento, sus problemas no dejarán de crecer.

Clásico producto que se devora en una tarde y se olvida rápido. Sacrifica la coherencia del guion en favor de golpes de efecto, en una trama rebuscada con aroma a Hitchcock. Lo mejor es el protagonista, un hombre ingenuo y generoso, un buenazo del que todos se aprovechan. Ya se sabe que, en este mundo cruel, cuanto mejor te portas, peor te tratan. Al pobre tipo no paran de caerle golpes, todos inmerecidos. La suerte no le acompaña. Si montara un circo, le crecerían los enanos. Si fuera un club de fútbol, sería el Atlético de Madrid.

Es una clase diferente de héroe, uno que sufre, suda, duda, las pasa canutas, comete errores imperdonables, no se cuestiona nada, se preocupa por tonterías y obvia los detalles importantes. La vida le vapulea, le pone obstáculos, pero él se mantiene firme en su afán de ayudar a los que lo necesitan, en su vocación de personaje quijotesco, en su deseo de mantenerse fiel a una promesa. Es un héroe algo tonto, quizá, pero un héroe al fin y al cabo.

*Un trabajo nada fácil

Gabriel (Iain De Caestecker) trabaja en un centro de llamadas de urgencia, contestando a personas que, como él mismo describe, se hallan en un momento de máxima desesperación. Él se desenvuelve bien en su puesto, pero un día recibe una llamada que le toca de manera personal. Una chica de su pasado contacta confesando haber cometido un asesinato, y acaba pidiendo a Gabriel que la ayude.

Este es el punto de partida de The Control Room, y el escenario desde luego supone un gran acierto. Resulta muy interesante ver cómo funciona este trabajo y ser conscientes de que las personas que responden esas llamadas pueden llevarse cargas muy pesadas a casa. Luego está el dilema al que se enfrenta Gabriel. ¿Debería alertar a la policía y cumplir con la ley? ¿O es más importante la amistad de infancia que le une a Sam (Joanna Vanderham)?

*Giros y más giros

Sin duda uno de los grandes atractivos de The Control Room con sus tres capítulos es su constante capacidad para sorprender y mantener en vilo al espectador. Empatizas en seguida con su protagonista, y por lo tanto sufres muchísimo cada vez que se expone a ser descubierto. La historia se desarrolla enredándose cada vez más, y mostrando que las cosas no son tan simples como parecían a primera vista.

A la vez que acompañamos a Gabriel en su incansable esfuerzo por solucionar el embrollo, también somos espectadores de pequeños flashbacks sobre su infancia y su relación con Sam, arrojando luz hacia los hechos que construyeron ese vínculo tan fuerte entre ambos. Esto, por supuesto, hace entender mejor por qué Gabriel decide ayudar a Sam en lugar de entregarla directamente a la policía.

*No falta la crítica social

Conocemos la Escocia de los paisajes de series como "Outlander". Sin embargo, ciudades como Glasgow ofrecen un panorama mucho más gris y problemático que las famosas Highlands. Directoras como Lynn Ramsay en su "Ratcatcher" supieron captar muy bien la miseria y la suciedad de este entorno, y en esta ocasión Amy Neil también aprovecha para tirar un par de pullas sobre la precariedad laboral, especialmente en jóvenes.

Vemos la situación de Gabriel, con un trabajo bastante exigente, y aún así es capaz de permitirse únicamente una habitación de alquiler. Tenemos también comentarios de sus compañeros, uno de ellos quejándose de que, aún con dos trabajos, sólo le llega para alquilar un diminuto ático. Todo esto son pequeñas semillas que nos conducen a las motivaciones de otros personajes para incurrir en la ilegalidad.

*Conclusión

Filmin siempre suele apostar por series británicas de calidad y en este caso vuelve a hacerlo. The Control Room es perfecta para los adictos a la adrenalina, son sólo tres capítulos de menos de una hora que además se pasan rapidísimo y se disfrutan mucho.

Escrito por Jenny Sánchez