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El niño de la luna

Fantástico. Drama Desde tiempos remotos, en el África Negra, una tribu espera la llegada de un dios encarnado en un niño blanco, el Hijo de la Luna. David, un niño huérfano que vive en la desquiciada Europa de entreguerras, conoce la profecía y en su mente infantil surge la idea de que ese niño es él y debe cumplir su destino. Una organización de carácter científico adopta a David hasta que él descubre que la organización pretende canalizar la energía ... [+]
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
26 de abril de 2007
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
El guión y las actuaciones de El niño de la Luna distan mucho de ser redondos en algunos pasajes, sin embargo las imágenes tienen un poder brutal, cada plano sugiere misterio, con una realización fascinante en sus travellings, fundidos y el virtuoso manejo de la cámara.

Villaronga es un cineasta fuera de la ley y el orden, relata historias distintas aunque a veces su espíritu de riesgo roza la salida de la pista, aquí aglutina leyenda, poder mental, una extraña secta y las ¿imaginarias? sensaciones y convicciones de un niño, todo ello marcado por el influjo magnético y perturbador de la Luna.

La fotografía de Jaume Peracaula es excelente con el refuerzo de las aportaciones musicales de Dead Can Dance (Lisa Gerrard incluso interpreta uno de los personajes), en una algo oscilante pero tensa obra de un artista tan especial y singular que hay que reivindicar como auténtico autor de culto.
Ennis
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5 de septiembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fortaleza de esta película es que toda belleza que nos muestra procede del misterio, de algo que no acertamos a entender del todo, pero sí a comprender. Comprendemos las aventuras, todas bajo el inconfundible sello del Villaronga más personal, es decir, el que en una misma pincelada unifica expresionismo, sordidez y pureza aséptica. "El hijo de la luna" no se plantea su verdad, y esta contradicción es precisamente la que se la confiere. Posee una estética sólida (en la que se pueden encontrar argumentos), aunque cabría preguntarse si el resultado es tan redondo como el que consigue en otras obras como "Tras el cristal". Un metraje más comprimido podría haber instaurado en el espectador más intensidad, pero esta es una película que no pretende llegar a todos los espectadores, es decir, requiere de una sensibilidad específica (no más ni menos, sino específica) para devorarla con sumo placer.
gpiqueras
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10 de noviembre de 2022
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Rizar más el rizo con las truculencias se antojaba tan innecesario como oportuno era, en su segundo trabajo, que Agustí Villaronga se subiese al carro del scifi metahumano y las ¿fantasías? infantiles con poso en el folklore mitológico africano, bregándose en el plano onírico de influencias repartidas entre el Paul Schrader de 'El beso de la Pantera' (1982) y el John Boorman en estado lisérgico de 'El Exorcista 2: El Hereje' (1979), prescindidiendo de la confusión en la segunda, y con el erotismo en la primera, para instalarse en los sueños de un adolescente huérfano en la Europa del primer tercio del siglo XX, convencido de ser la encarnación de una deidad de una profecía ancestral.
Sorprendentemente cuanto más arraigados están los miedos de su joven protagonista (Enrique Saldaña) mayor es la ductilidad con la que Villaronga recurre no tanto los miedos infantiles -que también, en parte- como a un aura de tenebrismo mágico ubicado dentro de un escenario idóneo, el de los cuentos sobrenaturales sobre instituciones juveniles con chavales de capacidades especiales y la aventura que experimentan entre sus paredes con las posibilidades argumentales a las que se abre esta clase de relato, con el melón abierto de los mad doctors -Jack Birkett y Lucía Bosé- frente a los instintos protectores de otras figuras no antagónicas: una insólita y fugaz Mary Carrillo, la "institutriz buena" Maribel Martín y, como compañera, la solista -y coautora de la BSO como integrante de la formación DEAD CAN DANCE- Lisa Gerrard derrochando extravagancia desgarbada frente a un David Sust ('Tras el cristal') otra vez críptico y sosegante que cambia únicamente de caracterización.
Ambos, por cierto, disfrutan de una lúbrica sesión de copulación y horror que podría haber sido la envidia de Ken Russell.
Günter Meisner también repite con Villaronga con un papel como padre de Sust.
La participación de Lluís Homar y Albert Dueso en los papeles de dos matones homologables a los hombres grises del Banco del Tiempo ('Momo') marca la antesala a un luminoso relato de aventuras transcontinentales.
Un cuento tan sórdido y tenebroso (cuando toca) como grandilocuente y emocionante (cuando toca). En ocasiones ambas cosas.
En cualquier caso un tesoro oculto del mejor cine de aventuras que, por su año de producción, deduzco que fue de los primeros trabajos participados por María Ripoll.
Imprescindible.
antonio lopez herraiz
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