Punto ciego

Blindspotting es la historia de una amistad. Una amistad de las de empezar a contar en parvulitos, que incluye relaciones afectivas adyacentes y en la que tu punto de vista presenta "puntos ciegos" cruciales, autoimpuestos por la costumbre de una relación aparentemente irrenunciable.

La particularidad de esta historia es el componente multirracial y sus inevitables problemáticas. A través de una narración simple pero tremendamente efectiva, con tensión creciente gracias a una oportuna cuenta atrás, -Three Days to Probation bien podría ser un título alternativo- el director mejicano Carlos López Estrada nos sumerje en su ópera prima en la vida cotidiana de un suburbio de Oakland, a ritmo de rap, mudanzas, toques de queda y fiestas hipsters, donde gente de toda índole cultural y económica convive con la delincuencia, los abusos policiales y los problemas derivados de la integración, muy lejos aún de ser superados.

Sin llegar a ser revolucionaria, sí presenta algunos aspectos extravangantes que requieren de la aprobación del espectador para que el relato funcione. A ello ayudan las grandes interpretaciones de los protagonistas -y autores del guión- que transmiten perfectamente esa química necesaria para entender una amistad tan aparentemente improbable, al mismo tiempo buena y contraproducente, en la que uno de los dos siempre saldrá ganando.

Personalmente me parece una película notable, con una dirección e intepretaciones muy solventes que dan vida a una historia sencilla, de pocos personajes pero bien definidos, con una crítica social bien integrada que no llega a ser manipuladora. Valoro especialmente la sensación de estar viendo algo que, si bien no es completamente novedoso, transmite frescura y autenticidad, sorprendiendo al espectador.
Tiene además buenos momentos de tensión y consigue meterte satisfactoriamente en el día a día de una ciudad californiana humilde, alejada de los lujos de San Francisco y su tan en voga Sillicon Valley.

Queda en manos de cada uno el pasar por alto alguna situación más incoherente y alocada que, desde mi punto de vista, no llega a empañar el resultado final.

Más que una metáfora racial en el siglo 21. Una oda a las segundas oportunidades, además no suena a kitsch. Comete el error de dejarse llevar por algunos estereotipos aunque la historia es más que eso, y sale victoriosa contando con un guión realista. Sus toques de humor alejados de la banalidad junto a sus personajes auténticos nos acercan a lo transcendental cuando hemos pasado la vida cometiendo errores. Interpretaciones audaces llenas de rabia con la única convicción de una película bien hecha.

Muy poco para destacar y con personajes muy lineales. Un ex convicto con libertad condicional que intenta reinsertarse socialmente, un íntimo y conflictivo amigo que lo mete en algún que otro aprieto y una ex novia a la cual intenta recuperar. No hay más que eso. No ofrece giros y la historia se torna insulsa enfocándose solo en la buena conducta que intenta llevar el protagonista. Aporta algo de comedia y un poquito de acción dentro de un relato que nunca avanza.

Tras su paso por el videoclip y el cortometraje, el director mexico-estadounidense Carlos López Estrada debuta en el largometraje con una película escrita por sus dos protagonistas, llena de buenas ideas y narrada de manera sólida.

Collin (Daveed Diggs) está cumpliendo una condena en libertad condicional y le restan solamente tres días para cumplirla, él trabaja manejando un camión de mudanzas junto a su mejor amigo, Miles (Rafael Casal), un tipo que sabe como meterse fácilmente en problemas.

Cuando está volviendo a casa, es testigo de cómo un policía mata a balazos a un joven negro, la experiencia lo dejará marcado y le creará conflicto después de ver como manipulan la noticia en televisión, Collin pasará esos tres últimos días en condena tratando de evitar meterse en problemas con la policía, a pesar de su amigo Miles.

Ambientada en Oakland, en barrios de clase trabajadora que están pasando por una etapa de cambio un tanto aburguesado, lo que queda bien plasmado en el relato, la película sortea diferentes temáticas las cuales son abordadas sin subrayados innecesarios.

La película explora desde adentro el racismo y los prejuicios que se vive en esos barrios, contando la historia de dos amigos con una compleja relación, uno a punto de recuperar su libertad, situación que se ve amenazada por su amigo, mientras que el otro, ya con una familia propia pero incapaz de madurar, un par de personajes plenos de autenticidad, la cual se permea en el relato, en los sitios donde sucede la historia y los personajes que van desfilando a lo largo del metraje.

López Estrada consigue narrar con solidez su primer largometraje, el cual tiene bastante personalidad y estilo, mucho en parte al guion y a sus dos actores/personajes principales, y esa bien lograda atmósfera que consigue dar forma a una película para nada previsible, ingeniosa y visualmente atractiva.

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Esta es una de esas películas que cuesta entrar por los ojos por no saber que esperarte de ella. Ves que va de un par de macarras y de un barrio "chungo" y te imaginas ese tipo de película donde se justifican las acciones ilegales, pero gracias a dios no es asÍ.

El dúo protagónico está muy bien construido, Diggs, un expresidiario que vuelve a la sociedad y controla más sus acciones para poder optar a la libertad absoluta y Casal, un hombre que jamás ha salido del barrio y que se hace el chungo y el amenazante para proteger a su familia.

Pero la historia va mucho más allá de todo eso, es una denuncia social muy bien formulada respecto a los asesinatos raciales realizados por los policías hacia gente negra. Lo mejor de la película se encuentra en su clímax, un rap que en versión original suena muy bien y que en español, a sorpresa personal, no defrauda, te pone los pelos de punta.