No, no quiero

El documental dirigido por Belén Santos habla sobre una realidad social: los matrimonios consensuados. Esta es presentada por cuatro chicas que se alejaron de sus familias para evitar casarse forzosamente. El problema es que, pese a ser una experiencia muy dura y, a veces, hasta traumática, no consigue transmitir esa sensación al espectador. Da la impresión de que todo lo que se cuenta se hace de una forma muy superficial, con unos relatos completamente planos, narrados por las chicas, las cuales no profundizan en su vivencia ni nos dan nuevas perspectivas.

Al principio podría parecer una buena idea la confrontación de dos personas para permitir la presentación y desarrollo de sus opiniones y puntos de vista sobre la materia específica, pero no acaba de resultar. Es más, eso provoca que no haya preguntas directas a las implicadas que inciten a la reflexión y hace que se divague de forma superflua en el tema. Eso, por ejemplo, se ve claramente en la escena en la que Aya –una de las protagonistas– habla con su madre: su interacción es pobre y llegan a emplear más tiempo en discutir que incidiendo en la cuestión planteada.

Varias secuencias resultan innecesarias y llega a parecer que, por falta de contenido, tienen que grabar a las jóvenes dando vueltas por el barrio sin ninguna finalidad. Si se suprimiesen esos clips que solo restan al proyecto, quedaría un documental correcto de veinte minutos, pero se convierte en uno muy flojo de setenta y cuatro.

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