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Hermanos y hermanas de la familia Toda

Drama Después de la muerte del patriarca, los Toda, una familia de clase alta, está posando para una foto. Al mismo tiempo que todos lamentan la muerte del padre, se enteran de que éste les ha dejado una deuda considerable. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
21 de diciembre de 2013
26 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Hermanos y hermanas de la familia Toda’ no es ‘Cuentos de Tokio’. Pero Ozu afina en ella sus violines.

Dice Kiju Yoshida en su libro ‘Ozu o el anti-cine’: “En las películas de Ozu, las cosas nos miran.” Y es cierto que, a menudo, sentimos que todo se nos muestra desde la perspectiva del objeto: una almohada, un retrato, un bol de sake. La fijeza de los planos refuerza esa impresión.

Todo empieza con un retrato de familia. Y llega, inesperada, la tragedia. Una tragedia corriente, sin peripecia y en sordina. La falta de una pieza –el padre– desajusta todo el mecanismo. La vida fluye y nada permanece, salvo el vacío que en el zen lo inunda todo. Y es que en el cine de Ozu el vacío se llena de abundancia. Nunca vi una puesta en escena tan rica en objetos y detalles, un espacio tan medido y cinematográfico, tan repleto y significativo.

Decía que ‘Hermanos y hermanas de la familia Toda’ no es ‘Cuentos de Tokio’. Pero ya se advierte en ella el virtuosismo en los encuadres, la creación de emociones y espacios por medio de la posición de los actores, la dirección de arte, las líneas y el sonido. Nunca un cine tan lleno de elementos produjo en mí tal sentimiento de vacío –de vacío pregnante, como dicen los críticos franceses. De vacío profundo y polisémico, no exento de ironía.

Ozu mueve la cámara, que yo recuerde, tan sólo en dos escenas. Un travelling de retroceso, para ampliar el cuadro –sin personas– de una habitación, subrayando así que el hijo se ha marchado. Y un doble travelling que sigue a madre e hija, señalando que no hay sitio para ellas en el hogar de la familia más cercana. El movimiento, en ambos casos, es emocional.

Cada película de Ozu es, para mí, como un koan (problema que, en el budismo zen, el maestro plantea a sus alumnos). Un koan irresoluble, que, bajo una apariencia trivial, nos lleva más allá de las palabras.

Leo en Yoshida una frase que cifra, en mi opinión, el mundo cinematográfico de Ozu: “No hay ninguna diferencia entre apariencia y contenido. Estamos ante un mundo envuelto en una luz infinita en el que todo es transparente.”
Servadac
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9 de marzo de 2021
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuentos de una familia. Una familia cuya estructura bien ensamblada en la que de repente una de las piezas se rompe y todo empieza a desmoronarse...
El otoño de la familia Toda se aproxima, y Yasujiro Ozu, con su extrema elegancia y humildad, nos hace partícipes de ello.

Antes de que llegue la 2.ª Guerra Mundial y EE.UU. sea el principal enemigo, ya se había destado la 2.ª Guerra Sino-Japonesa. La posición y el destino para los dedicados al arte son iguales de halagüeños que los de los ciudadanos corrientes enviados a morir a primera línea de fuego; mientras en 1.939 Kenji Mizoguchi es nombrado consejero cinematográfico nacional por el ministro y enviado junto con otros cinco directores en misión oficial a Manchuria, el sr. Ozu regresa tras haber luchado en las batallas de Nanchang y el río Xiushui y vivir otras traumáticas experiencias.
Pretende llevar a cabo un proyecto que será presa de la censura y que precisará de trece años de maduración para convertirse en "The Flavor of Green tea over Rice"; en lugar de eso Shochiku, con la que no mantenía muy buenas relaciones por los fracasos de taquilla que les había dado, le proporciona un drama familiar con un reparto estelar. "Hermanos y Hermanas de la Familia Toda" será así la primera de las dos obras que el cineasta realice en ese periodo de guerras, formando, más que un insignificante díptico individual, un paréntesis a modo de etapa de transición creativa y formal entre su filmografía temprana (1.927-1.937) y la posterior (1.947-1.962).

También se convertirá en una precursora, esbozando las aristas que luego sostendrán por entero sus siguientes tragedias en núcleos familiares; futuras maravillas como "Early Summer", "Late Spring", la nombrada "Green Tea..." o "Tokyo Story" son por tanto un reflejo más definido de esta historia que empieza en el seno de los Toda, familia aristócrata donde sus miembros se reúnen para hacerse una foto juntos. Poco a poco, como es costumbre en Ozu, nos vamos introduciendo en la existencia de estos individuos, entre júbilo y vicisitudes triviales.
Los personajes más interesantes a los que la trama, llena de grandes elipsis, concederá más importancia son: Shojiro, un joven despreocupado con los intereses de la familia, y Setsuko, una muchacha que aún no se ha casado y precisa de hacerlo (prefigurando ésta a heroínas posteriores, la mayoría interpretadas por una actriz curiosamente de mismo nombre...). Ozu y Tadao Ikeda parecen inspirarse en la literatura "shakespeariana" (en concreto "El Rey Lear") aunque más bien se regresa al mismo tema que establecía la tragedia en la anterior "A Mother should be Loved": la ausencia del padre, directa y dolorosa, a causa de un repentino ataque cardíaco.

Y a semejanza de un imperio que se derrumbaría sin la presencia de su emperador, una brecha se abre para esta familia acomodada cuando su patriarca no sólo desaparece, sino que deja a sus descendientes un puñado de deudas de las que nunca se hablaron. A partir de ese momento se posa la insatisfacción y el miedo a perder la posición social, uno de los temas que más saca a relucir (dando importancia a personajes tan secundarios como las criadas o la amiga de Setsuko) un Ozu todavía no muy preocupado por las hijas obligadas a contraer matrimonio; con Shojiro se presenta una referencia de soslayo a la guerra aunque no se desea hacer apología de temas militaristas y patrióticos.
China aparece aquí como una tierra a la que poder huir del hastío y la depresión, un lugar donde, a sabiendas del magnífico poder colonial de Japón, empezar de nuevo (teniendo en cuenta la situación histórica, Shojiro y su madre tendrían que volverse poco después...). Pero más que examinar los problemas de la familia a nivel social, el director opta por el nivel íntimo, haciendo a la apatía y falta de conciencia de todos los miembros responsables de la melancolía general, y el resorte es la posición de la madre y Setsuko (la hija menor), nómadas y presas del desprecio de sus congéneres.

Mientras Kazuko, la esposa del hijo mayor (Shinichiro), rechaza a las dos vagabundas por turbar la paz de su cuidadosamente atendido hogar, Chizuru protagonizará un conflicto aún más violento al saber la permisividad de la abuela para con su nieto Ryokichi (si de algo procedía la grandeza del cine del realizador era de su esfuerzo por elevar el grado de realidad en cada secuencia, y la expresión de amargura y tristeza que en ese momento muestran la joven Mieko Takamine y Ayako Katsuragi le atraviesan a uno el alma).
Entre tanto, el hijo exiliado (encarnado por un joven Shin Saburi en uno de esos papeles implacables que tanto le gustaba desempeñar), deberá actuar para reestablecer el sentido de la moral en la familia y la dignidad de su madre y su hermana, asumiendo aun así su propia culpa por su marcha y abandono; por lo tanto no se hacen excepciones en este entorno mustio y agónicamente estático (magnificado por un par de bellísimos travellings), y nadie se libra de su parte de responsabilidad. Junto a los anteriores podemos deleitarnos con la parquedad de unos detestables Masao Hayama, Kuniko Miyake y sobre todo esa Mitsuko Yoshikawa a la que realmente deseaba ver estrangulada por Setsuko...

Los actores fetiche de Ozu, Tatsuo Saito y Chishu Ryu, tendrán papeles menores en los que se debería profundizar más, aunque no actuaciones menores (no puedes evitar sentir un profundo respeto cuando aparecen en pantalla). Con este popular elenco y una gran precisión narrativa del drama, esta obra casi impuesta por el estudio fue su primer verdadero gran éxito de público, lo que afianzó su posición dentro de Shochiku.
Tiene además uno de los finales más emblemáticos de su cine (con el que recupera las notas de humor de sus primeros trabajos). El tema de los personajes errantes y despreciados volverían poco después en "Record of a Tenement Gentleman".
Chris Jiménez
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16 de diciembre de 2008
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una numerosa y prestigiosa familia se desmorona tras la muerte del patriarca, que servía de nexo común de todos sus hijos e hijas. La difícil situación provoca que cada uno tire por su lado y trae como víctima a la pobre madre que se queda sola, contando simplemente con el consuelo de un hijo que pasa poco tiempo en casa y de su hija menor. Estos son unos breves retazos argumentales de una nueva historia de cine social de Ozu, la cual trata con simpleza y sobriedad, facturando finalmente una historia ejemplificante de los tiempos que correría Japón por aquel entonces, en como la abundacia pasa ser escasez en un momento.
o0_oscar_0o
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22 de diciembre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo una idea que a menudo ronda mi mente parecida a la necesidad de escuchar una determinada canción en algún momento de tu vida. Según el estado de ánimo, según las circunstancias, existe una determinada música que reclama volver a ser escuchada y nos va bien acudir a ella porque realmente lo necesitamos. Aplicado al cine, que es lo que nos interesa, he aprendido que con el tiempo hay una exigencia interior que te empuja a acudir a un determinado cine, algo que en lo personal me pasa a menudo con Yasujiro Ozu. No es que tenga que ir como un loco a ver una determinada película, no es como escuchar una canción, no es tan fácil, pero algo grita dentro mío que tengo que volver a Ozu.

Y vuelvo y vuelvo entonces, a uno de sus 'haha mono' concretamente, esas películas de madres que en aquella época tenían éxito y que fue realizada antes de entrar Japón en la IIªGM, con toda la censura que del Imperio que ello implicaba. "Hermanos y hermanas de la familia Toda" va de una madre, sí, pero la importancia real es la del padre, cuya repentina ausencia rompe en pedazos la familia. La cámara se mueve apenas dos veces, la imagen quieta ya es la gran triunfadora en los años cuarenta en Ozu y deja un lastre de ética y moral japonesa aplicada a las deudas contraídas con la familia que es lo que más quisiera destacar.

Puede que en Tokyo, en su considerada cumbre, esa ética japonesa (su ausencia) quede más resuelta. Aquí tiene que volver uno de los hermanos de China (ni una palabra de la invasión) para poner a cada uno en su sitio, mientras todos han obrado ya mal con la viuda. Esa ética basada en las relaciones familiares es una constante en el cine de Ozu, lo cual nosotros blancos occidentales podemos interpretar de manera distinta, o no entender, pero como dije volver a Ozu es una necesidad, es más, es un imperativo, de manera que es la suma de cómo nos cuenta sus películas más lo que nos cuenta.

Detalles, pausas, quietud y un fluir de imágenes que cualquier cinéfilo no debería perderse jamás. Con la familia burguesa Toda, tomando un sake tibio en un restaurante de trabajadores, en un lupanar escondido en un callejón o donde sea; el cine de Ozu (como el de Naruse, no quería acabar sin mencionarlo), te atrae como la música...
Luisito
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