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Las relaciones peligrosas

Romance. Drama Juliette y Valmont forman un matrimonio liberal y poco convencional. De mutuo acuerdo, los dos tienen amantes, aunque lo mantienen en el más absoluto secreto. Ante amigos y conocidos, Valmont es un marido fiel; Juliette, por su parte, aparenta ser una mujer honesta, fiel y muy pudorosa cuando se trata cualquier asunto de índole sexual. Pero de puertas para adentro son una pareja cínica y libertina. Su relación comienza a tambalearse ... [+]
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
11 de agosto de 2009
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pierre Choderlos de Laclos escribió "Las liaisons dangereuses" en la Francia de finales del siglo XVIII y para la época, ni que decir tiene que consigo trajo el escándalo. Incluso esta primera versión cinematográfica adaptada a los círculos burgueses parisinos de la década de los 50 resulta en cierto modo, subida de tono.

Los juegos de seducción y adulterio consentidos por ambos cónyuges (Moreau y Philipe), convirtiendo en una batida de caza la conquista de todo hombre y mujer que se les ponga a tiro, en un duelo personal para divertimento de ambos y, sin más objeto que dar pábulo a su antojadiza frivolidad para con el resto de los mortales, nos presentan un guión argumental más que sugerente.

Sin embargo, la adaptación de Roger Vadim resulta aburrida hasta el hartazgo, monótona y prescindible. Por muchas razones:

El perfil de los personajes, exceptuando a Moreau (a la que jamás encontré tan parecida a Bette Davis como en esta cinta) está vagamente tratado por no mentar que tanto Valmont (Gérard Philipe), como Marian (Annette Vadim) o la prima Cécile (Madelein Lambert), son apenas intérpretes de cartón piedra inertes que transmiten menos sensaciones que una estatua de cera.

Si encuentro que en la adaptación de Stephen Frears, tanto Malkovich como Glenn Close están sobreactuados hasta decir “basta”, en esta, ocurre que el reparto peca por defecto. Sus intérpretes son seres inanimados, taciturnos que no se la juegan en una historia de pasiones descontroladas. La ambientación y escenografía de la cinta desde luego no ayuda: es tan soporífera como la fotografía apagada, oscura y descuidada de Grignon.

No se si se debe o no al bajo presupuesto con el que se encaró el proyecto; sea como fuere, lo único salvable de la película, insisto, es la interpretación de Moreau. Extraño, en un momento de renovación del cine francés con todos los cineastas de Cahiers du Cinéma y de la Nouvelle Vague dando la campanada. “Las relaciones peligrosas” no llegó a entrar en la ola, por lo visto.

Mucho más recomendable la versión norteamericana de Frears, con Malkovich, Close, Pfeiffer y Thurman a la cabeza de un elenco actoral con bastante más que ofrecer que Philipe y compañía.

Una lástima. Ya es difícil estropear un guión tan apasionante...
Valkiria
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24 de julio de 2007
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de ver esta versión de “Les liasons dangereuses”, adaptación de la obra de Choderlos de Laclos que tiene versiones tan conocidas como la de Stephen Frears o Milos Forman, o esa tontería juvenil titulada “Crueles intenciones”.
No es muy conocida hoy en día, y ha envejecido bastante mal (qué horror de música), pero JEANNE MOREAU compone una gran Juliette de Merteuil (Glenn Close), y resulta fascinante con sus pieles de leopardo, por no mencionar lo bien que fuma en pantalla (la acción transcurre en el fin de año 1959/60)
La para mí desconocida Annette Vadim recrea una Madame de Tourvel (Michelle Pfeiffer) angelical y bellísima.
Gérard Philipe está fatal como Valmont (sobre todo si lo comparamos con el inolvidable Malkovich), carente del atractivo y del magnetismo perverso que debería transmitir.
El enganche de las turbulencias erótico-sentimentales y, repito, la gran Moreau, terminan por compensar.
Sahar
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9 de abril de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quería verme Las relaciones peligrosas porque sabía que en esta película francesa de 1959 había jazz. Y así, cuando los preciosos títulos de crédito del comienzo, en seguida identificas los acordes disonantes del piano de Thelonious Monk. Había más, aunque lo que más suene sean los iconoclastas temas de aquel pianista iconoclasta. Suenan los Jazz Messengers, en la película salen Barney Wilen, Duke Jordan y también Kenny Clarke, que ya vivía por entonces musicalmente exiliado en el país galo. De oídas tenía sabido que era una adaptación muy libre del clásico de la literatura europea Les liasions dangereuses de Chordelos de Laclos, el mismo que fue llevado al cine casi en el mismo año por Milos Forman y Stephen Frears. Y sí, después de vista es una versión bastante libre, las amistades se desarrollan en el siglo XX, pero sin dejar de ser entre gentes de la alta burguesía. Lo cual no me molesta ni le quita interés a la historia. Sigue habiendo un Valmont, aunque hay alguna licencia de cambio en el guión de Roger Vadim, a la sazón el director.

Gérard Philipe es Valmont; la que en el libro es la marquesa amante de Valmont es aquí Jeanne Moreau, la esposa de Valmont. Entre los dos hay un juego muy libre de amores y aventuras de lo más consentido. Cualquiera de los dos propone y el otro dispone. Hasta que llega un momento en que el conflicto aparece. Los amores de una jovencita y una mujer madura llevarán al extremo los que a priori sólo eran entretenidos juegos de cama.

En mitad de todo eso suena jazz. El jazz de Monk, su saxofonista predilecto Charlie Rouse, las composiciones enigmáticas del pianista norteamericano. Suena jazz en las reuniones sociales del círculo de amigos de la pareja protagonista. En los clubes, filmados algo tópicamente, de París. Roger Vadim eligió jazz para ambientar el mundo snob de los burgueses de la Francia que existía en los años 50. Como en tantas ocasiones, unas más acertadas, otras no tanto, el jazz sirve para darle color, intelectualidad o nivel a una película.

El interés de la película digamos que decae como lo suelen hacer las películas que en su época nacen con pretensiones de modernidad. Vadim no es el director que todo cinéfilo tendría en mente para decir cuál es el director de la sensualidad, a pesar de los ejemplos de películas como Y Dios creó a la mujer o la invención del mito de Brigitte Bardot. No era un director muy dotado que digamos, pero Las relaciones peligrosas llega a interesar lo mínimo para seguir la trama del amor por doquier que se inventan los dos protagonistas. No entraré en juzgar comparándola con las dos versiones más conocidas de finales de los 80. Creo que no tienen nada que ver, en cuanto a historia y en cuanto a época, y no me refiero al cambio de ambientación histórica de siglo. Son otros tiempos, los lejanos años 50.

Curiosidades: en un papel secundario aparece Boris Vian, el gurú del bon vivant francés, jazzman y poeta, escritor y sinvergüenza de los buenos. Y actor.

He hablado de la visión que del jazz se deduce en el cine. Aquí, aunque sea para dar esa imagen depravada y prohibida de las consecuencias malignas del jazz, suena. Como en la escena que provocará el clímax de la película (profusión de batería a tutiplén y tempo furioso) Lo que prevalece ante todo es el jazz de Monk. A raudales. Luego alguna intervención de los Messengers de Art Blakey, por esa época en gira en Europa, dicho sea de paso. Y las intervenciones in situ de Duke Jordan al piano, Barney Wilen en el saxo y Kenny Clarke en la batería en la escena de marras. Los demás sólo son disco. A Monk lo usan sobre todo para crear esa imagen de semi-caos sentimental en que se desarrolla la historia, para crear el clima propio de lo snob y lo burgués.

Ah, y Jeanne Moreau. Lo mismo se puede decir de ella aquí que en Ascensor para el cadalso, de Louis Malle. Para que me entendáis, ella es la Glenn Close de la de Stephen Frears. Y cada vez que mira, cada vez que se come al actor que tiene en frente, es una ocasión que ni pintada para olvidarme si estoy viendo o no una buena o mala película. Me importa más ella sobre todas las cosas. Ya si me acompaña Monk y su jazz de rompe y rasga, miel sobre hojuelas. Aunque supongo que para vosotras la miel será Gérard Philipe, o sea, que será Valmont.
cassavetes
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26 de agosto de 2019
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desconocía por completo la existencia de esta adaptación de Choderlos De Laclos, que fue llevada al cine en sendas adaptaciones en 1988 y 1989 por Stephen Frears y Milos Forman respectivamente.
Naturalmente, me he apresurado a verla.
Decir primero, que yo me declaro absoluto fan de la versión de Frears, no tengo nada en contra de la de Forman, pero a mí, esa pareja de desquiciados que son John Malkovich y Glenn Close, me ganaron para la causa hace ya mucho tiempo.
No obstante, como gran parte del mérito lo tiene indudablemente la excelente novela epistolar, cuya historia me atrapa hasta la médula, no me importa ver los diferentes prismas que adoptan diferentes directores. Siempre me parecerá interesante.
Esta película es una versión libre contemporánea. La acción se sitúa en los años 50, fecha en la que se rodó y nos presentan a un Valmont y a una Merteuil como un matrimonio de ideas liberales que intercambian las parejas y juegan al amor libre como símbolo de la máxima sinceridad y confianza en su mutuo amor frente a la mentira y el engaño de las parejas más conservadoras, que esconden en sus pensamientos íntimos deseos y anhelos no expresados a sus parejas y que ellos se complacen en sacar a la luz y corromper, como manera de autoafirmarse, en su propia confianza.
El resto de la historia, si han visto alguna de las versiones que menciono arriba, ya la conocen.
Pero, mi gozo en un pozo. Esta película no me ha causado ningún placer.
Las actuaciones son frías e hieráticas. Ninguno de los personajes secundarios transmiten nada. Ni dolor, ni humillación, ni pasión...Tampoco Valmont me dice nada en este film. Quizá Jeanne Moreau se salva, pero ni aún así.
Toda la trama de intrigas, chantajes, acosos e infidelidades resulta una sosería y no podía creer que el excelente texto se hubiera perdido así, en el dibujo tan plano de los personajes.
He solido oír críticas de la versión de Frears, con respecto a que sus personajes resultan bastante histriónicos.
Pues bien. Dénme a mí ese histrionismo de los personajes. Esa mezquindad y patetismo llevado a su máxima expresión y quédense con la contención de estos personajes. Si pueden y no se duermen, claro.
No. Es una pena, pero no. Esta versión no vale para nada. Y si no me creen, compárenla ustedes. Para gustos, los colores.
Izeta
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25 de abril de 2020
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Me encantó la peli sencillamente porque participan en ella Jeanne y Gerard dos sublimes intérpretes, que, además de bellos, seductores, carismáticos, impactan y emocionan al espectador. No desentona en cuanto a interpretación a pesar de su debut en cine Annete, la esposa del director Vadin, otra belleza de su envidiable colección. Un matrimonio liberal, en apariencia tolerante e impasible a las aventuras eróticas de su consorte busca animar su relación entrometiéndose con perversidad y perversión en otras relaciones, formadas o en vistas de ello, para saciar lujurias, tedios, sin medir las consecuencias. Uno de los conyuges vulnera una regla de oro del peligroso juego en que se han embarcado: se ha enamorado de una de esas “conquistas”. Mala idea, acarreará estragos. Bellos primeros planos de las bocas de Jeanne y Annete. Excelente mirada de Gerard cuando cae de improviso en casa de su amada y su estampa elegante y señorial. Nos legó otra gran actuación en su penúltimo trabajo. Le pongo 9 porque aparece Trintignant (por suerte poco) que nunca aporta nada con su recurrente cara de estreñimiento.
wilfredo
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